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Que transborde a pureza milenar como na altivez ante o martírio.
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“Casi me caigo al suelo por el fuerte olor a heces y amoníaco. Me ardieron los ojos y los pulmones, no podía ver ni respirar… Habría como 30.000 pollos sentados en el suelo frente a mi en silencio. No se movían, no cacareaban. Como si fueran estatuas de pollos, viviendo en casi completa oscuridad, y cada minuto de su seis semanas de vida sería de ese modo.”
(Michael Specter, escritor de The New Yorker)