| Reprodução/www |
⇅
Las resurrecciones de Hemingway
Aquellos salones de la Casa-Museo donde viviera Ernest Hemingway entrañaban un misterio vivo, a cada paso parecía que el estadounidense enorme saldría con media botella de whisky en una mano y un manuscrito en la otra
por Mauricio Escuela
Aquellos salones de la Casa-Museo donde viviera Ernest Hemingway entrañaban un misterio vivo, a cada paso parecía que el estadounidense enorme saldría con media botella de whisky en una mano y un manuscrito en la otra. El último disco que sonara en la casa, antes de la partida de su dueño hacia el norte en 1960, aún estaba colocado en el gramófono: era de Glenn Miller, no podía ser de nadie más.
Tengo aún conmigo la imagen del baño de la casa que usara el escritor norteamericano, el cual resumía un gran instante del ser humano en pocos elementos: una pequeña pesa, un librero adosado a la pared junto al váter, una biografía del mago Houdini y unas inscripciones en la pared que hacía el propio “Hem” sobre su peso (desde sus clásicos 109 kilos hasta los 86, en un descenso que marcaba el avance de una peligrosa enfermedad). Ahí estaba resumido el deseo de vivir, reflejado en la figura de Houdini, uno de los pocos que prometió, en serio, escapar de la muerte.
Poco después de su partida, los habitantes de los alrededores de la Finca Vigía se enteraron de que “Papa” dejaba de existir en Idaho, Estados Unidos, pero la breve reunión de varios objetos en aquel baño me confirmaron la enorme capacidad que aún tiene Ernest Hemingway para volver a Cuba, mediante diversas resurrecciones.
El regreso
El dios de bronce de la literatura se hizo presente otra vez mediante el gesto que tuvo la familia del escritor, en particular su viuda Mary Welsh, al legarle a Cuba el patrimonio de la casa. Fue un momento en el que todos recordaron que quizás aquel viejo que salía a pescar, contra cualquier adversidad, era Hemingway y también el propio pueblo cubano, ambos unidos en un solo universo simbólico.
Versiones acerca de la Finca Vigía han recorrido los salones del chisme en Estados Unidos, donde unos pocos malintencionados quieren mostrar el inmueble como “una expropiación más” de la Revolución. Pero se guardan las pruebas de la voluntad de la familia para conservar, en el mejor estado posible, el espíritu y la materia del que se autodenominara “cubano sato”.
Y es que no se pierde tiempo a la hora de establecer barreras y extrañamientos entre los pueblos cubano y norteamericano, y la estancia durante 20 años de Hem en el archipiélago es una prueba de la hermandad entre los pueblos de las dos naciones que ni se odian, ni celan una el avance de la otra. A la literatura más pura, a esa que escribía “Papa” mientras miraba desde su traspatio el trasfondo de La Habana, se le ha querido aplicar el burdo tratamiento del bloqueo y los títulos de una ley sin amparo legal ni moral.
Los propios norteamericanos reconocen en la Finca Vigía ese peregrinaje en contra de las tantas mentiras que se vierten contra Cuba y sí, Hemingway ha devenido en punto focal de encuentro y en paradigma de la verdad y su triunfo en contra de la mala fe.
El gesto del pueblo norteamericano rememora aquella gesta republicana y progresista contra el fascismo, que narrara “Hem” en ficciones y reportajes. Una aventura más allá de la política, más allá de esta vida, un episodio que solo podía escribir, desde el más allá, ese lector empedernido de la biografía de Houdini.
Territorio neutral
Los tiempos de la Guerra Fría tuvieron en Finca Vigía un sitio de calma, donde norteamericanos de todas las generaciones burlaban el bloqueo yanqui, para venir hasta el sitio donde “Hem” escribió El viejo y el mar y recibiera la noticia de su Premio Nobel de literatura (el teléfono parece acabado de usar).
Allí, a pocos metros de la casa, está el yate que sirviera de mítico enemigo a los submarinos nazis en el Caribe, cuyo estado de conservación indica con cuánta reverencia se mira en Cuba aún aquella postura política quijotesca de “Hem”, una especie de caballero solitario de las aguas en lucha contra el Tercer Reich.
“Papa” estuvo con los cubanos todo ese tiempo, y sus historias se contaban lo mismo en un libro escrito por uno de los mejores cuentistas del momento, como en boca de los vecinos, que hicieron suya una leyenda del arte mundial. En el año 2002, en medio de la oscuridad del gobierno de George W. Bush, con su guerra en Afganistán y las sanciones contra Cuba, se firmó el primer acuerdo de colaboración con la Fundación Finca Vigía, una organización norteamericana interesada en financiar mejores condiciones museológicas para el legado material vigente en Cuba.
