Domingo Faustino Maradona
por Alfredo Grande
“La cultura represora miente con la verdad. Mentira Total.”
(aforismo implicado)
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Los vecinos se enfrentaron con la policia
Insólita pelea por una cancha de fútbol en un barrio salteño
En tiempos donde algunos alumnos se quejan de las exigencias que les imponen los docentes, la nota la dieron ahora algunos padres que se enfrentaron con la policía para evitar que se construya una escuela en la cancha de fútbol del barrio Juan Pablo II, ubicado en la zona norte de la capital salteña. “Si se construye una escuela en este lugar, los chicos van a volver a caer en la droga; jugando al fútbol se distraen y se alejan de ese mal”, dijo a Clarín Javier Pérez (28), uno de los vecinos. “La gente perdió los valores. El fútbol no puede estar por encima de la educación”, afirmó el ministro de Educación de la provincia, Leopoldo Vancauwleart. “No estamos en contra de la escuela, solo pedimos que la construyan en otro lado. Nosotros tenemos una escuela a dos cuadras, mientras que otros barrios aledaños no tienen edificio y los chicos tienen que ir hasta el centro para estudiar”, explica Hugo Quipildor (37), el vecino que lleva la voz cantante y terminó detenido. El Ministerio de Educación piensa construir la escuela con 10 aulas y todas las dependencias que requiere un edificio moderno. La obra tenía fecha de inicio el martes pasado, pero cuando los obreros empezaron a trabajar fueron sacados del lugar por algunos vecinos. Cuando la reacción de los vecinos se tornó inmanejable, actuó la guardia de infantería, que se trenzó a golpes con los pobladores de la zona, quienes atacaron a los uniformados con piedras y palos. “La policía no cometió excesos. Los uniformados tienen la orden de actuar cuando son atacados”, explicó Aldo Rogelio Saravia, secretario de Seguridad de la provincia. Ayer se montó en el lugar de la discordia una guardia de infantería con una orden tajante: nadie puede ni siquiera atravesar caminando la cancha, ni mucho menos jugar.”
(Diario Clarín 24/07/09)
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(APe) – Los padres dieron la nota. Parece que para el ministro de educación, Leopoldo Vancauwleart (qué difícil debe ser armar una cancioncita para hostigarlo) la gente perdió los valores. Por goleada. No se le ocurre al salteño del imposible apellido, que pueden tener otros valores. Por lo tanto la catequesis de la cruz, la espada y la infantería. ¿Puede jugarse el destino de la batalla cultural en una canchita de fútbol? Por cierto, y agrego: no hay mejor lugar para ese juego. En una memorable película, un equipo formado por prisioneros de guerra jugaban un partido contra el poderoso equipo del Tercer Reich. Hay un gol de antología de Pelé y una atajada de Sylvester Stallone en un penal que definía el partido. “Escape a la victoria” es el título en una segura mala traducción. Naturalmente, Max Von Sidow hacía del alemán bueno. En un artículo memorable, el gran Fontanarrosa explicaba cómo el gol de palomita de Pedro Poy cambió la historia de su vida. Pero este alemanote de Vancauwleart, qué va a entender de escapes para la victoria, más interesado en victorias que no tengan escapes. Por no aceptar el fútbol, el alemanote propuso el box, entre los pesos pesados de la infantería y los welter juniors de los pobladores, con Quipildor al frente, el de la voz cantante (¿será por resonancia con el Zamba?). Que en este país alguien no entienda el fútbol es grave. O creer que el fútbol es torneos y competencias, o la afa del faraón Grondona, es más grave todavía. Enrique Pichón Riviere veía en el fútbol un ejemplo de grupo operativo. La mutua representación interna de los integrantes del equipo, la homogeneidad en la tarea, la pertinencia de las conductas de los miembros. El fútbol es el único deporte que nace “desde el pie”, llega a la cabeza, y vuelve al pie. Es