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T’Challa (Pantera Negra) o el afrocentrismo estético
Nuestra Wakanda fue la región de las Esmeraldas, sus límites imprecisos fueron desde el norte de la provincia de Manabí (Ecuador) hasta Buenaventura (Colombia). Hey, paren la mano a los chovinismos escamosos de ambos lados de la raya, esta Gran Comarca de Negritudes es anterior a las dos repúblicas.
por Juan Montaño Escobar
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Chalá, Chala, Chará o la “X”
En estos valles y montañas ecuatoriales se castellanizó como Chalá sin perder o perdiendo muy poco de sus esencias. Por ahí anda el hermano José Chalá Cruz, grupos familiares y las variantes fonéticas del apellido allá, donde llegó la dispersión de la sangre. El apellido, como quiera que sea, es la memoria nítida y palpable en estas calles ecuatorianas. Está la “X” de Malcolm y los cambios cognitivos de apellidos, porque hay que prestarse tiempo renovador para derrotar las cronologías de los ratos victoriosos de la opresión. A la pervivencia balurda de celebrar los triunfos de los opresores se la contesta con la pertinaz existencia del cimarronismo diverso y afinando el verso. Las dudas existenciales son aplazadas para otras preocupaciones temporales, por ahora se transita la historicidad sin detenerse en el aburrido paisaje de las definiciones.
A la inmensidad de nuestras narrativas, en Afroamérica, parecía que le faltaba el comic [1] tumbando esquemas insólitos, por repetidos y repetitivos, de héroes blancos, dueños absolutos del poder casi bíblico (por los intentos de sacralizarlo) de la moral de los Estados americanos. El imaginario de la impropiamente llamada “cultura popular” tiene en la vitrina escolar y en los altares patrios institucionales colecciones de héroes blancos agregados como invención del republicanismo de aerosol. Una vaina imaginaria con abundante dateo libresco. Negocio e ideología combinación perfecta de peso y efecto en el cacumen de la incompleta ciudadanía negra e indígena, incluyendo mujeres o gente de sexualidad libre y diversa.
Bajemos el velocímetro al “tropel de viejas ansias” [2] por explicar. El éxito humano o de humanidad plena, sin restarle a aquella nada ni un pelo, comienza por rebajar el débito de veneraciones a la falsedad historiada del chorro de próceres. Eso es y con otra interpretación a lo que deberíamos llamar a unísono con Paulo Freire: “vocación de humanidad” [3]. O descifrando el jeroglífico con aporte fanoniano: “A decir verdad, la prueba del éxito reside en un panorama social modificado en su totalidad” [4]. Simple y sencillo para aprender a existir. De ahora en adelante.
Wakanda: república tecnológica
Acabo de ver Black Panther traducida como Pantera Negra. Es discurso fílmico cyberpunk en absoluta versión afrocéntrica. Me la pasé bien con la película, demorando el sóngoro consongo del desquite afrocéntrico, por puro cimarronismo de sofá. ¿Estrategia afrocéntrica comercial o política? ¿O desafiar los siglos de oro del eurocentrismo que coloreó a la humanidad en opuestos biopolíticos y necropolíticos? ¡Qué más da si golea con arte y finura la emoción! Este jazzman (o sea yo) calienta neuronas y no le encuentra la vuelta; algo está diáfano: no se grita la llegada, como versifica Antonio Preciado [5], se proclama la estadía con sus reinvenciones sociales y tecnológicas, en Wakanda, país amenazado por el sistema-mundo hostil, auténtico en la ficción y en la realidad. Dentro y fuera de la pantalla se revuelve la depredación evidente a la condición humana de wakandeses de cualquier continente. La noticia de tanto repetirla ya no lo es, pero es el retorno de la barbarie profanando civilizaciones para consumir, previa asunción babilónica (en dicho rastafariano), el crédito único de toda decisión. O siempre fue así, pero ahora es más sofisticada, porque la barriada global tiene otras tribus de parecido afán.