La restauración de la casa y el yate dieron paso a convenios con el Consejo de las Ciencias Sociales de Estados Unidos, para la digitalización de documentos, los cuales se podrían consultar en la Biblioteca de Boston. Quizás se trataba de una de las formas milagrosas de volver de la muerte, aprendidas por Hem mediante sus intercambios con Houdini, en una especie de magia futurista.
El intercambio se hacía, por entonces, a pesar de las amenazas en contra de la red de donantes norteamericanos que reconocían el trabajo honesto de conservación que realizaba el Gobierno de Cuba.
Durante el acercamiento entre los gobiernos cubano y norteamericano del 2014, la Finca Vigía y su mítico habitante fueron el signo por excelencia, el recuerdo de otros tiempos en que un yanqui podía pasearse por La Habana, sin que lo amenazaran absurdas leyes. Y es que, en una Cuba bajo el bloqueo, como la que hoy vivimos, no se hubiera podido escribir uno de los más grandes capítulos de la historia de la literatura, porque Hem estaría preso de las arbitrariedades de las sucesivas administraciones norteamericanas.
Nostalgia por la Guerra Fría
Tras una cuidadosa coordinación y sorteando miles de obstáculos absurdos colocados por el bloqueo contra Cuba, llegaron todos los equipos de la más grande inversión que ha hecho la Fundación Finca Vigía. Se trata de un centro de conservación e investigación que contiene toda la última tecnología, la cual permitirá un alcance sin precedentes en las indagaciones en torno al habitante de la casona.
Esta última forma de resurrección del lector de Houdini, lo trae de vuelta en todo su esplendor más íntimo, y permitirá que su legado esté entre nosotros y para el mundo por muchísimo tiempo más.
“Cuando Hemingway murió, en 1961, habían pasado solo tres meses del desastre de Bahía de Cochinos; las relaciones entre Cuba y EE. UU. estaban en su punto más bajo, la única hebra de civilidad en ese momento entre ambos países la aportó su legado”, dijo el congresista norteamericano James McGovern durante la ceremonia de apertura, quien aspiraba a que a estas alturas ya ambos países tuvieran cordiales lazos diplomáticos, pero, en sus propias palabras, “existe nostalgia por el periodo de Guerra Fría”.
Desde la apertura de relaciones con Obama había aumentado el peregrinaje de norteamericanos a Finca Vigía, ahora con Donald Trump todo parece detenido. El regreso de la peor época de los nexos entre los dos países, el retroceso en las relaciones diplomáticas, motivado por la absurda política de confrontación, ha traído como consecuencia una disminución en los viajes a la Isla. El lenguaje artero de las amenazas, lejano del legado del célebre escritor y amigo de nuestra tierra, renace en medio de un mundo que parece revivir los peores años del facismo y la intolerancia.
No obstante, el habitante eterno de la casona no descansa y allí, entre los tantos recuerdos de animales de caza y cuadros de toreros, hay un manuscrito del epílogo de Por quién doblan las campanas, un final que nadie conoce y que difiere del que fue publicado. Quizás el último secreto cifrado de Hem para burlar la muerte y el bloqueo.
. Obras de Ernest Hemingway:
Tres relatos y diez poemas (1923);
En nuestro tiempo (1925);
Hombres sin mujeres (1927);
El ganador no se lleva nada (1933);
La quinta columna y los primeros cuarenta y nueve relatos (1938);
Aguas primaverales (1926);
Fiesta (1926);
Adiós a las armas (1929);
Las verdes colinas de África (1935);
Tener y no tener (1937);
Por quién doblan las campanas (1940);
Al otro lado del río y entre los árboles (1950);
El viejo y el mar (1952) – Premio Pulitzer en 1953 y Nobel en 1954;
Hombres en guerra (1942). Antología;
Muerte en la tarde (1932);
El cabaret de Angela Swarn (1939).
. Obras Póstumas:
Los años salvajes (1962);
Recopilación;
París era una fiesta (1964). Novela;
Enviado especial (1967) – Artículos periodísticos para el Toronto Star entre 1921 y 1924;
Islas en el golfo [o Islas a la deriva] (1970) – Novela;
Nick Adams (1972);
88 Poemas (1979);
Cartas seleccionadas (1981);
Un verano peligroso (1986) – Pensado originalmente como un relato para la revista Life (1959);
Al romper el alba (1999);
El jardín del Edén.
{ Granma }
•
░░░░░░░░░░░░