Excomungado!

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Saramago a los infiernos

La Iglesia romana, la misma que bendijo a Franco, que fue cómplice del nazi-fascismo, que bendijo a Pinochet, y que ha elogiado a Bush, trata de mandar a los infiernos a José Saramago

por Pepe Gutiérrez-Álvarez

La Iglesia Romana, la misma que bendijo a Franco, que fue cómplice del nazi-fascismo, que bendijo a Pinochet, y que ha elogiado a Bush, ha tratado de mandar a los infiernos el cuerpo aún caliente de Saramago, al igual que lo había hecho con otros “herejes” en tiempos no tan lejanos, lo mismo que hizo la Iglesia zarista con León Tolstoy, acusado de querer ser cristiano en los hechos antes que en las palabras… Resulta difícil no recordar aquello de la “Infame” que hablaba Voltaire, de esa institución que se siente perseguida cuando no persigue, por decirlo con palabras de Anatole France.

Su historial de cruz invertida sostenida por el miedo y la ignorancia de millones de fieles, cobraría un nuevo impulso al calor de la restauración neoliberal, en una época en que los amos del mundo restituyeron en lo público y en lo mediático buena parte de sus poderes, otorgándole nuevos privilegios en aras de la derrota del “comunismo”, y de la descomposición del movimiento obrero que le siguió, con todo lo demás.

Los ochenta y los noventa del siglo pasado fueron tiempos gloriosos para el Vaticano de mano de Wojtyla cuyo camino fue debidamente despejado por la “muerte súbita” de su predecesor. Este es una decencia que el lector podrá acceder privilegiadamente a través de oras fílmicas del valor de ‘El padrino III’, la culminación de la esplendorosa saga de Coppola, o más recientemente por ‘Il Divo’, un retrato inmisericorde del “capo di capis”, Giulio Andreotti. En este tiempo excelso en el que se pudo contemplar como los métodos de Andreotti se aplicaban “manu militari” a los disidentes de la Teología de la Liberación, con asesinatos preventivos en El Salvador, incluyendo el de monseñor Romero en una división del trabajo en el que D’Arbuisson le tocaba el papel de más feo de un mismo engranaje.

Aquellos fueron tiempos de rendición, y todavía lo son.

Por entonces, la plana mayor de los “colocados” del Partido Comunista Italiano – la “perla” de la corona del comunismo en los países ricos – se rendía  con armas y bagaje. Su jefe D’Alema se convertía en miembro del Opus Dei, y se arrodillaba ante Wojtyla sin tener por ello que dejar la cúpula del partido reconvertido. Esta época tuvo su culminación que podemos situar en el momento en el que el fallecimiento de Wojtyla  se erigía en el mayor sepelio mediático jamás conocido con pantallas públicas de la TV rendida a sus pies y a su mandato, y con enviados especiales desde Roma que en estado de exaltación digna de los pastorcillos de Fátima, narraban como el Papa volvía a vivir a la diestra del Dios Padre, todo ellos dicho como si se tratara de algo tan comprobable como un gol en una portería.

Afortunadamente, aquellos tiempos ya han pasado, es posible que el “Gran Dinero” ya no necesite tanto sus servicios, aunque el matrimonio de la Iglesia con el poder más corrupto se escenifica cada día en países como Italia o Polonia.

Con el nuevo Papa, el Vaticano comenzaba una nueva etapa marcada entre otras cosas por el hecho de que la puna de iceberg de los escándalos de pederastia se hizo cada vez más grande. Y ya no hubo manera de taparlos como había hecho durante milenios. Aunque, como no podía ser menos, sus comisaros se sintieron “perseguidos” y “maltratados” por unos medias que lo habían tratado con guante de terciopelo siempre, lo cierto es que era justamente al revés… El argumento de que estas cosas también sucedían en otros lugares, no es cierto. Claro que debe de haber pederastas enfermos (o sea que no solamente imaginan lo que quieren, sino que también lo tratan de aplicar por cualquier medio), pero no es menos cierto que en ningún lugar podrían encontrar tantas oportunidades y complicidades como en el seno de una institución que funciona como un estado dentro del estado, y al que, por sus servicios al orden establecido, el otro Estado la sitúa fuera de toda sospecha.

