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El siglo idiotizante
Raúl Zaffaroni nos envía esta nota desde Italia en la que sostiene que con la perspectiva que da la distancia todo parece indicar que con la fórmula Férnandez-Férnández se pone un poco de orden, lo que permite que renazca la esperanza en medio del desastre en el que nos sumió el gobierno de Cambiemos. Un panorama sobre el siglo idiotizante que va más allá de la realidad nacional.
por E. Raúl Zaffaroni
Escribo desde lejos, a once mil kilómetros de distancia de la Argentina; la distancia da perspectiva. Desde aquí todo parece indicar que con la fórmula “FF” se pone un poco de orden, lo que permite renacer la esperanza en medio del desastre.
Pero también cuando se está en otro lugar, necesariamente algo diferente se ve de cerca. Estoy en el país de mis abuelos, donde no faltó nunca el desprecio hacia los del “sur”, a quienes los del “norte” llaman “terroni”, peyoración que siempre me sonó demasiado cercana a la de “cabecita negra”, propia de nuestro racismo “gorila”. Pero ahora resulta que los del “sur” votan a la “Lega”, que sintetiza el ancestral desprecio del “norte”, y lo hacen por el miedo que les infunde la manipulación mediática hacia los pocos africanos que a costa de sus vidas logran atravesar el Mediterráneo. Prefieren votar a quienes siempre los discriminaron, a quienes por lo bajo decían que eran italianos por un error de Garibaldi, porque los medios hegemónicos muestran a esos infelices náufragos como supuestos causantes de todos los males de los italianos y, además, les imputan que no trabajan, cuando les está prohibido por su condición de “indocumentados”.
El gobierno, en el colmo de la demagogia racista, emitió un decreto-ley imponiendo una multa de 50.000 euros a quien rescate del mar y salve la vida de uno de estos infelices náufragos, o sea que se pretende penar a un ciudadano por no cometer un delito omisión de socorro.
Si bien al parecer no convertirán en ley ese decreto y perderá vigencia, es porque aquí las cosas son un poco más serias y los decretos-leyes caen cuando no los ratifica el Parlamento en cincuenta días, como también porque aquí todavía existe una Corte Constitucional que anularía una ley con semejante grado de aberración.
Pero de todos modos, esta visión de lo cercano hace pensar que lo que nos pasa a los argentinos responde a una característica de nuestro tiempo, donde en la política del hemisferio norte tampoco se ahorran ninguna manipulación, como corresponde a gobernantes que son gustosos rehenes de las corporaciones multinacionaes, de las que también forman parte los medios que inventan la realidad.
Discépolo decía que el siglo XX era un “cambalache” y vaticinaba que seguiría siendo una porquería en el 2000. No se equivocaba, en el XXI lo sigue siendo, quizá aún más problemático, pero no sé si “febril”, diría que más idiotizante.
En efecto, lo es si asignamos a la palabra “idiota” el sentido de Dostoievsky, del que no cree en la hipocresía, porque prefiere creer en la bondad y en la transparencia de los otros, en este caso del poder financiero transnacional y en sus “lobistas” convertidos en políticos en el hemisferio norte y en sus agentes colonialistas como Macri y sus ministros en el hemisferio sur. Es en este sentido que pretenden “idiotizar” a los pueblos, tanto a los del norte como a los del sur.
Comparando las dos tentativas de “idiotización”, la de aquí y la que, con perspectiva de distancia, se observa en nuestra Patria, no es posible menos que pensar en un método común de idiotización aplicado a dos realidades diferentes, aunque la nuestra – y no sólo por mayor involucramiento o pertenencia – se vivenció como de mayor gravedad.
Estamos asistiendo a comedias judiciales que no hacen más que remedar las del siglo “febril” de Discépolo que, si bien eran más obscenas y notorias, impiden olvidar sus lejanos antecedentes: los juicios-purgas estalinistas de 1938, los del “Volksgericht” nazi y, entre nosotros, la persecución a Yrigoyen, el juez Botet y la “traición” de Perón y los legisladores, la mirada distraída de la Corte argentina ante los fusilamientos de 1956, etc. La historia nunca se repite fotográficamente, pero las diferencias circunstanciales no borran su idéntica genética.
Han logrado sentar a Cristina en un juicio oral para obtener una foto de campaña electoral, mientras clonan procesos penales en su contra al infinito. Poco importa que se trate de un proceso que puede ser nulo, porque ante la posibilidad de que la Corte resuelva nulidades, mejor lo llevan a cabo antes. Tampoco se entiende bien que si la Corte pidió el expediente – aunque fuese para obtener una fotocopia – esto no signifique que le abrió la instancia, pero todo eso parece ser materia insignificante.
Y en realidad lo es, cuando, por otro lado, mantienen presos preventivos con supuestas “doctrinas” que no pasan de ser inventos disparatados. Es verdad que muchas veces, en el derecho media biblioteca dice una cosa y otra media otra, pero en este caso se inventa lo que nunca se sostuvo ni en el último panfleto del último estante perdido de ninguna biblioteca jurídica.
Entre este cúmulo de disparates se pretendió que había “traición a la Nación” sin guerra, contra la definición constitucional vigente desde 1853, y con semejantes dislates se mantiene en prisión a quienes fueron ministros y a quien fuera vicepresidente, al que nunca le perdonarán haberles hecho perder en negocio de las AFJP. Tampoco un juez tuvo reparo alguno en determinar o acelerar la muerte del que fuera digno canciller argentino.
