Héroes deportivos, dopaje, nacionalismo de Estado
Los casos como los protagonizados por la atleta Marta Domínguez o el ciclista Alberto Contador han dado rienda suelta a la demagogia nacionalista más barata.
por Carlos Taibo
[Periódico cnt nº 387 – marzo 2012]
Es conocido el papel que se asigna entre nosotros al deporte de masas, manifiestamente mercantilizado y profesionalizado en estos tiempos que corren. Uno de sus objetivos mayores consiste en alejar la atención de los problemas más importantes y en esconder, en paralelo, las diferencias de clase sobre la base de la fantasía de que todos somos copartícipes de la misma aventura deportiva. Por detrás, y al servicio de estos intereses, se halla a menudo un nacionalismo de Estado que entiende que los valores correspondientes bien merecen una competición internacional a través de la cual se dirimirían las virtudes de unos y de otros. El despliegue material de ese interesadísimo y alienador proyecto se sirve, si así se quiere, de dos grandes instrumentos. Si el primero lo configuran los equipos nacionales, el segundo lo aportan los héroes individuales. Aunque en una lectura inicial los equipos nacionales son al respecto más rentables – qué curioso fue que en un país en el que lo colectivo ha sido lapidado se recordase una y otra vez que el éxito de “La Roja” se derivaba, precisamente, de la excelencia de su juego colectivo -, en modo alguno pueden desdeñarse los activos que proporcionan los héroes individualizados. No se olvide que estos últimos, que suelen competir todo el año, encajan de manera más rápida y fluida con el individualismo del discurso dominante.
A su amparo se produce, por lo demás, el enaltecimiento de figuras personales que, con frecuencia altivas, mal encaradas y siempre relacionadas con el dinero, no son precisamente edificantes, y ello pese a que la propaganda del sistema guste de presentarlas como genuinos modelos de esfuerzo y superación. Recuérdese que las más de las veces estos personajes se entregan al fraudulento negocio de la publicidad comercial y que, a tono con lo que ocurre con muchas de las empresas más truculentas, dedican algunos minutos de su precioso tiempo a actividades presuntamente solidarias que permiten ocultar sus vínculos con lo peor del capitalismo y sus reglas. ¿Hemos olvidado ya los cursos de conducción ecológica que imparte Fernando Alonso? Ninguna de esas miserias ha salido a la luz al amparo de las disputas que en los últimos años han tenido como origen el dopaje, supuesto o real, de algunos de nuestros héroes deportivos. Más bien parece, antes al contrario, que las cosas van a peor. Piénsese que casos como los protagonizados por la atleta Marta Domínguez o el ciclista Alberto Contador han dado rienda suelta a la demagogia nacionalista más barata. Ahí está, para certificarlo, el cierre de filas que al respecto han protagonizado políticos y periodistas.
Con sorprendente unanimidad hablan de lo que no saben y ni siquiera dejan un pequeño margen para la duda en lo que se refiere a la conducta de profesionales de deportes en los que llueve sobre mojado. Nada retrata mejor lo anterior que las declaraciones del ex presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, en un abierto e hilarante ejercicio de exculpación de Alberto Contador que sólo puede explicarse en virtud del electoralismo más lamentable. A lo dicho se agrega entre nosotros – no lo olvidemos – un sistema de control y de sanciones que parece inevitable describir como muy laxo (no entro ni salgo en la idoneidad de las normas establecidas, sometidas a polémicas que – adelanto – no dejan de tener su interés). Tan laxo es ese sistema que acaso no debería inquietarnos tanto la imagen derivada de lo que pueda hacer un deportista determinado como la percepción general de que para las instancias españolas correspondientes todo, o casi todo, vale. Por si poco fuera, por detrás se aprecia consistentemente un prurito nacionalista que invoca leyendas negras y conspiraciones internacionales. Agreguemos que el terreno en el que nos movemos muestra similitudes muy notables con el que aporta el desgraciado escenario político que arrastramos. Eso es lo que invita a concluir, al menos, el caso de Marta Domínguez, rápidamente convertida en senadora a la manera de lo que sucede con presidentes o alcaldes corruptos que se mueven, sin embargo, en olor de multitudes. No me resisto a dejar de lado una última observación, que da cuenta de una más de las muchas secuelas del star system que padecemos: es fácil intuir lo que piensan muchos deportistas de segundo orden que han sido sancionados por dopaje y no han apreciado en estamento alguno esa solidaridad monocorde que beneficia a los Contador y las Domínguez. Y es que también en esto, consecuente como es, la miseria dominante separa a los de arriba y a los de abajo.
{ La Haine }
Publicado em 26.04.2012