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La violencia del pacifismo
por Pablo Hasél
Quienes se reivindican pacifistas se otorgan el monopolio de la lucha por la paz, cuando en el mejor de los casos lo único que hacen es perpetuar la violencia de los opresores al condenar la autodefensa que les impida ejercer la violencia o terminar con su impunidad. Por eso no podemos permitir que nos den lecciones de paz y embauquen al personal vendiéndoles que son ellos quienes pueden conquistarla. Partamos de la base de que sin justicia no hay paz y bajo el yugo del capitalismo, un sistema que asesina de mil formas (guerras imperialistas, hambre, miseria, terrorismo patronal, destrozando la sanidad, etc) es imposible garantizarla. No es casualidad que la inmensa mayoría de autodenominados pacifistas, no denuncien esa constante violencia criminal. En nombre de la izquierda son capaces de no hacer nada ante 700 trabajadores muertos cada año al ser forzados a trabajar sin seguridad, pero si mañana una guerrilla ejecutara a un opresor, saldrían rápido a condenarlo. Entonces, ¿de qué paz nos hablan? Pero el colmo de la frivolidad y el cinismo son los politicuchos del sistema que cobrando por manipular para imponer esas políticas genocidas, nos dan lecciones de pacifismo, para luego encima encarcelarnos hasta por luchas pacíficas o denunciar esa violencia.
Decía Malcolm X que “es criminal no enseñar a defenderse en situaciones de brutalidad” o que “cuando es autodefensa ni siquiera lo llamo violencia, lo llamo inteligencia”. Los pacifistas otorgan el monopolio de la violencia a los opresores y prefieren que nos dejemos golpear por ellos a que devolvamos los golpes en legítima defensa. Son los gurús de la izquierda domesticada, como David Fernández de la CUP, que ha impulsado un vergonzoso colectivo llamado “En peu de pau” que ante la brutalidad policial criminalizan que uno no se deje abrir la cabeza o mutilar un ojo. ¿Cómo van a luchar por la paz quienes proponen dejarse golpear? Pues el mismo David Fernández que defiende semejante insulto a la integridad, tiene como referente intelectual al podemita Santiago Alba Rico, un mercenario del imperialismo que ha blanqueado a los fascistas del Maidán en Ucrania o la intervención de la OTAN en Libia que asesinó a miles de personas, etc. Vaya, curiosa forma de entender la paz. No es de extrañar que los grandes medios del capitalismo les pongan un altavoz constante como a Julio Anguita, otro gurú del reformismo más rancio que llamaba a entregar a la policía a quienes se defendieran de la brutalidad policial. ¿Acaso no es violencia el chivateo para que un manifestante sufra la represión? Como también es violencia que él y su partido hayan silenciado tantos años las torturas, asesinatos y encarcelamientos de antifascistas consecuentes. Eso sí, luego no tiene reparo en alabar al fascista Primo de Rivera, no es de extrañar que en la propia web de la Falange, y puede consultarlo cualquiera, hablen maravillas de él.
Pero además, el “pacifismo” de quienes frenan métodos de lucha que a lo largo de la historia han conquistado multitud de mejoras y revoluciones, ni siquiera plantea una resistencia pacífica desarrollada. Se quedan en la más sumisa, en la más inofensiva. El referéndum en Catalunya supuso un peligro al régimen y fue un desafío importante, pero Podemos, IU y otros partidos u organizaciones parecidas, no impulsan ni siquiera una desobediencia como esa. De ahí que no exageremos ni un ápice cuando los calificamos de criados del régimen. Pero la resistencia pacífica, y es un hecho objetivo que demuestra el Estado con la verdadera violencia, siempre tendrá sus limitaciones porque protegerán armados hasta los dientes la dictadura del capital para que no podamos arrebatarles el poder desde su legalidad perfectamente diseñada para que sea imposible el cambio profundo desde esta. De ahí que las luchas obreras que más han conquistado, hayan necesitado el sabotaje, el enfrentamiento con los cuerpos represivos, etc. De lo contrario, como sucede en Catalunya, los cortes duran lo que quiere la policía porque a los primeros porrazos no hay forma de sostener el corte.