Se manipularon las prisiones preventivas o las excarcelaciones para forzar “arrepentimientos”, y el fiscal estrella de los procesos se encuentra imputado y rebelde por negarse a prestar indagatoria en un proceso que involucra a extorsionadores y “espías”, amparándose en los fueros destinados a garantizar el ejercicio de la defensa de la sociedad. También un supuesto poder judicial plagado de parientes y al servicio de un gobernador, se empeña en clonar procesos contra Milagro Sala y su gente, mientras destruye su obra.
El inconstitucional tipo de “asociación ilícita”, cuyo origen fue la criminalización de los sindicalistas en tiempos en que las huelgas eran delitos, se reparte generosamente contra todos los opositores molestos o que puedan representar algún riesgo electoral. Todos sabemos que es un tipo penal que se usa para evitar excarcelaciones, pues incurre en el absurdo de penar un mero “ponerse de acuerdo”, lo que es algo menos que un acto preparatorio. Nadie diga que inventamos esto ahora, porque lo escribimos hace más de dos décadas y lo hemos sostenido en todos los casos y cualquiera sea el imputado por este tipo inconstitucional.
Mientras hay jueces – o algo parecido – que protagonizan estas conductas judicialmente patológicas, los “trolls” y los medios hegemónicos inventan lo que ahora se llama “fake news”. Así, pretenden hacer creer que alguien se robó un PBI, con motivo de lo cual hicieron agujerear el suelo Patagónico – quizá después de leer “La isla del tesoro” – y buscar debajo de una tumba – que no era la de Tutankamon -, cuando en realidad algo más de un PBI lo robaron quienes a partir de 2015 endeudaron a la Nación en esa cantidad y continúan llevándose por lo menos un millón de dólares cada tres horas hasta este momento. El tradicional diario elitista, reaccionario y entreguista y su émulo monopólico, cubren esta última maniobra colonialista.
El método con el que operan en este siglo idiotizante es el mismo, pero nuestra situación es más trágica. El régimen de Macri paraliza la investigación científica y tecnológica, desfinancia universidades, afecta la salud, aumenta el desempleo, baja el PBI, produce balanza comercial negativa, quiebra empresas, devalúa salarios y jubilaciones y pensiones, genera hambre en un país tradicionalmente productor y exportador de alimentos.
En medio de este desastre, tampoco faltan traiciones. Las hubo siempre, también en el siglo “febril” de Discépolo. ¿Se acuerdan del almirante Tesaire, vicepresidente de Perón? Ahora no faltan quienes quieren convocar a la unidad de la oposición y se reúnen para dividirla, después de haber votado en el Congreso las leyes que habilitaron el actual desastre, pese a que el ejecutivo subestimó como nadie al legislativo, legislando por vía de decreto, pretendiendo nombrar jueces supremos por decreto o de denunciar tratados (como el del UNASUR) sin intervención del Congreso.
Y no falta la trágica presencia de la ministra de seguridad, que aterriza en esa cartera después de haber recorrido de un extremo al otro todo el arco ideológico de nuestra política, ahora para recomendar que nos armemos, que todos tengamos armas, pues quiere ser vicepresidenta, objetivo para el cual poco le importa que haya más muertos, porque cualquiera con suficientes neuronas sabe que nadie puede garantizar que las armas las usen sólo las personas “decentes” para defenderse de los “criminales”, sino que también las usan los criminales y las mismas “personas decentes” cuando pierden la paciencia en cualquier incidente callejero o intrafamiliar, o cuando por no saber manejarlas se les escapan disparos.
Y la ministra se burla de las garantías e instiga a los trabajadores policiales a disparar. Ante los niños muertos como consecuencia de una policía que dispara contra un automóvil humilde en que únicamente llevaban patinetas, resultado de la prédica mediática y demagógica de la ministra y de su acólito provincial, como también del ahora esclarecido encubrimiento del homicidio de Rafael Nahuel, de una vez por todas es bueno decirle que las garantías no tienen apellido, porque son las propias del Estado de Derecho que el régimen al que pertenece está demoliendo y que sería mucho más apropiado que las llamase “doctrina de la Constitución”, pues están allí por lo menos desde 1853, muchos años antes de mi nacimiento.
Sería bueno que la ministra comprenda de una vez por todas que nadie está contra “la policía”, salvo ella. Porque somos muchos los que también defendemos los derechos humanos de los y las policías y por eso la invitamos a que les habilite la sindicalización, para poder hablar con los trabajadores y trabajadoras policiales y no con ella, que no los representa, porque la jefatura puede dar autoridad pero no representatividad, la ministra no es policía, nunca lo fue y tampoco tiene ninguna experiencia ni vivencia policial, salvo lo que ve en las series. ¿Si tanto pretende defenderlos, por qué no los deja sindicalizar? ¿O acaso tiene miedo de que – como todo el mundo – hablen y reclamen ellos mismos sus derechos?
La cercanía de una realidad diferente, que permite ver dos consecuencias de un siglo de pretendida idiotización mediática y comunicacional, reafirma la impresión de que la tarea que tenemos en el futuro inmediato es enorme, no se limita a nuestra realidad local, va mucho más allá, pero tendremos aliados y brechas, porque por suerte el poder nunca es macizo y la idiotización tiene sus límites; al final se nota demasiado la hipocresía, como cuando el presidente compara las computadoras con los chorizos y la gobernadora, a su lado, ensaya sonrisa de Gioconda. Al menos en medio del drama argentino en que nos ha sumido el régimen de Macri, aparece con “FF” una señal positiva de ordenación hacia el futuro.
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