la obligación de parecer feliz

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Dejadles sufrir en paz

por Lola Sampedro

Ya no se puede sufrir tranquilo, hay que aparentar siempre felicidad. Esa irritante felicidad que está por todo, que nos persigue. En la televisión, en las redes sociales, en una taza… es imposible escapar a ella. Y eso es insoportable, desesperante y peligroso.

Nadie debería tener nunca la obligación de parecer feliz ni optimista. Ese es un peso demasiado pesado para cualquier persona, pero sobre todo para los enfermos. Algunas asociaciones llevan tiempo quejándose de esa losa, de esa manía que tenemos de esperar de ellos positivismo. Eso les cansa, les harta, les quita energía. Muchos detestan que les llamen héroes, sufrir una enfermedad no es ninguna heroicidad, es una putada muy gorda.

Quieren que dejemos de hablar de batallas, porque si en las luchas hay ganadores – los que la superan y sobreviven – hay que entender entonces que los que mueren son perdedores. Y eso, nunca. En esta cultura del éxito, la palabra perdedor duele como una llaga.

Tienen razón, aunque confieso que sigo viendo en ese término, lucha, el mejor de los posibles, el que más se ajusta a esa realidad. Yo nunca llamo héroes a los que logran curarse, porque no me sale, porque hay cierta cursilería en ello y uno puede ser muchas cosas en esta vida, pero cursi nunca. Sin embargo, creo de verdad que si has visto a alguien sufrir un cáncer, sabes que eso es una auténtica lucha. Un enfermo aferrándose a la vida, soportando un tratamiento feroz, aguantando semanas, meses, años de dolor sólo porque quiere seguir viviendo. Yo he visto eso y su palabra es lucha, una en la que ni se gana ni se pierde, sólo se sobrevive o se muere. Batalla es un sinónimo más.

Lenguaje aparte, es importante dar visibilidad a la enfermedad porque, aunque parezca mentira, para muchos sigue siendo aún un tabú. Es importantísimo que haya enfermos que la cuenten, que hablemos de ello y lo compartamos, porque compartir, además, puede aliviar. Pero también lo es que sepan que pueden vivir su dolor como les dé la gana, que están en su derecho de llorar hasta el agotamiento, de cabrearse con el mundo, de sentir miedo, pánico, y de mandar a la mierda al próximo que, una vez más, les dé ánimos y optimismo. Nadie debería confundir la comprensión con la condescendencia y el paternalismo, menos aún con el edulcorado positivismo.

Aseguran que una actitud positiva ayuda al tratamiento. Eso dicen algunos, aunque a muchos de los enfermos les consuma la presión por aparentar felicidad o, lo que es peor, normalidad. Deberían poder sufrir en paz. Y cuando el dolor y el agotamiento son extremos, tampoco pasa nada porque deseen la muerte. Sólo ellos están ahí.

En el cáncer no hay moraleja, la única lección que nos da es el miedo. Tienen miedo los enfermos y los sanos. Por eso llamamos comprensión a lo que en realidad es sólo pánico.

{ El Mundo }

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