| “Los Trabajadores en su Camino a Casa”/Edvard Munch |
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Arantxa Tirado: “Este sistema se sostiene porque los trabajadores somos demasiado buenos”
“La lucha de la clase obrera no la pueden liderar discursivamente, ni en términos prácticos, sectores que no saben lo que es vivir como la clase obrera”
por José Manuel Mariscal Cifuentes
Arantxa Tirado (Barcelona, 1978) es una hija orgullosa de la clase obrera que se reconoce “de barrio”, alguien que ha tenido que trabajar para pagar sus estudios y que ha pasado casi once años en México y uno en Venezuela (cursó un máster y un doctorado en Estudios Latinoamericanos en la UNAM). Politóloga doctorada también en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde recientemente ha comenzado a impartir clases. Realizamos la entrevista recién regresada de Venezuela, allí emitió en directo una serie de vídeos a través de las redes sociales que le han valido amenazas e insultos de la oposición venezolana. Junto a Ricardo Romero Laullón, alias Nega, la mitad de Los Chikos del Maíz, escribió “La clase obrera no va al paraíso”, un título que dialoga con Elio Petri, el gran cineasta italiano (La Classe operaria va in paradiso) y que ha pasado a formar parte de la sólida corriente que trata de recuperar la lucha de clases como referencia del trabajo político y de la intervención social.
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Mundo Obrero: ¿Por qué escribir un libro sobre la clase obrera?
Arantxa Tirado: El libro conecta con mis preocupaciones como militante desde la adolescencia, procedo de una familia republicana por parte paterna, en la que la política ha estado muy presente en las conversaciones… y en los silencios. Es el orgullo familiar republicano lo que me lleva a participar en política y a militar desde los 20 años en un grupo donde la clase obrera y la extracción de clase estaban muy presentes. En el momento en que Nega me propone hacer el libro, allá por 2013, nos encontrábamos los dos discutiendo en las redes sociales con gente de un abanico amplio de la izquierda transformadora con la que veíamos que no compartíamos discurso. En cambio, nosotros, pese a proceder de tradiciones diferentes del comunismo, teníamos coincidencias que venían de un origen común de clase, de vivencias muy parecidas. Y quisimos responder a todo eso de manera pausada y argumentada, pero no con menos rabia.
MO: ¿A qué o a quiénes queríais responder?
AT: A quienes sentimos que se consideran la vanguardia de la lucha por los nuestros, pero cuando empiezas a rascar no son de los nuestros, desde el punto de vista de la extracción de clase, más allá de que compartamos trinchera. Claro que eso no significa que no haya habido grandes revolucionarios que procedían de la pequeña burguesía, incluso de la oligarquía. Pero lo que nosotros planteamos es que la lucha de la clase obrera no la pueden liderar discursivamente, ni en términos prácticos, sectores que no saben lo que es vivir como la clase obrera y que, encima, se permiten dar lecciones a la clase obrera. Tratamos de demostrar que suele llegar un momento en que su discurso no conecta, porque la gente no se siente identificada, porque hay algo ahí que chirría, y la gente lo ve.
MO: ¿Tiene sentido hablar de lucha de clases?
AT: Tiene tanto sentido como hablar de la capa de ozono, es algo que existe, que está ahí aunque algunos no lo quieran ver, está delante de sus ojos y es cotidiano. La lucha de clases se expresa en las relaciones sociales y por mucho que haya evolucionado el capitalismo y con él la composición de las clases sociales, adoptando nuevas características, la relación social entre grupos con intereses contrapuestos está ahí. Eso es la lucha de clases. Si quisiéramos ser condescendientes y creyéramos que ya no sirve el término clase trabajadora – algo que nosotros ponemos en cuestión -, incluso aceptando que pudiéramos llamarlo elefante en lugar de clase trabajadora, ese elefante tiene enfrente una fuerza con intereses antagónicos. Otros sostienen que no hay clase trabajadora porque no hay una clase para sí, consciente, luchando por sus derechos, a los que respondemos que mucha gente, incluso en un nivel preconsciente, sabe que es, se reconoce como clase obrera, aunque sea instintivamente, quizá no en un discurso elaborado, pero sabe que está sometida en el trabajo, sabe que el patrón es el que le está explotando, que le está recortando el salario, que le está exigiendo que haga horas extras sin cobrarlas. Ese conocimiento concreto que tiene la clase trabajadora de su explotación y de su condición material de existencia y de vida, a veces se traduce en algo prepolítico, en rabia, en un odio de clase, en una conciencia instintiva de un nosotros, somos los de abajo, los oprimidos, los pobres, la clase obrera. Mucha gente tiene esa vivencia, y esa vivencia vale mucho más que todas las teorías de miles de académicos, desde sus despachos universitarios, sobre el nuevo sujeto emergente del precariado que se contrapone a una clase obrera con privilegios y bla bla bla.
