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La peor enfermedad de la humanidad es el egoísmo consumista
por Rómulo Pardo Silva
Lo inmensamente común es buscar, lograr o solo desear tener bienes que aumenten sin límite. Siempre más.
No importa que cada exceso sea contra otros. Objetivamente es así.
Lo grave es que no se oye el discurso de tener lo justo, necesario. Ni siquiera dicho por los pobres.
La pasión sin freno tal vez se critica a los millonarios del 1%. Los que matan, hambrean, a millones.
Pero ese grupo minúsculo es acompañado por un 30% de políticos, empresarios, militares, religiosos, profesionales. Y más abajo obreros. A ellos no se les toca.
El progresismo y aún el patronazgo levantan como humanismo el ingreso mínimo. Nunca el ingreso máximo causa de la explotación de la vida y el medio.
El enriquecimiento legal es la raíz y la corrupción una rama.
El escalón del acomodo pasa inadvertido y más bien aceptado.
Un médico no opera si no le pagan para seguir su estilo de vida familiar.
O un ingeniero, economista, profesor universitario, intelectual.
Esa deformación naturalizada está detrás de la quema de selvas, destrucción de vida oceánica, contaminación del aire, agotamiento de minerales.
Lo peor es que no se menciona protegida con silencio o de verdad inadvertida.
Se producen lapiceros de oro, mansiones descomunales, aviones personales, relojes que dan orgullo junto con la hora…
El costo del sobreconsumo de millones es la escasez o miseria para otros que son miles de millones, la destrucción de animales, plantas, y paisajes.
El modelo siempre debió ser el consumo moderado con todos. Lo fue en la prehistoria.
Tendrá que serlo en adelante por la crisis de recursos de una Tierra con límites.
La alternativa continuista es consumismo de corto plazo acompañado de genocidio.
¿Tan indignas del hombre serían las vidas de Sócrates, Jesús, Che Guevara?
Por un Movimiento para una nueva civilización solidaria de socialismo sustentable.
No progresismo de izquierda.
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