El big crounch de la territorialidad
Es el mapamundi o sentarse en un bar abierto al mundo de gente en tránsito, los andantes buppies [6] y el son cepillao de la fraternidad de la underclass, aquello debió causar un chispazo en los guionistas Ryan Coogler y Joe Robert Cole, no sé qué precisiones se cumplen al instante cumbre de la revelación, qué diablos, importa; las ciudades tienen sus cambiantes lecturas y si no corres la cancha no sobran gozos, ndeko [7]. Fueron ellos, a pesar del fetichismo de la mercancía, o sea las probables relaciones de compra y venta con Marvel Comics, quienes consiguieron desviar la concentración de nuestras miradas a la elocuencia estética del relato exaltador de la filosofía de los black defenders [8]. No hay ingenua inocencia, desconocimiento o puro entretenimiento. No es así, no se jazzea por confesión de parte. Las comunidades afroamericanas, del territorio que sean, sin importar el tamaño, sea urbano (ghetto) o rural, se descubrirán representadas en la película. Para la gente de la costa pacífica colombo-ecuatoriana es un relato fílmico válido en relación contemporánea con la Gran Comarca Afropacífica, con los quilombos, con los palenques o simplemente con la Revolución Haitiana. Una versión propia (bastante diluida cierto es) de aquella eterna afirmación de humanidad más allá de la perversión capitalista de negarla o incorporarla a las tareas de acumulación sin fin, hasta desgastarla o completar la eliminación física y espiritual. Relacionamos esas líneas con el big crunch ecológico.
Nuestras comunidades negras americanas aún se reinventan con materiales de la memoria colectiva, de la historia política y de la dialéctica estética. Y cosas cinematográficas como estas suman. Aquello de colonialidad del saber y del ser no son chorros de teorización difusa o enredos académicos, es retrato real de vidas consumidas, es la evidencia de que las personas negras de las Américas con sus cotidianidades están en el ghetto de 200 millones de ánimas. Chamuyo hiperbólico quizás. En la sociología de Ifá resulta comprender a las barriadas empalencadas en una territorialidad residual y ahí mismo toda comunidad negra empujada a la dispersión diaspórica por los nuevos republicanismos atroces. Ejemplos de ahorita, las decenas de miles de hectáreas de palma aceitera, el desmadre ecológico de la minería aurífera y la desterritorialización enajenante en ambos la’os de la raya colombo-ecuatoriana. El maestro Juan García decía que la Gran Comarca Afropacífica fue reemplazada por la república transfronteriza de la palma.
Los conceptos son cambiantes, por nuevas historizaciones de la gente lumpenizada. La manigua urbana demanda una nueva comprensión de ghetto, ¿acaso versión siglo XXI del palenque afropacífico? Aquello es alquimia política por sus episodios cambiantes (políticas) y mutantes (estéticas), durante este inicio y continuidad de siglo, de ser así modificaría territorialidad + cultura igual a qué. Ya es un desafío al evolutivo espíritu cimarrón. Y por fin comprender que la violencia no es solo aquello encendido, directo y mortal. Hay violencia en los procedimientos y en el barniz borroso de legalidad para desarraigar a las comunidades de Colombia y Ecuador. Esta Wakanda real conquistada y dañada con la tecnología del empobrecimiento absoluto, hasta el trasfondo de sus existencias y hasta la vena más madura de sus recuerdos. Buenaventura y Esmeraldas tienen eso de hermanas en la desgracia.
“A love supreme” en cuarto creciente
Una Luna en cuarto creciente motiva a escuchar el paso del tiempo en black noise, porque junto al débil sonido pedregoso de la hojarasca de los últimos árboles antes del cemento total, el endiablado motociclista que prueba la potencia de su moto hasta que queme aceite, el ladrido sin voluntad de algún perro, la charla frívola de la muchachada, el ruido gratuito de la telenovela proveniente de la casa vecina; yo escucho con necedad cimarrona A love supreme (1965) de John Coltrane. A ese noise [9] existencial se responde con saxo o percusión de timbales, el lenguaje de la soledad desbordada. Eso es el Jazz: Libertad sagrada. Asumo que la creación de Trein (Trane, así aún llaman a J. Coltrane) me relaciona con los detalles existenciales de mi vecindad y mis conceptos emocionales consagrados por este ayé de armonías. El diseño tecnológico de la sociedad dominante produce la inexistencia de las personas negras, urbanas y rurales, dentro de imaginario político y como consecuencia la aplicación constitucional de derechos. Está en su historicidad y en su solidez fehaciente como grupo socio racial supremo, por eso amaga apoyo al ghetto con su gestión de solidaridad desde la caridad navideña o de ocasión espinada, en el caso de Ecuador. Algo parecido ocurre en Colombia de la costa pacífica.