MO: Yo sigo escuchando a mucha gente en los barrios autodenominarse clase trabajadora, clase obrera, incluso llaman a su barrio “obrero”, sin embargo hay una disparidad entre ese auto-reconocimiento y la negación de esa categoría por parte de la academia, de los medios de comunicación y por parte de la política.
AT: Sí, también por parte de la política, lo que es lógico si tenemos en cuenta que hay pocos políticos, incluso en la izquierda, de origen obrero, entendido en el sentido de quien vende su fuerza de trabajo pero también procede de un barrio, de una vivencia y de una cultura obrera. En el libro damos datos del origen de clase de los estudiantes universitarios del Estado español y lo cruzamos con el nivel educativo de los parlamentarios españoles. Si para el curso 2011-12 menos del 10% de los estudiantes eran hijos de trabajadores manuales (frente a un 17,3% de hijos de técnicos, profesionales, científicos o intelectuales) y el 90% de los diputados que tomaron posesión en 2015 tenían título universitario, podemos inferir que hay un porcentaje muy alto de hijos de un segmento importante de la clase obrera, los trabajadores manuales (casi el 49% de la mano de obra según algunos estudios), que no está llegando a la política, y no solamente sino, sobre todo, arriba de la política. El filtro de acceso a posiciones de liderazgo es importante, en esas posiciones se da un perfil de militante con estudios, de una familia ilustrada o más acomodada que el resto y que tiene menos cargas laborales o familiares, el militante que está en la fábrica o está en la empresa tiene menos visibilidad que el militante que está trabajando la Universidad de profesor, que tiene unos horarios más flexibles, que suele tomar la palabra porque tiene seguridad. La clase trabajadora tiene un cierto nivel de inseguridad porque le han hecho creer que no sabe, que saber es solamente estudiar, lo que está en los libros o en los estudios formales, una forma más de negar el conocimiento y la sabiduría popular, que muchas veces es de transmisión oral.
MO: Y es una forma de clasismo.
AT: Claramente, y está presente en muchos ámbitos. Existe el clasismo de quienes detentan el poder político y económico y también de los que están en los medios de comunicación, que incluso se burlan de los sectores sociales que provienen de esos barrios, recuerdo a Ana Rosa Quintana decir que Diego Cañamero no podía ser diputado porque decía pograma en lugar de programa. Esa señora, que ha podido estudiar y presenta un programa en prime time que le da muchísimo dinero, parece que viene de barrio obrero… Pues que se acuerde de sus orígenes, seguramente mucha gente de su barrio no pudo estudiar, no por falta de capacidad ni por falta de ganas, sino por las circunstancias de la vida, y eso no hace que esa gente tenga menos derecho a participar en política o incluso a existir, porque parece que a algunos les molesta que existamos, que salgamos de nuestro ámbito natural que es nacer para ser sus esclavos y sirvientes, un hijo de la clase obrera tiene que reproducir lo que su padre hizo, trabajar en la fábrica, en el taller, en el súper, donde sea, pero ojo, como tú seas hijo de la clase obrera y quieras sacar los pies del tiesto y adentrarte en el mundo universitario, en el mundo intelectual, académico, mediático o político, vas a chocar, que se lo digan a Antonio Maestre. Luego están los que presumen de origen obrero de manera folclórica, tipo Jorge Javier Vázquez o Belén Esteban, que son bufones del sistema, usados para vender una imagen interesada de lo que el sistema quiere presentar como clase obrera, como alguien básico, apolítico, que no tiene ningún tipo de inquietud social, que compra los valores del sistema: enriquecerse, vestir o comprar determinadas cosas.
MO: Y tener muchos likes en las redes sociales.
AT: Es triste y preocupante que se clasifique a las personas por su valor de cambio en el mercado, uno de los índices es la cantidad de seguidores que tienes en las redes sociales, un mundo virtual que está muy bien para que cuatro nos creamos que estamos marcando opinión, pero que es una parte ínfima de la realidad.
