a los más débiles haciendo de todo

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Los ‘smartphones’ en la volátil y atolondrada vida post-moderna

por Gerson de la Rosa

La actual dependencia a los teléfonos celulares inteligentes o smartphones, pone en tela de juicio la capacidad de raciocinio de los humanos de hoy. Da la sensación que estos aparatitos dirigen la vida, las acciones, y cuando no, a través de ellos, siendo instrumentos o canal, se establecen y sostienen relaciones interpersonales, sociales, y hasta económicas. La subordinación es tan grande que, muchos abiertamente, son capaces de admitir el sinsentido de la existencia sin el mismo. La situación es más que preocupante.

Ese instrumento de comunicación se ha entronizado tanto que, para cada vez más gente, es imposible la vida sin el mismo. La fortaleza de los lazos entre persona-smartphone diluye la personalidad. La libertad, de la cual hablan y se enorgullecen los individuos de la civilización occidental, se ha hecho añico con la intromisión del Smartphone. Con este se tiende a dislocar las necesidades inherentes del ser humano: rechazar o alejar lo más cercano y acercar aquello lejano. Sin duda crea una situación de inestabilidad.

La mayor afección que produce este aparatito, sin duda alguna, ha sido a nivel de la familia. Los miembros de ésta, creyéndose enlazados por las facilidades de comunicación de ese instrumento, olvidan la necesidad del calor humano que requiere la interrelación entre nosotros. Del mundo de las ventajas aparentes, y posibilidades existentes en nuestros teléfonos celulares inteligentes, las más disgregadoras, aunque pintan lo contrario, son las redes sociales. La inmensidad de distracciones en éstas, y red de la Internet, tienen a los más débiles haciendo de todo…

Dejó de ser secreto el uso político, económico y social que se ejerce a través de esta tecnología. Recordemos las grandes filas y desórdenes escenificados en grandes ciudades del mundo con el anuncio de la salida al mercado de nuevos aparatitos de estos. Por igual, el rol de las redes sociales en el desbarajuste del mundo árabe, con la mal llamada “Primavera Árabe”, o el intento de desestabilización de Cuba, con el llamado “Zunzuneo”. Mueve a preocupación la incapacidad de cada vez más individuos de encontrar parejas con el esfuerzo de la palabra directa, sin tener que recurrir a las redes sociales.

¡El Smartphone deslumbra! En la América morena, no son pocos los que caen muertos, frutos de los atracos para quitarle este lujoso aparato, y medio de comunicación. Lamentablemente, hoy por hoy, esta denigrante y atropellante forma de violencia constituye uno de los principales medios de distribución de esta tecnología en nuestros países. Este tipo de robo abarata los precios existentes en los mercados. Las muertes ocasionadas por causas como ésta, son opacadas por rimbombantes declaraciones, y operativos policiales de momento, “que duran menos que una cucaracha en un gallinero”, como reza un refrán popular. Hay sectores enquistados que se benefician de ese problema.

El Smartphone, junto a la computadora, y la llamada tableta, constituyen los más visibles elementos de la tecnología de la información y la comunicación (TIC). Aunque es innegable su utilidad en el mundo de hoy, la dependencia que se genera en relación a éste, es comparable a la de los narcóticos. Por ahí andan, sobre todo en las grandes ciudades, en que muchos individuos se desplazan como si fueran autómatas o zombies. Van caminando por las calles, con audífonos en cada oído; se les ve parados en cualquier lugar, con los audífonos en los oídos, y escribiendo mensajes, o “chateando”, como hoy mal se dice; detenidos en lugares peligrosos, haciéndose selfies; distraídos mirando videos, o ensimismados, hasta que se alejan de la realidad. Son algunas de esas las situaciones a las que nos somete la interacción postmoderna.

Permítase interpretar el fenómeno de manipulación mental de “Pokemon Go”, como una prueba de determinación del grado de adoctrinamiento a través de los Smartphone-dependientes. Parece que se prepara algo más importante. ¡Qué deprimente fue ese espectáculo, difundido por la prensa mundial, de presentar gente corriendo por doquier como locas, detrás de una ficción! Hace poco vimos un reportaje de un grupo de jóvenes corriendo como lo hacen unos personajes de los dibujos animados “Dragon Ball”. Siguen utilizando el escenario prestado por la maquinita de comunicación para usar la ociosidad de los más enérgicos de la sociedad para burlarlos. ¡Lo peor de todo es el grado de satisfacción visible en ellos!

Seriamos injustos si sólo enfocáramos la cara negativa de los teléfonos celulares inteligentes. En estos dispositivos, sin duda, encontramos muchas aplicaciones que permitirían al portador de esos, autoeducarse, autoespecializarse. Sin embargo, la borrasca producida por el bullicio en que se vive dentro del mundo de las redes sociales, las llamadas telefónicas y otras tantas perturbaciones, limita las posibilidades del individuo de verse, evaluarse y valorar lo que es en esos medios. Una porción muy ínfima es capaz de ver siquiera la amplia gama de opciones para la superación que existe en sus aparatitos. Por ahí podemos buscar una posible explicación al fenómeno de los “ni…ni…” de estos tiempos.

Aunque no en la misma proporción, este medio de comunicación ha inundado todos los rincones del mundo. Junto a la llamada “música urbana” tiene a los más jóvenes atrapados en cerebros huecos, y especializados golpes pélvicos. Como esto de inmediato no amenaza, ni pone en riesgo a los corruptos sistemas de gobiernos que tenemos, los gobernantes apoyan el “borreguísmo” social creado. Por esto no es raro escuchar frases como “a la juventud hay que dejarla vivir su tiempo”. Mientras esas vivencias mantengan alejado y despreocupado a ese sector tradicionalmente inconforme, no importa. La delincuencia generada por la ociosidad será manejable. No se planteaba lo mismo hace poco, cuando las ideas de construir un mundo mejor mantenían en vilo a los centros de poder.

El Smartphone también nos aleja de las tradiciones e idiosincrasias. Como ninguna política antes implementada, nos acerca a la uniformidad cultural en torno a las ideas de quienes política, económica y militarmente controlan el poder mundial. Se quiebran de manera apabullante aquellos saberes soportes de las diferentes identidades. A jóvenes y niños y, por qué no decirlo, a los adultos de países y culturas de moderadas, como de poco desarrollo, los ponen a pensar y actuar en las mismas frecuencias de los de las grandes ciudades. Esta es una seria amenaza. En lo inmediato, tal vez para los países pobres. Luego, ante la pérdida o falta total de esperanza, habrá que inventarse fórmulas para contrarrestar el embate de necesidades y perspectivas creadas.

{ Katehon }

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