Tengo un ejemplo particular y local a la mano que me parece suficientemente ilustrativo. Con mi buena memoria, recuerdo que en mi localidad, La Puebla de Cazalla, un archidiácono llamado don Casimiro, fue expulsado por las “fueras vivas” por el terrible delito de tratar de aplicar los evangelios. Fue un caso que luego me fue recordado viendo la película de Buñuel, ‘Nazarín’ (México, 1959), basada como todo el mundo sabe en una obra de otro “hereje” llamado Benito Pérez Galdós.

Pues bien, al poco tiempo llegó otro archidiácono que no tardó en ser relevado. Aquí hubo otra acusación, muy extendida además entre los niños. Era que “tenía las manos muy largas”. De aquel entonces me viene a la memoria los comentarios que escuché entre os chavales de la “pandilla” que habitaba en los alrededores del convento, la segunda Iglesia de la localidad. Alguien contó que en los subsuelos había cadáveres de niños enterrados. Yo olvidé los comentarios y lo asocié en mi recuerdo con las cosas que más tardé pude escuchar sobre la “Semana Trágica”, y también con lecturas como la de ‘El Monje’, de Mathew Lewis, una “fantasía gótica” extraordinaria de la  que existe numerosas reediciones (creo que la leí en la barcelonesa ediciones Taber que también publicó los discursos de Sant-Just), y cuya “fantasía” podría ilustrarse con toda clase de casos que forman parte de las narraciones “underground” del pueblo llano, que tanto tiene que contar. Tanto es así que ahora, más de medio siglo más tarde, con ocasión de una reciente visita a La Puebla de Cazalla para hablar de “la República que pasó por allí” (para ser martirizada), unos familiares nada sospechosos de “comecuras” me han contado un suceso relacionado con el ya citado “convento”. Resulta que la pequeña plazoleta de su entrada se había hundido, y durante muy poco tiempo, los que pasaron por el lugar pudieron congelar que lo que contaban los niños de entonces no eran fantasías. Allí se pudieron ver cadáveres, y algunos eran de niños. Pero visto y no visto, en menos que canta un gallo la plazoleta fue restaurada y él la ley del silencio sobre la institución que en Sevilla llegó a presidir un tal cardenal Segura, que bien podría ser protagonista idóneo de una novela gótica que novelice el apogeo de la crueldad humana.

El Vaticano no le perdona a Saramago, sus tomas de posición en el ámbito de lo humano y de lo divino, pero sobre todo no le perdona su novela ‘El Evangelio según Jesucristo’, obra comparable en muchos sentidos al Cristo de nuevo crucificado, de Nikos Kazantzakis, obras de lectura obligatoria para aquellos que no creen o creen poco pero que aprecian el precepto de amar al prójimo, sobre todo y especialmente a los oprimidos como un imperativo categórico. Este Evangelio es una mezcla cuidadosa de historia novelada de una manera tan clara como el agua de una fuente, de delicadas descripciones de realidades que no nos atreveríamos a imaginar por cuestiones de pudor y una continua convocatoria a la pregunta que alguna vez nos hemos hecho… Pero no es por aquí por donde quiero pasar. Quiero pasar por lo fundamental del mensaje de Saramago (hermano del Tolstoy de ‘El Reino de dios está en nosotros’, del citado Kazantzakis, del último Monseñor Romero, por no hablar de una larga lista de herejes), o sea por la necesidad que desde Constantino la Iglesia traiciona su propio mensaje, y que se ha convertido en una maquinaria al servicio de los poderosos. En esta Iglesia, el mayor monstruo humano puede descansar tranquilo si cumple con las rutinas litúrgicas, pero sobre todo si está a bien con la jerarquía, y el mismo Cristo sería crucificado de nuevo si se atreviera echar de nuevo a los mercaderes de los templos.

Dicho esto, me gustaría apostillar algunas notas sobre el novelista portugués…

– Primero: es cierto que el Nobel es un premio desacreditado, sobre todo en el ámbito de lo político (Hitler y Franco fueron auspiciado para su apartado “de la Paz”), y que autores tan grandes como León Tolstoy y Jean-Paul Sartre lo rechazaron (el primero antes de que lo concedieran, quizás porque ellos “premiaban” a una academia que no les merecía), pero también es cierto que, en este desdichado mundo, ha ejercido a veces una función muy positiva. Por ejemplo, el que recibió Adolfo Pérez Esquivel en 1980, justo después de que los militares empleados del más siniestro de todos los nobeles (Kissinger, que sí lo fue este lo podía haber sido también Hitler) crearon un fondo económico para cualquier Nobel argentino, pensando en Jorge Luís Borges que lo merecía como escritor aunque como persona habría que escupir sobre su tumba.