MO: Volvamos un momento a lo que planteabas sobre la educación formal y la sabiduría popular, parece un aspecto importante de lo que da nombre a esta sección, la batalla de las ideas.
AT: Efectivamente, no hay que confundir la educación formal con la formación política y mucho menos con el instinto político. Los jornaleros andaluces y los anarquistas catalanes de los años 30 no tenían carreras ni doctorados, pero sabían quién era el enemigo, de táctica, de estrategia y que podían teorizar desde su sufrimiento y su vivencia seguramente mucho mejor que quienes están pagados por pensar en la academia. No quiero decir que eso no sirva, mucho menos siendo académica. Me parece importante reivindicar también el estudio, algo que aquellas organizaciones políticas tenían claro y por eso fomentaban el estudio y la lectura de y entre los trabajadores, pero para su emancipación colectiva, no como mera acumulación de información para la carrera personal. Creo que es fundamental no perder de vista la relación entre estudio y emancipación. Cuando vienes de abajo y puedes estudiar eso te da fuerza y marca muchas veces la diferencia porque te da otras herramientas para debatir en ámbitos que le han estado vetados a tu clase. Los que, aun viniendo de la clase obrera, tenemos la suerte de dedicarnos al trabajo académico e intelectual, somos conscientes de las ventajas de nuestra situación. Es la diferencia entre dedicar 8 horas de tu día a leer libros o artículos académicos o dedicar esas 8 horas a hacer un trabajo monótono o mecánico, otras pocas horas a los cuidados y dedicar tus ratos libres a leer y estudiar, si es que te quedan fuerzas.
“La clase trabajadora es diversa, es inmigrante, es mujer, negra, mulata, blanca, la diversidad no se la podemos dejar a los posmodernos”
MO: Ese enfoque tiene consecuencias en el modelo organizativo, en la manera concreta de intervención en la sociedad.
AT: La cuestión central como organizaciones de izquierda es cómo intervenir, cómo volver a hacer un trabajo de base en los barrios, no ir a los barrios, sino estar presentes, ser barrio. Por ejemplo recuperar la idea de las casas del pueblo integradas en el barrio, en el pueblo, construir espacios de encuentro vecinal, algo cada vez más difícil porque el neoliberalismo ha roto esos lazos, individualizando al máximo las relaciones sociales, vives en un edificio y no sabes quién es tu vecino. Las organizaciones de izquierda deberían tomar nota de todos estos movimientos que existen o están surgiendo de Asociaciones de Padres y Madres, de plataformas que se montan para luchar contra un proyecto urbanístico, huertos urbanos, grupos de cuidados, etc. cuestiones que surgen con un poco de alergia hacia las organizaciones políticas, cuando las organizaciones políticas y sus cuadros en los barrios están, a diferencia de otros momentos históricos, más aislados, debiendo ser la vanguardia de esas luchas que quedan a veces como algo aparte.
MO: ¿Y la unidad de la clase trabajadora, cómo se logra en este contexto?
AT: La unidad es algo en apariencia sencillo, pero en la práctica es muy complicada. En la teoría yo te diría que si tú vas a la gente y le hablas en términos de clase, haciendo entender que forman parte de un engranaje como clase explotada, vas a conectar con sus intereses porque le hablas de su vivencia personal. Creo que es un error intervenir tratando al trabajador como votante de Ciudadanos o como potencial votante de Vox, o como abstencionista o votante socialista, antes que como trabajador y miembro de tu clase. Se trata de llevar el debate a los temas que le conciernen como trabajador, haciendo ver lo común en las diversas y concretas experiencias de explotación para que la pertenencia instintiva se pueda convertir en pertenencia consciente. Eso es hacer política en términos de clase. Transmitir ideas antes que siglas, con las que pueden conectar, sin el prejuicio de que vengan de tal o cual partido. Luego ya les explicaremos que quienes defienden esas ideas se llaman Unidos Podemos o el Partido Comunista.
MO: Creo que a veces hacemos lo contrario, ponemos la sociología electoral por encima la lucha de clases.