La barriada entendida como ghetto es la migración por la desterritorialización de las comunidades negras del norte de la provincia de Esmeraldas, es diáspora dentro del país que se siente ajeno; se llega y se apropia del territorio urbano como desquite o desvictimación por el despojo, ocurrido a unos kilómetros de acá. Parece otro país. La víctima cambia la estrategia existencial porque la ciudad es gobernada por otros azares y por leyes parecidas, unas escritas y otras se aprenden, porque las inventan, a su acomodo, los poderes grandes y pequeños. No tarda en conocerles la naturaleza malafesiva y depredadora.
De algún lado llega el contingente de investigadores sociales para desmentir al ghetto con dateo jancro [10], refunden la dinámica poblacional con herméticas explicaciones de otros lados. Aquellos pontífices lo entienden como la “tribalización” del proletariado negro y la desfiguración de la lucha de clases. Diez citas de no sé quién convierten el bohío en Partenón teórico. Error de origen: el conglomerado anima la autodefensa cultural, sin pretender idealizar sus corrinches de resistencia o forzar líneas explicativas, porque es la renovación del potencial comunitario en estas circunstancias urbanas adversas. Es vida asociativa, para conseguir el valor ecuacional íntegro, con pocos adjetivos, por favor; es intentar prácticas democráticas ancestrales, por ejemplo, reconocimiento de jerarquías por sabiduría y aportaciones sociales. Son los maestros y maestras de nuestro reconocimiento comunitario, como los maestros Juan García, Lindberg Valencia, Rosita Wila, Petita Palma, por citar unos cuantos.
La pantera no admite que desguañanguen sus derechos
Al fin y al cabo, nada se reduce para siempre, todo se amplía a la existencia y la estética (aesthetics) como expresión, sentimiento, pasión y emoción de los procesos creativos; sencillos o complejos. Producción de técnicas para embellecer, motivar y perpetuar razones de nuestros grupos humanos históricos. Resumiendo: tecnología de la existencia, de la vida con sus funciones y sus garantías de prolongación. Las músicas de marimba (en denominación genérica) o de la costa afropacífica colombo-ecuatoriana, al igual que el Jazz, crearon, produjeron y reproducen sus pulsos estéticos satisfactorios en esa tensión entre individualidad y colectividad. Hay búsqueda de continuar lo comunitario para devolverse con cierta ánima propia identitaria, por lo tanto no se debe jamás sofocar la emancipación individual creativa ni ignorar la ligazón con la comunidad primordial.
La muerte no solo es la calma del currulao energético, del bunde entrópico o del andarele que tienden a cero, afro termodinámica del jamás nunca keep it real [11], eso se acabó, porque habría muerto para oídos, ojos, aprecios y mente. Hasta el apagarse de toda memoria. Existencia para la resistencia y por ella la persistencia, la sociedad mayor dominante no solo acosará tu existencia biológica, sino entundará [12] tú ánima más vital: tú ser de humanidad. Si te declara vivo, entonces eres zombi, en la versión, con todo respeto, del Vudú. O eres un muerto cuya opinión no cuenta, porque los muertos civiles “no tienen oralidad”. Amplia explicación del hermano Achille Mbembe: “Las tecnologías de destrucción son ahora más táctiles, más anatómicas y sensoriales, en un contexto en el que se decide entre la vida y la muerte” [13]. Fue Martin Luther King, Jr., quien precisó la denominación de muerte lenta del ghetto: “un sistema de colonialismo interno”. Y hoy los 200 millones de mujeres y hombres afroamericanos, en su mayoría viven su pinche [14] existencia en las barriadas como confinamientos de control y exclusión. No hay exageración solo gradualismos según el país y las contestaciones cimarronas. “El objetivo del ghetto es confinar a los que no tienen poder y perpetuar esa falta de poder…” [15]. A. Mbembe completa el crossover: “El poder depende siempre de un estrecho control sobre los cuerpos, las nuevas tecnologías de destrucción no se ven tan afectadas por el hecho de inscribir los cuerpos en el interior de aparatos disciplinarios como por inscribirlos, llegado el momento, en el orden de la economía, representado hoy por la ‘masacre’” [16]. O por los sistemas carcelarios de las Américas.
