Elogio de la locura
por Ariel B. Coya
“Hay un cierto placer en la locura, que solo el loco conoce”.
Pablo Neruda, poeta chileno, Premio Nobel de Literatura (1971)
Hubo un periodo de la historia, sobre todo en el Medioevo, en el que ser tildado de loco equivalía tácitamente a convertirse en hereje y por consiguiente a morir rostizado en la hoguera (como fueron los casos de Juana de Arco y Giordano Bruno). Curiosamente, con el paso del tiempo, el término cobró nuevas acepciones y, por cosas de la vida, pasó a ser también sinónimo de genio. Sin ir muy lejos, Van Gogh y Einstein ofrecen de seguro dos magníficos ejemplos.
Hablando de lo mismo, en el fútbol, que nunca ha sido un mundo muy cuerdo, hace tan solo unos días el argentino Martín Palermo pasó de loco hereje a héroe reivindicado: A punto de cumplir los 37 años, se transformó en el debutante más veterano en marcar en una Copa del Mundo, casi una década después de haber sido defenestrado de su selección.
¿Cuál había sido exactamente su pecado? Algo totalmente de locos: Palermo, que incluso había convertido poco antes un penal con los dos pies, erró tres penas máximas en el choque que la albiceleste perdió por 0-3 ante Colombia, en la Copa América de 1999. Un récord bien difícil de igualar y por el cual ardió sin muchos miramientos en la pira de los críticos más furibundos.
Cualquier otro jugador en su sano juicio, hubiese optado por dedicarse a otra cosa, emigrar del país o cambiar de identidad. Palermo, sin embargo, no lo hizo así y antes más bien, continuó dedicado a lo suyo, que como todo delantero consiste básicamente en firmar goles: de zurda, de cabeza o de taco; con las nalgas, de derecha, colgado del travesaño o hasta lesionado.
De ese modo devino un auténtico ídolo dentro del conjunto bonaerense Boca Juniors, al que había arribado en 1997 por petición expresa de Diego Armando Maradona, tras descollar en Estudiantes La Plata. Luego se marchó a la Liga Española e hizo goles hasta que se lesionó, antes de regresar nuevamente a Boca, para seguir perforando las redes rivales y volverse a lesionar.
Así y todo, Maradona, en un rapto de loca lucidez, lo convocó para el partido eliminatorio contra Perú, un duelo de vida o muerte en el que solo una victoria le servía a Argentina para ir al Mundial. Diluviaba en el terreno, con el choque empatado (1-1), cuando a Palermo le llegó su oportunidad. En el último suspiro, en la última jugada, pescó un balón perdido en el área y marcó. El estadio en pleno y la Argentina toda se fundieron de pronto en el delirio y el viejo Palermo, lloroso y sonriente, pasó a transformarse de villano defenestrado en un loco genial. Algo muy parecido a lo sucedido ahora.
“Andá y definímelo”, le ordenó el Pelusa cuando el encuentro ante Grecia marchaba solo 1-0 y Palermo, obediente, saltó al césped. Es verdad que no hizo gran cosa, salvo tocar un par de balones, pero uno de ellos lo empujó al fondo del arco para el 2-0. Esa fue su genialidad.
Claro que si de orates se trata, en el manicomio balompédico que es por estos días Sudáfrica quizá no exista nadie más chiflado que Marcelo Bielsa. Argentino como Palermo, es quien conduce los destinos de la sorprendente escuadra de Chile, país donde, según cuentan, lo quieren canonizar.
San Marcelino le llaman allí, aunque Bielsa como todo “loco” que se respete alguna vez también ha sido tratado mal. Más exactamente cuando, después de clasificar a Argentina como favorita no logró rebasar la fase de grupos en aquel Mundial asiático del 2002. Aún así, consiguió darle a la albiceleste el único título que le faltaba con el cetro olímpico del 2004. Luego, sin más palabras, renunció.
Nacido en una familia de juristas, hay quien opina que con él, el mundo perdió un gran abogado, aunque tal vez lo hizo para ganar un técnico excepcional, como demuestra que durante su época en Newell’s agarrase una libreta y un mapa con el país dividido en 70 regiones para salir a la búsqueda de jóvenes promesas en un auto destartalado.
Siempre con chándal (la única vez que usó traje perdió un partido), siempre aprensivo, el día entero se lo pasa bolígrafo en mano garrapateando estrategias y trenzando alineaciones. Por no decir ya que en una ocasión estudió a fondo 32 videos del Milan para refutarle un criterio a su amigo Valdano o que igual es capaz de ver dos partidos a la vez. Entonces quién le advierte a España que hoy, en Pretoria, se medirá a un rival espinoso, conducido por un loco que, entre el genio y la herejía, duerme, come y anda para vivir el fútbol de una forma visceral.
{ Granma }
Publicado em 27.06.2010
November 4th, 2010 at 15:14
Un millón de gracias Marcelo Bielsa por estos tres años de seriedad, coraje y corazon. Estamos en Chile. país idiota.