AT: Sí, porque ahí ya entran los cálculos electorales de los partidos y el interés particular de la gente que vive de la política y las instituciones, aun siendo de los nuestros. Yo creo que los nuestros son también quienes no nos votan. Voy a decir algo que quizás escandalice a algunos pero puedo tener más en común con un votante de Ciudadanos de mi barrio, en términos de clase, que con un votante de Unidos Podemos que viva en un barrio de extracción burguesa de Barcelona, aunque con éste comparta visión de mundo y posicionamiento político. Claro que, políticamente, yo tengo que construir con el votante de UP, pero culturalmente y en términos de vivencia, lo que tengo que conseguir es que esa persona, de mi clase, mire por sus intereses de clase, y note que estas organizaciones lo defienden. Utilizando etiquetas de garrulo o facha no lo voy a conseguir, conseguiré que se ponga a la defensiva, que crea que soy una listilla que me creo algo porque he estudiado, todos los clichés que reproducen los medios de la derecha y que hacen que esta gente se ponga en contra de las organizaciones y los líderes de izquierda que a priori defienden sus intereses.
MO: Bueno, eso no quita que no haya gente desclasada, o que el modelo aspiracional del que habla Bernabé no haga estragos en la clase trabajadora.
AT: Claro que hay gente desclasada, claro que hay gente que viniendo de la clase trabajadora está mirando a los que están más arriba para ser como ellos y que tienen comportamientos insolidarios y egoístas en su vida cotidiana. Pero la experiencia dice que la mayoría de la clase obrera, por poca conciencia aparente de clase que tenga, la tiene y cuando te diriges a ellos en esos términos sale. Otra cosa es que se vayan a unir a ti en una lucha concreta, ahí entran los miedos: “me van a quitar pasta por una huelga; es que yo la huelga no lo veo; nadie se ha preocupado por mí y mis problemas”, etc. Eso existe, pero en paralelo, a lo largo de la historia hay mucha gente que se ha sacrificado, por eso hemos conseguido victorias y conquistas que ahora van en retroceso. Al poder le interesa ocultarlo, pero la clase obrera tiene una tradición histórica solidaria que aflora incluso en los momentos más duros.
MO: Para hacer política de clase hay que hacer análisis de clase, ¿No existe una fuerte influencia de las narrativas de la diversidad? ¿echas de menos este análisis en las organizaciones de la izquierda alternativa o antagónica?
AT: En algunas se echa bastante de menos y en otras quizás sobra por un excesivo simplismo, y ambas cosas me parecen igual de peligrosas. La clase trabajadora no es un ente monolítico, no responde a la visión, muchas veces folclórica, del trabajador de la fábrica, varón y heterosexual. La clase trabajadora es plural, también es inmigrante, también es mujer, negra, mulata, blanca, tiene diversidad de identidades sexuales. Por lo tanto, yo no entraría en la falsa dicotomía o clase trabajadora o diversidad, la clase trabajadora es diversa, la diversidad no se la podemos dejar a los posmodernos.
MO: Pero el sujeto de la oración es “la clase trabajadora”.
AT: Eso es. Es como lo de trabajador precario o precariado, precario como sustantivo no es lo mismo que trabajador precario o precarizado. Al sustantivizar, fragmentas intereses y enfrentas a unos sectores de clase con otros: el precario frente al trabajador con ocho horas de contrato que cobra las horas extras, lo que el sistema ahora llama privilegios.
MO: Pero el capitalismo en su actual fase neoliberal utiliza esas etiquetas para fragmentar.
AT: Porque al capitalismo le interesa que esos sectores olviden que son también parte de la clase trabajadora, además de transexuales, ambientalistas o afrodescendientes. Una parte del activismo no es consciente de ello y opta por dedicar su tiempo y su acción política a unos intereses parciales, sin una visión de conjunto y sin enmarcar esas contradicciones en la contradicción mayor, el conflicto capital-trabajo, que afecta a todo el mundo. Eso es legítimo, cada cual elige, pero si queremos que haya una transformación de raíz, que acabe con esas mismas contradicciones, con esas discriminaciones de género o por ser LGTBI o con el racismo, eso pasa principalmente por superar el capitalismo.
MO: Hay quien dirá que tu posición es maximalista.
AT: Es posible, pero el socialismo está erigido en otros valores, antagónicos a los valores que dan lugar a la discriminación del tipo que sea. Incluso hay quien dice que la discriminación pasa por la naturaleza del ser humano y que no tiene nada que ver con el sistema económico, pero lo cierto es que es funcional al sistema económico capitalista, porque es una manera de fragmentar y dividir y de justificar, bajo en un argumento superestructural, un elemento estructural.