No porque la pantera esté flaca hay que confundirla con gato negro faldero. Los sueños profundos llegan al límite de la muerte, pero el retorno es seminal y si hubo muertos cargando arena, es porque aún estaban disputando su existencia. Si el tránsito por esa restricción, escamoteó o desguañangó derechos ciudadanos, los efectos son contrarios a la estética (anti aesthetics) o de una estética agotada (no aesthetics) en su plenitud, la única respuesta incorpora toda vitalidad ontológica (humanidad pensante y actuante), para obtener respuestas necesarias e impostergables sobre nuestro recorrido histórico de experiencias humanas en las Américas. Y si las hay, como creemos afirmativamente, volverlas componentes en la restitución de derechos humanos.
Huey P. Newton y Bobby Seale respondieron a la extracción definitiva de existencias impactantes, por ejemplo el asesinato de Malcolm X, con la autodefensa. A la necropolítica (desaparición de capacidades individuales y colectivas liberacionistas de las comunidades negras estadounidenses) con la biopolítica (reafirmación del valor supremo e indiscutible de la vida más allá de la pura biología) mediante la autodefensa: Black Panther for Self-Defense.
“La pantera negra es un animal hermoso, audaz, que representa la fuerza y la dignidad que hoy requiere el negro. Un hombre necesita a su lado una pantera negra cuando él y su familia deben soportar – como lo han soportado cientos en Alabama – la pérdida del trabajo, el lanzamiento de domicilio, el hambre y a veces, la muerte, por su actitud política”, explicó B. Seale en el documental Todo el poder para el pueblo, realizado por Lew Lee-Lew, en 1996. Los adjetivos no comprometían la retórica del liderazgo, mejor, demostraron el efecto de la calidad de la denuncia y el anuncio: afrocentrismo estético. Audacia estética, proclamando que fashion, afro-look, orden militar, cantos, oralidad all is beautiful. El control de la estética cambia de narrador y de narrativa, enfatiza en “lo negro”, para apretar lo tétrico al límite del objeto y ya no del sujeto. Así fue con el Black Panther Party y así fue con el filme, al menos en el renglón común de la estética. No se negocia un espejismo, este jazzman no lo cree así, o de esquivar las pobres imágenes del empobrecimiento africano y afrodescendiente, más bien unas posibilidades factibles en las Wakandas de una u otra orilla continental. ¿Por qué siempre que se habla de nosotros es el taparrabos o la niñez famélica? Insisto: no escamotear realidades, pero sí presentar probabilidades.
El ghetto: república en proceso social
Estas perlitas breves de Luz de La Trinitaria son préstamos de otros cielos de más al norte, mientras estos de acá surtidos de nostalgias amansadas por la dura cotidianidad, en cambio los de allá no son estorbados por el amarillo del alumbrado nocturno y el firmamento se pone al alcance de decirle cosas bonitas, vale decir algún axê, a las divinidades sin capillas conocidas. Son los cielos de Timbiré, Playa de Oro, Tululbí o San Lorenzo del Pailón. La cachimba humeante de sabiduría se quedará sin relevo, el plus valor de la república de la palma aceitera está en cada familia que se va. Es el sustituto de la república de 1830 con sus tres departamentos: Quito, Guayaquil y Cuenca. Por ahora es una república con países económicos, a veces con geografías definidas y otras con las conjeturas territoriales mapeadas.
