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Neoliberalismo: semiocapitalismo: el big data en reemplazo del contacto humano
por Nora Merlín
Es necesario comenzar a pensar la relación entre la mutación tecnológica en curso y los procesos sociales. Una subjetividad sujetada, hablada por los medios de comunicación concentrados y por una configuración de cableados, inteligencia artificial, binarismos y algoritmos, obedece inconscientemente a las imágenes y a una tecnología digital que va por las redes, WhatsApp, facebook, etc., condicionando hábitos, percepciones, saberes, elecciones y sensibilidad. La subjetividad se comunica cada vez más por máquinas y cadenas algorítmicas matemáticas y cada vez menos por el encuentro de los cuerpos. Esta mutación tecno-cultural inhibe, entre otras cosas, la capacidad para detectar el sufrimiento o el placer del otro y la afectación mutua de los cuerpos, condición fundamental del amor y la política.
Jean Baudrillard, en Cultura y simulacro, recuerda un cuento de Borges sobre un mapa tan detallado, que implicaba una exacta correspondencia biunívoca con el territorio. Basándose en esa historia, señala que en la postmodernidad se ha borrado la diferencia entre mapa y territorio, siendo imposible distinguirlos; más bien el territorio ha dejado de existir y sólo quedó el mapa o el modelo virtual, simulacros que suplantan la realidad. Afirma Baudrillard que con la virtualidad entramos en la era de la liquidación de lo real, la referencia y la exterminación del otro.
Bifo Berardi, continuando las huellas de Baudrillard, describe en Fenomenología del fin al neoliberalismo como semiocapitalismo, un modo de producción en el cual la acumulación de capital se hace esencialmente por medio de la acumulación de signos: bienes inmateriales. Se trata de una semiología de la simulación basada en el fin de la referencia; el signo linguístico se ha emancipado plenamente y esa abstracción se desplazó hacia la ciencia, la política, el arte, las comunicaciones y todo el sistema de intercambios.
El neoliberalismo, un capitalismo que ya no es industrial sino financiero, constituye el punto más avanzado de la virtualización financiera: el dinero se puede transformar en más dinero salteándose la producción de bienes útiles. El semiocapitalismo se basa en la desterritorialidad de la producción, el intercambio virtual y la explotación del alma como fuerza productiva. A partir de esa organización, las corporaciones globales ganaron absoluta libertad al poder mover fácilmente de un lugar a otro sus activos inmateriales, en un mundo en el que los automatismos financieros reemplazaron la decisión política y los Estados perdieron efectividad, multiplicándose la miseria, la precariedad y el desempleo. El absolutismo capitalista no regulado afirma su derecho a ejercer un control irrestricto sobre nuestras vidas, mientras una epidemia de angustia se propaga por el planeta.
En una cultura global transformada en un totalitarismo de la virtualidad juega su partida la posverdad: todo puede ser dicho y convertido en verdad irrefutable. Los mensajes no valen por su interpretación o relación con la verdad, sino por el pragmatismo o efectividad de signos vacíos que impactan de lleno en la dimensión afectiva. Constatamos una subjetividad debilitada en el recurso al pensamiento, viviendo en el tiempo ansioso del zapping y la urgencia, que se maneja fundamentalmente por impulsos.
La semiotización neoliberal, con predominio del intercambio de signos virtuales en nombre del progreso, implica la sustracción del cuerpo, lo que constituye una de las consecuencias más inquietantes que la humanidad pueda conocer. Si no se percibe el cuerpo, el grito, la angustia o el sufrimiento del otro, hay solo un paso hacia la indiferencia social, el máximo individualismo y la destrucción de la comunidad real. Un cuerpo social de carne y hueso afectado en el intercambio social es la condición fundamental para la politización, la construcción del pueblo y la emancipación.
¿Qué hacer?
Al final de su obra, Berardi expresa de manera enigmática que solo Malinche puede responder estas preguntas. La Malinche, una de las veinte mujeres esclavas dadas a los españoles en 1519 por los habitantes de Tabasco, sirvió de intérprete a Hernán Cortés, se convirtió en su concubina y dio a luz uno de los primeros mestizos. Este acto fue interpretado de diversas maneras: traidora, víctima o madre simbólica de la nueva cultura mestiza. Sin descartar ninguna de las tres lecturas, bien o mal, Malinche se abrió a la lengua del otro incomprensible.
Asumiendo las transformaciones semióticas, imposibles de ser frenadas, se trata de apostar a la posibilidad de enfrentar esta forma contemporánea de dominación. Retomando el mito del mestizaje, habrá que incluir y mezclar los cuerpos junto a las nuevas tecnologías. En lugar de la disyunción que el sistema de intercambios neoliberal plantea entre cuerpo y virtualidad, será necesario multiplicar espacios de producción cultural y participación en los que puedan circular pensamientos, afectos y cuerpos: centros culturales, comunicación alternativa, radios libres, blogs, canales de YouTube, etc. Habrá que reorganizar el espacio común ensayando formas de vida independientes del dominio del capital.
En la era del semiocapitalismo neoliberal, la reconstrucción de los lazos sociales se convierte en una forma de resistencia y una tarea principal. Tal vez constituya el desafío político más difícil.
{ El Destape }
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