Sabra y Chatila, 30 años de injusticia
En 1982 Líbano y los campos de refugiados palestinos fueron sumergidos en un caos ceñido de muertes y destrucción por la soldadesca del régimen israelí
por Suhail Hani Daher Akel
Con el sugestivo calificativo militar “Paz para Galilea”, la invasión de Israel al Líbano el 6 de junio de 1982 se transformó en la hoguera que calcinó a niños, mujeres y ancianos al paso de la soldadesca del premier israelí Menahem Beguin y su ministro de Defensa Ariel Sharon. A 30 años del magnicidio nadie pagó la culpa ni fueron llevados ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU.
El Líbano y los campos de refugiados palestinos fueron sumergidos en un caos total, ceñidos de muertes, dolor y destrucción. La resistencia palestina de la OLP, encabezada por el comandante Yasser Arafat y la resistencia libanesa, con tenacidad enfrentaron al poderío sionista. Luego de 88 días de mortíferos bombardeos sobre Beirut, Arafat, comprometió a las fuerzas internacionales a resguardar los campos de refugiados palestinos y con un acuerdo en agosto de 1982, la OLP se retiro del país. “Salimos para que el pueblo libanes respire aire puro, esperemos que este sea un ejemplo para que todas las fuerzas extranjeras se retiren de aquí”, declaró Arafat a la prensa el 18 de agosto.
Nadie se fue y las fuerzas ocupantes israelíes ante miradas atónitas del 16 al 18 de septiembre de 1982, rodearon los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en Beirut. Convirtieron la noche del 16 en día con sus bengalas de guerra, dando luz a un servil grupo de mercenarios libaneses falangistas que respondiendo a sus bajos instintos no titubearon en aligerar su incentivado odio.
Con hachas, cuchillos y fusilamientos en masa, asesinaron impunemente a indefensos civiles palestinos, mientras los buldócer militares israelíes apresuradamente se encargaron de remover los escombros de las casas destruidas envueltos con los cadáveres de refugiados para evitar saber la cantidad de muertos.
Más de 5.000 mártires palestinos mayoritariamente niños, mujeres y ancianos, comenzaron a convertir el aire de Sabra y Chatila en los recuerdos de la muerte, junto con miles de mártires libaneses asesinados durante la invasión.
Encabezada por el Presidente del Tribunal Supremo israelí, Yitzhak Kahan, el juez Aaron Barak y el general Iona Efrat, se formó la “Comisión Kahan”, que redactó su investigación en un Informe de 115 páginas el 8 de febrero de 1983, hallando responsables directos a la falange libanesa del asesinado Bashir Gemayel, dirigidos por Fadi Frem y Eli Hobeika, quienes a las 18 horas del 16, dieron la orden de atacar los campos, con el visto bueno de Sharon.
Los Comisión consideró a Israel indirectamente responsable sin hacerlo cargo por el alto costo humano que les causó a los refugiados. Al tiempo, que redujo cualquier otro intento de investigar a los culpables, dejando a la misma como un deplorable show de la sangre derramada. Los funcionarios israelíes tildados como responsables continuaron manteniendo sus cargos militares y gubernamentales. Ariel Sharon, quien dirigió personalmente la invasión y supervisó el ataque, la Comisión, sugirió su renuncia sin poder acceder nunca más a cargos públicos. Como ministro sin cartera y a cargo de varios ministerios, incluso el de canciller, Sharon, se convirtió en primer ministro israelí en 2001, felicitado por los gobernantes de la comunidad internacional.
En cuanto al General Amos Yaron, comandante de las fuerzas de ocupación en Beirut, la Comisión recomendó no permitirle acceder a cargos oficiales, sin embargo, se convirtió en director general del Ministerio de Defensa israelí. El primer ministro Menahem Beguín, no aceptó dimitir, pero fue obligado a renunciar por la manifestación en su contra de 400 mil israelíes con remeras blancas manchadas de sangre, acusándolo del atroz crimen, igualmente nunca se lo convocó por su comprometedora participación. Tampoco se solicitó la cesantía del jefe de Estado Mayor del Ejército israelí, general Rafael Eytan, por el solo hecho “de jubilarse próximamente”.
Los palestinos que sobrevivieron atormentados por los recuerdos de la muerte, sus heridas no tratadas con justicia siguieron abiertas. En junio de 2001, veintitrés sobrevivientes palestinos y libaneses lograron abrir una demanda en los tribunales belgas contra Sharon, basados en la Ley Belga de 1993 que reconoce competencia universal a la justicia por genocidio y crímenes de lesa humanidad, independientemente del lugar donde se cometieron y las nacionalidades y lugares de residencia de las víctimas y los acusados.
Sharon, avezado criminal de guerra, actualmente en estado vegetativo, ignoró la demanda internacional y los funcionarios del gobierno israelí calificaron inmediatamente de “escandalosa la decisión de la justicia belga”. La misma fue acogida con cólera por el presidente israelí Moshe Katsav (quien en el 2007 renunció por acosos sexuales a sus subordinadas y fue condenado en 2011). Arrogante, Katsav, declaró: “Niego absolutamente el derecho moral a Bélgica de juzgar a líderes y oficiales del ejército israelí… Nadie tiene el derecho de poner en duda las normas morales y humanas con las que trabaja el ejército israelí”.
Por su parte, Eli Hobeika, nombrado en 1985 jefe de las Fuerzas Libanesas, además de obtener más adelante cargos políticos, fue citado a declarar ante los tribunales belgas. Alejado de sus viejas relaciones con Israel, públicamente se mostró decidido a declarar en contra de Sharon. Antes de llegar hacerlo, Hobeika, murió el 24 de enero de 2002, víctima de un atentado explosivo en contra de su auto a pocos metros de su casa en Beirut, en la que murieron además de su hijo, tres de sus guardaespaldas. Según el diario francés L’Humanité, aseguró que “Eli Hobeika había afirmado contar con documentos que desvinculaban a las milicias falangistas de la masacre de Sabra y Chatila e implicaban directamente a Sharon”.
Xenófobos y con un alto grado de intolerancia y antisemitismo en contra del semita pueblo palestino, el tsunami arrollador de Israel, desnudó la barbarie de la ocupación dejando cifras desesperantes en la vida palestina. Es absurdo qué los criminales israelíes de Sabra y Chatila; de las distintas Intifadas; de la masacre de Gaza y de los líderes palestinos, sigan impunemente libres y agasajados por la comunidad internacional con significativos premios que exceden su ética y moral. Es absurdo que los líderes israelíes responsables de violar los derechos humanos por décadas, sigan manteniendo relaciones con gobiernos que aborrecen a voces los regímenes violadores de los derechos humanos, pero con Israel, distraídamente hacen una embarazosa excepción.
Desde la masacre de Deir Yassin en 1948, pasando por Sabra y Chatila en 1982, la operación Plomo Fundido contra Gaza en 2008 y hasta la actualidad, la línea del dolor y el sufrimiento formó parte del pueblo palestino, víctima de una Europa del siglo pasado que apagó la llama de su holocausto europeo, encendiendo el holocausto palestino, al que nadie se atreve apagar.
{ La Haine }