¿Es la era implacable de las banderas excluyentes? Wakanda se excluye para no padecer la inclusión global. ¿Una metáfora para los países dueños de nombres de meridianos? Uno quisiera creer que es el final de los próceres categorizadores de los procesos históricos de los países nuestros o entendí en forma imperfecta el experimento imaginario de los escribidores ocasionales de epopeyas a lo Shaka Zulú o Alonso de Illescas. ¡Quién sabe!
El parpadeo de las luciérnagas de allá, del palenke verde esmeralda, por acá son unas tenis de rapero, tumbao mediante, muestra guapería cimarrona impresionista o las intermitencias de las luces policiales avisan hastío y vigilancia. Barrio bravo, respondería la policía y se traduce como de delincuencia tribal. Sociología para apercoñar bien bonito la juventud de color serio. El malandro negro deja trazada una línea infinita de sospecha y no importa toda validez del alegato, el “agarre bien su cartera” es versículo de repetición cada vez que uno de nosotros camina al encuentro. Y no es así. Unos inventan su estar-bien-colectivo (Ubuntu) a como pintan las dificultades y el poder blanco les inventa una vida canalla. Está en todas las leyendas urbanas. Es en las barriadas de por acá y es en las favelas de Rio de Janeiro, es en las barriadas de Buenaventura o en Luyanó de La Habana. Los ghettos, repúblicas en proceso de invención social, tienen sus gobiernos en las esquinas con gente buena para la variada conseja, sus ambiciones en las conversaciones feroces como flows de revanchas, sus protecciones cotidianas por aquella teogonía sin ritualidad institucional, los difuntos recientes y de antes provocando desavenencias incomprensibles y todavía es noticia la piel.
Wakanda desde siempre
Si no existe o no está próximo a existir entonces lo reinventamos. Si Antonio Preciado se apega a sus lecturas no hubiera trascendido, el Poeta reinventó los códigos y salieron las maravillas de Kwame Bamba. Eso somos antiguos y nuevos caminantes que andamos ofreciendo el Ubuntu (o Estar-Bien-Colectivo) en cada puerta de aquí hasta Salvador de Bahía (Brasil) o a Barlovento (Venezuela) a Tumaco (Colombia). ¡Qué más da, eso somos! No reinventamos para huir o rehuir, más bien es para vivir con todos los componentes existenciales de plenitud. Black Panther tiene eso de homenaje a la africanidad de allá y de acá. Wakanda con un desarrollo tecnológico y civilizatorio ajeno a la contaminación global. El vibranium un prodigioso mineral no lo sería tanto sin las capacidades de los wakandeses.
Nuestra Wakanda fue la región de las Esmeraldas, sus límites imprecisos fueron desde el norte de la provincia de Manabí (Ecuador) hasta Buenaventura (Colombia). Hey, paren la mano a los chovinismos escamosos de ambos lados de la raya, esta Gran Comarca de Negritudes es anterior a las dos repúblicas. La mofa colonialista de “República de los Negros y Zambos Libres” fue aceptada y el vibranium de los Ancestros fue su sorprendente capacidad de reinventarse, en lo social y lo científico. Maravilloso y no mágico, científico sin las complejidades literarias. El filme Black Panther, dirección, guionistas, cuerpo actoral, productores y todo el colectivo cinematográfico cumplen, a su manera, pero cumplen aquello que intentaron y lograron: Cheikh Anta Diop, Nzwé Nguema, Amadou Hampaté Bâ, Aimé Césaire, Frantz Fanon, Kwame Nkrumah, James Cone por colocar algunos nombres de la corriente liberacionista africana y afrodescendiente.