– Segundo, también es cierto que en ocasiones el Nobel sirve para dar una oportunidad a escritores minoritarios, que igualmente representan a lenguas subestimadas, y este era el caso del portugués. Sin duda ha habido escritores brasileños y portugueses que han merecido todos los premios, y la lista es larga, yo ahora pienso en Jorge Amado, comunista como Saramago, y que en el caso de éste tuvo ese doble mérito…

– Tercero: no creo que exista nadie al cual se puede valorar como un “bloque”, ni en lo bueno ni en lo malo, y ahí está Borges ilustrando una reflexión (creo que de John Keast, otro que tal), según la cual podemos encontrar siempre algo malo en los mejores, y algo bueno en los peores. En el caso de Saramago vale lo primero. En 1998, el año en que recibió el Nobel, todo indicaba que se le iban a dar a otro “céline” neoliberal como Vargas Llosa, pero se lo dieron a un escritor inconformista y para colmo, comunista como José. Recuerdo que en una de las primeras cosas que leí suya, se refería con una indignación a flor de piel a aquel manifiesto celebrando la muerte de Haydée Santamaría con título “Comunistas, ¡suicidaos¡”, firmado por varios de estos “célines”…

– Cuarto: sobre el Saramago polemista se podría decir aquello que era un águila que veces voló a la altura de una gallina… En un tiempo en el que la izquierda institucional se había transformado en gestora, en una coyuntura en la que los nuevos movimientos alternativas apenas si recomenzaban de nuevo, algunos artistas y escritores ocuparon un escenario vacío, no es otra cosa lo que, por citar un ejemplo, permitiría ganar batallas tan impresionantes y valiosas como la que encarnó Aminatou Haidar. El Nobel brindó a Saramago una oportunidad única a un militante comunista que había entrado en el partido en un tiempo en el que la resistencia portuguesa cruzaba la frontera española para respirar un poco. Sus tomas de posición han sido, por lo general, sanas e inteligentes, y por lo tanto, fue no de los nuestros…

– Quinto: esto no excluye “meteduras de pata” ni “desmayos” patéticos como el tan citado en relación al “Citizen Polanco”, declaraciones que contradicen la descripción de Saramago como revolucionario y marxista. En el segundo caso, está su ilusión por Zapatero o por Obama (no muy diferente por cierto a la que hace pública Michael Moore en su vibrante alegato, ‘Capitalism, a love story’), contradicciones patéticas que hay que criticar tan duramente como merecen pero, pero por favor, sin olvidar lo otro. Tampoco considero de recibo que se trate de enviar a Saramago a los infiernos por sus vuelos de gallina, y para colmo, que además estas le conviertan en un escritor mediocre y en un “bluff”, eso me parece cosas de vaticanos…

– Sexto: sin estar de acuerdo para nada con las declaraciones de Saramago en relación a las FARC, Cuba o Alfonso Sastre, tampoco lo estoy con los que envuelven estos tres ejemplos en “bloques” fuera de toda sospecha, y cuya crítica convierten ipso facto a sus autores en “traidores”, “vendido” y demás anatemas inquisitoriales… de izquierda. Personalmente creo que media un abismo entre las FARC originaria y las actuales, creo que hay que defender la Revolución Cubana de sus funcionarios, y estimo la posición de Sastre sobre ETA totalmente insostenible y aberrante… Cierto es que en cada caso, lo propio sería una discusión, y que según en que medios hay que decir estas cosas dejando claras otras previas, por supuesto.

En un tiempo en el que el “trono vacío” de Tolstoy ha sido ocupado por Alexander Soljenítsin, que el de Jean Paul Sartre aparece ocupado por “célines” como Bernard-Henri Lévy, etcétera, conviene no perder ni un milímetro de todo lo que José Saramago aportó como escritor y como intelectual que trató de dar una voz a los desposeídos de ella…

{ Socialismo XXI }

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