A parte de por la nefasta influencia de los gurús del “pacifismo” patrocinados por el sistema, la mayoría de este nace de la absoluta ingenuidad, de confundir los deseos con la realidad. Cuando uno se posiciona contra este por no condenar la autodefensa, en seguida te dicen “pues coge tú el fusil”. Como si entre pegar tiros y dejarse pisotear o golpear no hubiera intermedios, como si cualquiera que no condene la lucha armada tuviera que practicarla. ¿Les exigirían lo mismo a Marx, Engels, Lenin y tantos revolucionarios más que siempre la defendieron e impulsaron pero que no cogieron un revólver en su vida por estar dedicados a otras tareas aún más importantes también arriesgadas? Hay dos tipos de pacifistas: los que saben que por esa vía será imposible la revolución o las grandes conquistas a las que no aspiran y mienten a sabiendas como P. Iglesias, y los que lo pregonan por no querer asumir lo desagradable de la cruda realidad, que avanzar para un día vencer exigirá grandes esfuerzos más allá de manifestaciones-paseo (también necesarias en muchas ocasiones). Los comunistas no vendemos caminos cómodos imposibles, hablamos claro para elevar la conciencia y precisamente por eso somos peligrosos para el Estado que nos encarcela por ello. Como bien explicó Lenin, no hay que cerrarse a ningún método de lucha. Que sepamos que el enemigo hace insuficiente la lucha pacífica en numerosas ocasiones, no significa que rechacemos la resistencia pacífica. Porque a diferencia de los pacifistas, nosotros no condenamos la suya y ellos sí condenan lo que vaya más allá.
Mao decía que “para acabar con los fusiles hay que empuñarlos.” Si viviera aquí sería automáticamente llevado a la Audiencia Nazi-onal, pero lo que quería decir con eso es que desgraciadamente la violencia de las injusticias y las guerras de rapiña del imperialismo, no pueden terminarse por las buenas, porque ante los fusiles de los imperialistas no puede ganar un cuerpo desarmado como ante las porras no pueden ganar nuestras cabezas desprotegidas. Y eso, lo comprendería hasta el pacifista más ingenuo si se viera en Siria atacado por los yihadistas apoyados por USA y la UE. Igual que nadie condenaría que una mujer apuñalara en los genitales a su violador, ¿por qué deberíamos condenar a quienes se defienden de las violaciones de los derechos y libertades más fundamentales? El escritor Julio Cortázar, que defendió la legitimidad de varias guerrillas en Latinoamérica, dijo que “Es importante comprender quien pone en práctica la violencia, si son quienes imponen la miseria o quienes luchan contra esta”. No toleramos lecciones de democracia y paz de quienes creyéndose ciudadanos ejemplares, no se inmutan ante la violencia de la miseria, de la explotación y de las bombas que este Estado lanza o vende.
Pero si hay algo de lo que se aprovechan los “pacifistas” es de su clara ventaja a la hora del debate, pues saben que al defender posiciones inofensivas para los violentos opresores tienen total libertad para hacerlo. Sin embargo nosotros, y a los hechos me remito, si defendemos la autodefensa tenemos muchos números para acabar encarcelados. Pero poco les importa, si ante nuestros encarcelamientos alguien osara plantar cara sin medias tintas, lo condenarían facilitando una vez más, la violencia de los verdugos de tantos inocentes. De ahí que urja tanto reivindicarnos nosotros como lo que somos: los verdaderos defensores de la paz que requiere justicia y el fin de la opresión armada, denunciando a los gurús bien pagados del pacifismo que pretenden que pongamos la otra mejilla mientras somos golpeados, cosa que no hacen ni los malditos curas. Que la pongan ellos, cosa que no hacen, pero que a nosotros y nunca mejor dicho, nos dejen en paz.
{ Contra su genocidio diario }
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