En el esperado día del estreno de Black Panther, Josh Eells describe en la revista Rolling Stone, del 18 de febrero de 2018, las actitudes simbólicas de algunos actores afroamericanos, pero de todas la leyenda en la camiseta (T-shirt) de Jaime Foxx: Wakanda forever. Debió ser Wakanda since ever (Wakanda desde siempre), para reafirmar las negaciones epistemológicas de África y de la diáspora africana. Ryan Coogler, el director de la película, debió costarle lo suyo navegar entre dos aguas tormentosas e implacables. Una: Marvel Comics vende entretenimientos con sus atractivos evidentes e ideologías subyacentes. Dos: el incombustible romanticismo político y cultural con el Partido de los Panteras Negras. Marvel asegura que primero inventó al héroe de las comiquitas, no importa al frente tienen héroes vivos y asesinados, prisioneros políticos y unas intactas simpatías dentro y fuera de los Estados Unidos. Eso es grandioso. La ligazón química entre esas orillas, eventualmente contradictorias, fue posible por los axês de historicidades, o sea, por las referencias “al conjunto de circunstancias que a lo largo del tiempo constituyen el entramado de relaciones en las cuales se inserta y cobra sentido algo, es el complejo de condiciones que hacen que algo sea lo que es: puede ser un proceso, un concepto o la propia vida” [17].
Wakanda es la circunstancia cinematográfica del “complejo de condiciones” pensadas, filosofadas, politizadas, organizadas y estetizadas sin límites organizativos como proceso de comunidades negras (pcn). Creemos en un sistema educativo que permita a nuestra gente el conocimiento de sí mismos. Si no tienes conocimiento de ti mismo y de tu posición en la sociedad y el mundo, entonces tendrás pocas oportunidades de conocer nada más. Está en el quinto punto de la Plataforma de los Diez Puntos del PPN (o BPP, siglas en inglés). O Malcolm X, en unas demandas orales a la conciencia colectiva negra: “En lugar de estar avergonzados de sus orígenes africanos, su piel oscura, su cabello rizado, sus labios gruesos, y su supuesta falta de cultura deberían celebrar las cosas que los blancos les habían enseñado a odiar”. También por eso, pero es el descrédito cognitivo mantenido como parte de la opresión política, cultural y estética de las comunidades negras, mediante la ingeniería emocional del ghetto en las Américas.
El despliegue técnico de los wakandeses vuelve, en la historia imaginada y con sorprendentes imágenes, de todas las porfías comenzando por Herodoto y todo el ámbito griego clásico hasta Cheikh Anta Diop, Martin Bernal y cientos de investigadores que revuelven y devuelven los temas de ciencias a la lógica de lo posible. Los primeros genios de la humanidad fueron los Ishango, antiguos pobladores de las orillas del actualmente denominado lago Eduardo, en la República Democrática del Congo. Eso dice con tantos quilates de convicción el profesor Eugenio Nkongo [18] Ondó, en una de sus muchas conferencias, que si fuera esmeralda no tendría precio. Dice que inventaron por exploraron tres ámbitos de saberes: filosofía (explicación del origen material de las cosas), matemáticas (el sistema métrico decimal, los números pares y realizaron operaciones de duplicación) y las astronomías (establecieron el primer calendario lunar de la humanidad). Esas investigaciones fueron grabadas en huesos de animales, se los llamó, Les batôns des Ishango (Los bastones de Ishango). La datación los ubica 20.000 años A de JC. El profesor Nkongo Ondó cuenta que al verlos en la Sala 250, del Musée d’Histoire Naturelle de Bruselas, describe su impresión como “si hubiera nacido otra vez y descubrir las maravillas de su esencia, por ese saber acumulado de la Madre África”.
La arrogancia eurocéntrica (u occidentalocéntrica) de la mayoría de los académicos de las Américas niega cualquier herencia de esas ciencias a mujeres y hombres de nuestras comunidades negras. La minería en la costa afropacífica colombo-ecuatoriana, la observancia meteorológica y climática para potenciar resultados de los cultivos (humedad, control de plagas, temperatura, sistema de pre siembra y siembras de semilla), la gestión ecológica para preservar bosques, montañas y ríos, la estrategias militares para aprovechar el terreno y el adoctrinamiento guerrero.
