| Reprodução/Steve Cutts |
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Consumismo: sutil instrumento para la dominación
por Jesús Moreno
Es indudable que el hombre y la mujer requieren del consumo para sobrevivir.
Lo exigen desde los más primitivos hasta los más cosmopolitas, modernos y civilizados.
Empezando por algo tan básico como los alimentos, los instrumentos fundamentales para el trabajo, la limpieza, medicamentos para la salud y satisfacciones culturales.
La experiencia nos enseña que la acción de consumir tiene sus límites tanto en cantidad como en calidad y utilidad real, porque la violación de esos límites puede tener efectos perversos para el hombre y para la naturaleza.
Nos permite entonces establecer la diferencia clara entre lo que es el consumo necesario, real, racional y el consumismo como producto del sistema capitalista, que nos convierte toda mercancía como realmente necesaria, y que debemos consumir para mantener y expandir el mercado.
Eso es lo que debemos examinar cuando empezamos nuestro lamentar, nuestra quejas e incluso acusaciones porque no podemos dar satisfacción a las apetencias de comprar cuando visitamos esos templos del consumismo que no llamamos mercado sino centro comercial, donde hábilmente lo inútil, lo innecesario, lo superfluo, se presenta tan orondo ante lo que realmente necesitamos para la salud, la alimentación, el vestido, la limpieza, el calzado y las agradables satisfacciones de inquietudes culturales. Como el sistema capitalista tiene la magia, al hacernos consumistas, de hacernos creer que toda la basura que produce sus sistema industrial irracional y chiflado es necesaria y hasta le dan el carácter de urgente, (por lo cual hay que comprar, porque si no nos sentimos vacios y como pobres seres), entonces entramos en el rosario de quejas, acusaciones, y búsqueda de chivos espiatorios, que por lo general es el gobierno.
Sin reconocer todos los inmensos esfuerzos que se realizan por satisfacer las exigencias del cero consumo necesario, racional y sensato, que pueda superar los terribles mecanismos de la inducción publicitaria que el sistema capitalista tan bien sabe manipular, por todos los medios posibles de comunicación y formas de vida superficial que nos exhibe la burguesía.
Es necesario entender que con el consumismo el capitalismo no busca la satisfacción humana sino aumentar la capitalización a como dé lugar.
Por eso esa furia consumista destruye al hombre y la naturaleza, es uno de sus venenos más sutiles que el sistema distribuye en forma masiva y lo sitúa en la mente.
Revisión de patrones
Al reconocer lo negativo del consumismo, el pueblo venezolano y en especial las fuerzas patrióticas y revolucionarias, tenemos que entrar en un proceso de reflexión y análisis para orientar nuestros ímpetus, no caer en las presiones del consumismo y practicar el consumo necesario, urgente y racional, donde la capacidad de producción propia de nuestro pueblo y sus recursos, fueron anuladas por transculturación.
Se nos convirtió en consumidores de pan, que significa trigo.
¿Y qué ha sido de ese noble cereal utilizado por la garras imperialistas de los Estados Unidos? Un brutal instrumento para la dominación y hoy, el pan para los venezolanos en uno de nuestros grandes dolores de cabeza.
Pero hay que ver más a fondo. Se destruyó el consumo de los verdaderos dulces que eran de lechosa, toronja, guayaba, coco, durazno, etc y nos pusieron a llamar dulce los de panadería pero sobre la base de harina de trigo.
Lorenzo Mendoza no le puso gratuitamente el nombre de Harina Pan a la harina de maíz.
Como buen agente colonizador asoció el producto criollo, maíz, con el producto colonizante, trigo. Del cual tenemos que importar hasta el último kilo, mientras que él y su imperio económico no producen ni una mazorca para las plantas de su tal Harina Pan.
Y hoy, nuestro pueblo, gracias a los artilugios del marketing imperialista y capitalista se transformó en un gran consumidor de pan, es decir trigo.
Menos mal que Rusia también es productor de trigo y nos está abasteciendo dicha materia prima, aunque los industriales y capitalistas criollos del negocio con la harina de trigo, sigan aprovechando para sostener su avaricia y espíritu especulativo.
Salud en manos imperiales
El consumo de medicinas representa la fuente del cuarto sector de producción de capitales o fortunas al capitalismo de los Estados Unidos.
Es decir la industria farmacéutica, casi al punto de ser desplazada por la industria cocaínica montada en su alianza con Colombia.
Ellos, con la complicidad de sus agentes médicos, sus excelentes equipos de visitadores médicos y la parafernalia de la mercadotecnia, nos convirtieron en grandes consumidores o más bien, consumistas a diestra y siniestras de fármacos de todo tipo y presentación: jarabes, pomadas, polvos, pastillas, ungüentos, inyecciones, parches, transpiradores, también útiles médicos y todo lo que podemos ver en las cadenas de farmacias.
¡De cuántos todos esos productos podemos percibir su inutilidad e ineficacia! pero nos han vuelto en adictos al consumo de medicinas, práctica que se incrementó de manera exponencial con la aparición de las pólizas de seguro que paga el Gobierno o el sector privado.
Basta con observar como hay miles de compatriotas, revolucionarios o no, salir de las cadenas de farmacias cargados con sacos de medicinas.
Nos hace pensar que tienen todas las enfermedades del mundo.
No hay un solo producto de esos que no tenga la advertencia, “producto de uso delicado”, pero cuando leemos la información impresa sobre la esencia misma del producto nos percatamos que las consecuencias pueden ser peores que el padecimiento.
Esto lo comentamos, no para rechazar de manera dogmática, sectaria o fanática la compra de medicinas, pero veamos que este gasto se ha convertido en uno de los golpes más rudos contra el salario.
Lo hacemos con el ánimo recordar cuando vayamos a la compra de medicinas, que al sistema capitalista poco le importa la salud de los pacientes y clientes.
Lo único que le interesa es que contribuyan con abundancia en la acumulación de su capital.
{ Diario VEA }
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