pensamiento puro, sin el botox intelectualoide de los jerarcas de la cultura. Oponer una escuela al fútbol tiene la misma densidad cultural que oponer el arte a la filosofía. También en una cancha, en el potrero más precario, hay una soportable producción de verdad. La comunión laica del gol, la tristeza compartida por la derrota, son todos fenómenos de masas que los demócratas de la suprema corrección política no pueden entender. Hay algunos que han parasitado esa verdad. Macri, el buen vecino, es el que se dio cuenta primero. Pero dejarle el alma bostera a Mauricio es peor que el crimen de Fausto, al cual al menos lo exime el amor por Margarita. El diablo sabe por diablo, pero más sabe por capitalista. El roba pero hace, quizá estuvo presente en el furor constructor del gobierno salteño. ¿Quién puede oponerse a una escuela? La inmaculada concepción de la escolaridad pasa por el edificio paradigmático de la educación como disciplinamiento social. Las jerarquías post familiares tienen en la escuela su lugar de incubación. Por algo a la maestra se la nombraba como la segunda mamá, implícita prohibición de verla como la primera mujer. Esta forma de educar/apalear al soberano tiene mucho más de educastradores que de educadores populares. Predican mucho y preguntan poco, como señalara Frei Betto. Comenzar una construcción sin escuchar las voces de los que tienen voz, es poner un cimiento con cemento contaminado. Por las dudas, por si quedara margen para pensar algo, la infantería custodia la canchita. Seguramente con más celo con el que cierra prostíbulos, los supermercados miserables de la trata. Ni siquiera el mítico Cholo Simeone, el hacha brava Navarro, el mariscal Perfumo, podrían haber pegado más y mejor. Pero es claro el mensaje educativo del secretario de seguridad de la provincia. “Los uniformados tienen orden de actuar cuando son atacados”. Quizá los pobladores no advirtieron que el Bestia Fútbol Club se hacía presente para proponer un “honesto” desafío, al estilo solteros contra casados. En este caso, borceguí contra alpargatas. De los libros, ni noticias. Porque la cultura represora entroniza un supremo mandato: mentir con la verdad. Porque es verdad que pretenden construir una escuela, pero es mentira que se trate de educar. La educación para la liberación empieza cuando los deseos se prolongan en los deseos de los otros. Y el deseo de jugar fútbol, o de rockear, o de hacer teatro, o de cantar, es más educativo que el de asistir a clase con el guardapolvo blanquito como culito de bebé (mientras sea bebé de clase media). Y si de construir se trata, la escuela debería rodear, contener, trascender ese campo de todos los sueños que es una cancha de fútbol. La escuela que se acerca a Paulo Freire y se aleja de la cruzada laica y evangelizadora de Sarmiento. Una escuela donde el colectivo de docentes y alumnos autogestionen la cultura. Para desterrar para siempre ese “partido que debemos jugar todos”, los mundiales de la tortura y el horror, que los genocidas emplearon para prolongar su impunidad en un mundial de la vergüenza. En esa “otra escuela posible”, con la canchita de hermoso césped en el centro de todas las escenas, con dos equipos de fútbol de niños bien alimentados, porque para patear fuerte hay que comer todos los días y comer bien, un coro no demasiado afinado cantará a voz batiente: “fue un partido, tu vida y tu elemento, la gambeta, la rabona y marca, tu niñez, tu pasión y testamento, porque al darle al balón, le diste al alma; con la luz de tu genio deslumbraste, al tablón y plateas en mil canchas; por ser grande al imperio te animaste, con el dedo, con gambeta y con estampa; y al latir, el corazón va repitiendo, gloria y honor, honra sin par, para el grande entre los grandes, para el Gran Diego, el gol inmortal.”
En una escuela que por lo menos enseñe tanto como una canchita de fútbol.
{ Agencia Pelota de Trapo }
Publicado em 01.08.2009