El Big Bang emancipatorio fue la reinvención de la marimba de la costa pacífica colombo-ecuatoriana. Debieron aplicarse conocimientos avanzados de botánica (especie maderable para fabricar los componentes del instrumento musical), físico-química (liberación de la humedad, corte del árbol, acústica y aislamiento sonoro), música (medidas de las plaquetas, afinamiento del instrumento y las dimensiones del canuto de guadúa, combinaciones armónicas con los otros instrumentos y composiciones melódicas), matemáticas (distancias de las plaquetas, cálculo del grosor, cantidad de plaquetas) y diseño. Esa imaginaria república tecnológica que fue Wakanada, por acá tuvo su vibranium en el pambil (chonta), guadúa, damajagua aislante, maderas neutras y dos golpeadores bordón y tiple).
Para el lingüista Nicolás del Castillo Mathieu [19], académico de Colombia, la palabra marimba proviene del quimbundo marimba, es vocablo plural o colectivo que equivale a: “Dos grandes arcos de madera unidos por los extremos y sobre ellos dispuesta una serie de pequeñas tablas de espesor variable teniendo por debajo calabazas que refuerzan el sonido obtenido por percusión de dos bastones sobre las láminas de madera”. Siendo plural tiene el lexema imba que hace referencia al sonido musical y el prefijo ma que es el plural como referencia a instrumentos de parecida característica musical [20].
Black Panther o el filosofar sobre la negritud
Me ocurrió, buscando el entretenimiento con hazañas favorables, descubro algo como una la ley filosófica de la cebolla. Y fue por la lectura reciente de una entrevista a Jesús Mosterín [21], publicada en Jot Down, esta frase me quedó tuntuneando: “Si queremos hacer filosofía seria, tenemos que hablar del mundo y de la realidad, y nuestra fuente de información es, en definitiva, este esfuerzo de racionalidad colectiva teórica que es la ciencia”. Y comparo, no es cine documental, es ciencia ficción con incorporaciones sutiles de antropología política, despliegue de arte guerrero (capoeira) y repaso inquietante de historia política de la negritud. Completo el párrafo con esta analogía de J. Mosterín: “… A mí me parece que una filosofía al margen de la ciencia es la cosa más aburrida, menos sexy y menos interesante (JME, cursiva y negritas) que uno pueda imaginar”. Sin banalizar, aunque ese es el riesgo, Ryan Coogler, sus guionistas y el colectivo de actores se la juegan a ganar en esto de filosofar sobre la negritud, sin abundar en catedralicias construcciones fonéticas o de tal profundidad que antes que llegues te ahogas en aburrimiento. Y ganan, no por goleada pero ganan. No sé eso de sexy, confirmo lo de interesante el transcurrir de imágenes.
Quizás, en estas primeras décadas del siglo XXI, la negritud americana tiene su propio Getsemaní (eso sí Jesús es parecido a un comunero de Playa de Oro), pero quiere resurrección sin el tránsito por la muerte; es absolutamente válido ese querer, porque estos últimos 500 años equivalen a tantas muertes sucesivas que todavía nos faltan renacimientos. Las vidas que nos hacen falta, según la correcta observación de Antonio Preciado, las apuramos reinventando existencias. Al falso destino de la necro-existencia le resistimos por la vía, muy transitada y recuperada, de la bio-existencia. Es demanda y exigencia Casa Adentro (en las comunidades urbanas y rurales) y Casa Afuera con las múltiples alianzas estratégicas. Con todos los que son y no dejarán de serlo.
Fueron los griots, de una u otra orilla, la oralidad nómada narradora de las epopeyas de los héroes territoriales, su mérito principal: potenciar la existencia comunitaria y las existencias individuales. Valga para esta extendida jam-session la inspiradora frase del Reverendo Jeremiah A. Wright: “La audacia de la esperanza”. Recogida por Barack Obama para titular su libro. Cuidado, es más que unas palabras risueñas o el resumen abstracto de un sueño armonioso; es el manifiesto resumido de la voluntad existencial para derrotar enredos políticos complicados e irracionales. Si la esperanza es lo último que se pierde (a veces por ahí comienzan las ruinas), entonces las audacia intelectual y formalmente bella es sostenerla con trucos mágicos y estéticos.
