Que la tierra estalle


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Máscaras de la peste

por Eduardo Sanguinetti

Se ha instalado la realidad a prueba y el resultado es que el aparato “eliminador” del sistema vigente, nos ha devuelto una realidad inversa. No estamos ya reducidos a suposiciones en los grandes temas del siglo XX, donde el hombre ha escrito el capítulo más trascendente y audaz en su devenir.

Todo ha continuado en la realidad, todo ha cambiado, todo ha cambiado en verdad. El dolor por el absurdo nos atraviesa, a quienes no admitimos de manera alguna que la tierra estalle, se desintegre… se aniquile la nobleza y la dignidad, valores máximos que debemos asimilar a nuestras rutinas de existencia, trastocados de modo irreversible por el imperio de la pandemia Covid, en una especie de presente atemporal, diríamos “sub specie aeternitatis” (Spinoza dixit).

Tras la vacua retórica de gobiernos, de todo signo ideológico, camuflados de progreso y fe en el desarrollo, que someten la verdad al yugo de ideologías de ocasión, máscaras desgastadas del relato y los relatos fabulados, que dejan paso al “metalenguaje”, cual pliegue de espectáculo y ensimismamiento, que se despliega en nombre del fraude… un doble pliegue de pistas falsas que gana su eficacia persuasiva más allá de la retórica y la dialéctica… la mística y el misterio del metalenguaje, es la expresión de este milenio de las Grandes Muertes en el Laberinto, en la fragmentación del Hades, el infierno de la fragmentación, de la incertidumbre ante la multiplicidad de encrucijadas y la exigencia de una irreversible elección, bajo presión.

Como el enigma del oráculo, el metalenguaje colapsa aquello que sugiere, disuelve lo que toca, no responde a la razón y la mesura, sino a la locura y la agonía, en este milenio de “La Gran Estafa”, donde la verdad se disuelve en el pantano de lo falaz, la libertad es sólo un recuerdo escindido y el hombre se ha mutado en objeto del destino, mientras el destino se transformó en sujeto.

Hoy se puede percibir la amplitud de la expansión de los espectros corporativos, debida en gran medida a las prodigiosas tramas de redes de comunicación, al Big Tech, que asegura transacciones instantáneas de todo tipo, en el control de la amancebada humanidad… aboliendo la distancia y el tiempo, en beneficio de “La Gran Estafa”.

No ignoremos que podemos ser emigrantes o inmigrantes “in situ”, ser, en razón de la pobreza, exiliados en nuestros propios países. Pero no olvidemos tampoco que las exclusiones oficiales poseen virtudes insondables, como las cloacas, convencen a los que no son afectados por ellas que son incluidos. Legitimidad ficticia a la cual se aferran los que creen “pertenecer” al “fraude”, expulsando a la verdad como opiniones consensuadas en diálogo franco.

De estas comunidades presentadas como modelos por la enseñanza proporcionada por ella, los educandos conocen los secretos, no los del poder, sino de sus resultados. Los desórdenes y carencias de su cotidianeidad, ¿no les permite descubrir inconscientemente las catástrofes irreversibles que preceden al derrumbe?

Como corolario se los arroja al borde del camino, empantanados con ellos un número creciente de seres excluidos, de todas las razas y religiones, ley de vida y muerte, exiliados de la eternidad célibe.

Un camino que no se sabe a ciencia cierta a dónde conduce… los que podrían saberlo, los constructores de esta nueva civilización, que se ha instalado en el mundo de la “peste Covid-19”, tampoco los transitan… ellos, los genocidas de la vida-naturaleza-arte, residen y transitan por otros paisajes, ese camino no forma parte ya, ni de sus recuerdos, forma parte de amnesia y olvido.

Sin dudas quienes meditan con valores inclaudicables de veracidad, son irredentos para este sistema del virus, el gen encapsulado en una proteína, desajustando la existencia de la especie y sus prácticas milenarias… ¡qué más da!, las ideologías de derecha, izquierda, fraguadas en usinas de ¿inteligencia? de imperios, sólo exponen a una humanidad, sin realidad empírica que experimentar, a materializar, consumiendo objetos y experiencias de vida en burbuja proyectadas en relación de conformidad, con signos evidentes de alteración de conciencia de lo ya vivido, lo ya experimentado en sentido irónico, cual uso y abuso figurado de lenguaje, expresando lo inefable, lo contradictorio, lo chocante y paradójico.

En las ironías no siempre se niega la verdad, si se juega con lo dicho y lo no dicho, la ironía surge de la interacción comunicativa de lo explícito y lo implícito. En la ironía verbal, quien habla suele transmitir dos o más significados diferentes e intenta mostrar una actitud evaluativa, generalmente crítica ante la realidad. Suelen ser enunciados polisémicos y ambiguos. A veces provoca males y conflictos, a veces, evitan males y conflictos.

En fin, la verdad es un descubrimiento progresivo de cómo se nos presenta la realidad y no una constitución. La relación de conformidad en la que la tradición filosófica ha visto la esencia de la verdad, solo es posible si, previamente a todo enunciado predicativo, un ente se nos ha hecho presente y patente en su ser. La verdad como conformidad (verdad óntica) se funda, pues, como en su condición de posibilidad, en una realidad anterior que consiste en la patencia originaria del ente y en el comportamiento abierto del hombre hacia ella (verdad ontológica). El aspecto esencial de la verdad es el desvelamiento, es decir la autenticidad. Desde su paradigma algo o alguien es verdadero en cuánto es auténtico.

{ Agencia NOVA }

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