MO: Hemos tenido conflictos como Coca-cola, Movistar, kellys, pensionistas, con marcado carácter de clase y donde las organizaciones sindicales tradicionales has sido superadas.
AT: Rosa Luxemburgo explica en su Huelga de masas, partido y sindicato que la clase puede terminar superando a las organizaciones y a las direcciones, cómo en los momentos de estallido del conflicto toda la teoría de las organizaciones de masas se va al garete porque los acontecimientos, la clase y los trabajadores superan toda la teoría y pulverizan su praxis con su fuerza revolucionaria. Eso nos debería llevar a reflexionar sobre la conexión de la dirigencia con la base. Conviene no infravalorar nuestra clase ni su potencial revolucionario. Puede que, como decimos en el libro, la clase esté aletargada, dormida o silente, que parece que no existe, pero ojo porque, cuando se despierte, algunos nos van a saber dónde meterse.
Realmente este sistema se sostiene porque los trabajadores somos demasiado buena gente y tragamos mucho, porque la gente está muy cabreada y si la gente no sale a prender fuego a las calles, que podría y tendría elementos para hacerlo, es porque han conseguido domesticarnos. No lo digo como amenaza sino como expresión de sorpresa, con lo que se sufre en los trabajos, las enfermedades laborales, los suicidios, los desahuciados… Todo eso genera una rabia profunda que no hay que infravalorar y que puede estallar en cualquier momento.
MO: Dos cuestiones más, antes de terminar, la cuestión de la soberanía y el papel de la cultura. ¿Qué es para ti la soberanía y qué papel puede jugar en la construcción de un de un sujeto antagónico?
AT: El tema de la soberanía vinculado al debate identitario o nacional personalmente me aburre, aunque entiendo que toca fibras sensibles y moviliza a mucha gente. Ahora hay una izquierda española que quiere resignificar el concepto de España para darle un contenido positivo. A mí, sinceramente, no me interesa. Quizás porque vengo de Catalunya y estoy ya de las patrias un poco saturada. Puede que ayude a movilizar o construir sujetos antagónicos pero, si no hay visión revolucionaria, será antagónico en términos sólo nacionales, no soberanos. Y eso no sé si ayuda a la toma de conciencia… La soberanía real no pasa por defender una bandera o una identidad nacional, sino una soberanía económica y política, popular, la que te permite como gobierno adoptar medidas que rompan con el neoliberalimo y superen el capitalismo. En Cuba o Venezuela han logrado vincular la defensa de la soberanía y la identidad nacional con un proyecto revolucionario por eso ahí lo identitario-nacional tiene una potencia que no tiene por aquí.
MO: El libro lo escribiste con un tipo que está dedicado a la batalla cultural, ¿qué valor concedes a la cultura y la creación en la construcción de un sujeto de clase antagónico?
AT: Vivimos la mercantilización de la cultura y de los espacios culturales creativos. De hecho, hemos trabajado a posteriori el asunto de los obreros de la cultura en otro libro que editó el año pasado siglo XXI. Creo que se trata de una lucha fundamental. Nega y yo quizás tenemos visiones un poco diferentes por nuestra distinta ubicación. Él señalaba en una reciente entrevista que ningún grupo musical te va a salvar del fascismo, sino las asociaciones de vecinos de barrio, el partido, el sindicato. Estoy de acuerdo pero también hay que reconocer el impacto del arte y la cultura en la toma de conciencia, a la cual él le quita importancia en un ejercicio de modestia. Sin embargo, el mérito de Los Chikos del Maíz y otros ha sido la politización de gente muy joven que incluso se ha formado indagando y nutriéndose de las referencias que hacen en sus canciones a libros, a discos, a personajes históricos, a políticos, lo que ha llevado a algunos a militar. La música es un canal muy potente para transmitir ideas. Mira el festival en la frontera con Cúcuta que hicieron los representantes de la industria musical de Miami, en un contexto militar intervencionista, saben que la música y los artistas, y el frente cultural es parte de la batalla cultural. Tendríamos que aprender y utilizar la música en beneficio de nuestras ideas, pero hay que hacerlo bien, no sirve de nada que seas revolucionario si no tienes flow. La música, como la escritura o el arte en general no se alimenta sólo de la pasión política, sino también del oficio y de eso inexplicable que algunos llaman “duende” en el flamenco y es lo que permite conectar en la parte irracional del ser humano, que no hay que desdeñar.
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