La América africana o negra emociona con sus héroes cinematográficos, son metáforas de individuos no distanciados de procesos comunitarios e históricos y apegados a la territorialidad. ¿Abundante lectura de los guionistas o coincidencias evidentes? No importa si es Wakanda o Harlem, Nigeria barrial o Playa de Oro, es el territorio de dificultades opresivas y desesperanzadoras que necesita defenderse de “los malos”.
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. Notas:
[1] Historieta;
[2] Versos de Antonio Preciado;
[3] “Pedagogía del oprimido”, Paulo Freire, documento en pdf, p.24;
[4] “Los condenados de la Tierra”, Frantz Fanon, Kolectivo editorial “Último Recurso”, 2007, p. 25;
[5] Antonio Preciado, poeta ecuatoriano, autor de decenas de libros, entre otros, “De Sol a Sol”, “De boca en boca”, “Jututo”;
[6] Black Urban Profesionals. Profesionales negros urbanos;
[7] Hermano, en lingala;
[8] Héroes negros de comics. Un rap visual político, cultural y social interpretado por el tren de imágenes fílmicas. (Nota del autor);
[9] “La música noise, en sus muchas versiones, destroza los límites convencionales del género: con frecuencia no es música en absoluto, sino ruido o sonido combinado con material visual (video, DVD, televisión por cable gratuita, radio, Internet). Debido a su polimorfismo, escapa del recinto del escenario (teatral). Es frecuente que se interprete y difunda fuera del nexo comercial (de hecho, probablemente, la música noise no existiría sin la actividad de sus propios seguidores). En las actuaciones, la relación entre el intérprete y la persona común se desdibuja y la participación de los miembros del público en los eventos noise es, en casos específicos, un fenómeno diferenciador”, Ruido y capitalismo, capítulo: La teoría del Noise, de Csaba Toht, p. 34, documento en pdf;
[10] Literalmente John Crow: buitre, gallinazo, zopilote. En el habla Rastafari;
[11] Mantelo auténtico. El hip-hop no tiene reglas, pero tiene límites. No es hip-hop todo lo que reluce. Es expresión Casa Adentro, para autentificar el producto de los radicales del género rap y excluir al resto que “distorsiona” en cimarronismo, algo como un nacionalismo hip-hopero;
[12] Entundar verbo derivado de La Tunda. Este personaje corresponde a la mitología afropacífica colombo-ecuatoriana. Se dice que “entunda” es decir entontece a la víctima y se la lleva monte adentro para diferentes menesteres. La leyenda varía según el pueblo y región. También de acuerdo a la interpretación de los episodios históricos relevantes de las comunidades negras;
[13] Necropolítica, Achille Mbembe, Editorial Melusina, 2011, España, p. 62;
[14] Mexicanismo coloquial y sirve a los propósitos expresivos de estas líneas;
[15] Martin y Malcolm, James Cone, p. 223. Tomadas estas citas de MLK, Jr del libro El partido Pantera Negra, Mumia Abu-Jamal, Editorial José Martí, 2006, La Habana, p. 61;
[16] Óp. Cit.;
[17] Historicidad y temporalidad de los conceptos sociológicos, Lidia Girola, Revista Sociológica, año 26, número 73, mayo-agosto 2011, pp. 13-46, documento en pdf;
[18] Eugenio Nkogo Ondó, nacido en Guinea Ecuatorial, es Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, España, autor de libros como “El pensamiento radical”, “Nkrumah y el conciencismo”, “El pensamiento radical”, entre otros. Estas y las próximas líneas provienen de su conferencia leída en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, el 4 de mayo de 2011, titulada: “La trascendencia del genio Ishango”;
[19] América Negra Nº 9, Editorial Javeriana, Bantuismos en español de Colombia, Nicolás del Castillo Mathieu (lingüista), académico de Colombia, pp. 73-99;
[20] Música, identidad y creatividad en las culturas afroamericanas: Caso Colombia, Egberto Bermúdez (musicólogo), publicado en América Negra Nº 3;
[21] Jesús Mosterín (1941-2017) fue un antropólogo, filósofo y matemático español. Sus estudios amplían el pensamiento contemporáneo, consiguiendo aquello que él asume como un “ejercicio simbiótico” de filosofía y ciencias.
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