“Pasolini fue un crítico de la cultura en el sentido no académico, en sentido práctico político”
por Salvador López Arnal
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de ‘Espai Marx’ y autor de ‘Repensar la política’ y ‘Praxis política y estado republicano’.
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No hay duda de que lo es para ti (también para mi aunque lo conozco muy poco): Gramsci es excepcional, de acuerdo. Una duda de lenguaje: Identidad sujeto-objeto, afirmabas. Dilo, por favor, de otra forma menos filosófica y más brevemente.
Sí, es un filosofema que recoge la siguiente idea: eso que percibimos como cosa, como ente, como sociedad objetiva, constituida por “estructuras e instituciones”, que parecen ser realidades impersonales, Objeto; todo eso, no es sino algo producido y reproducido a cada instante por la actividad de la totalidad de personas que constituyen la sociedad, que utilizan para ello el saber hacer que ellas poseen. Lo que nos parece ser “sociedad-objeto” no es sino el hacer que generamos todos nosotros: nuestra materia constitutiva como seres sociales es la actividad. Esto es, la “cosa” u “objeto” sociedad no es sino la comunidad de subjetividades que la constituyen, religadas, en relación/religación las unas con las otras, y que operan, generan actividad productiva, y reproductiva, a partir de su saber hacer, ethos, o cultura material, que ha sido creada por la comunidad y en la que nos formamos todos desde nuestro nacimiento. Comunidad de subjetividades, orden relacional comunitario y saber hacer, esos son nuestros constituyentes. Si todo eso nos parece ser “cosa”, es porque no somos capaces de controlar la actividad que producimos, que es la que se nos aparece como algo ajeno a nosotros, con dinámica propia: con apariencia, de cosa, de algo que no depende de nuestra voluntad. Esto es consecuencia de que la religación comunitaria que nos organiza a los sujetos, las relaciones sociales que ordenan nuestra actividad, nos enfrenta a unos con otros; los intereses de unos son opuestos a los de los otros – el del burgués al del burgués con quien compite, y al del trabajador…, etc -. Esta falta de reconocimiento real de todos como iguales, que depende de la forma organizativa de las relaciones sociales que generan la actividad, y que es un orden organizativo que unos imponen a los otros en su beneficio, impide que tengamos la experiencia inmediata de que “eso” que denominamos “sociedad” no es sino la comunidad activa de subjetividades organizadas. El “Objeto” es no otra cosa, sino que es “idéntico”, a la comunidad de subjetividades activas, al “Sujeto” comunitario.
Por tanto, para cambiar la sociedad no hay que tratar de pensar en técnicas de intervención institucional sobre la sociedad, sino que, dado que somos los agentes productores inmediatos y permanentes de eso, se trata de cambiar nuestro hacer, para lo cual debemos organizarnos y transformar las relaciones sociales que ordenan nuestro hacer.
Entonces respecto a los llamados movimientos de masas.
No se trata de crear un movimiento organizado de masas que sirva como instrumento de presión para cambiar el mundo, al permitir el acceso de los “nuestros” a las instituciones desde las que se genera actividad de ingeniería sobre la sociedad. Porque organizarnos y comenzar a hacer de otra manera, el mismo luchar por el derecho a hacer eso, es ya cambiar, estar cambiando el mundo; precisamente porque es ya estar cambiando nuestro hacer, que es lo que pretendemos; y eso, además, nos cambia antropológicamente a nosotros.
Los griegos, Aristóteles, ya lo veían así. Para ellos no existía Atenas, existían los atenienses. Aristóteles recoge “la constitución de los atenienses”; no “la constitución de Atenas”. Y los propios ciudadanos de Atenas decían que Atenas estaba donde estaban los atenienses y evacuaron la ciudad dejando que los persas la ocuparan justo antes de la batalla de Salamina. Pero es, sobre todo, la Ética de Aristóteles el libro que nos sorprende. Uno lo abre por primera vez y se lleva la sorpresa desconcertante, chasqueante, de que no es eso que llamamos un libro de filosofía moral, sino un libro en que se nos presenta el ethos, el saber hacer que posibilita la acción de una comunidad social. Lo segundo que sorprende es que se percibe que Aristóteles nos explica qué es una polis, una sociedad. Pero, sin embargo, no nos cuenta de sus estructuras económicas, ni tan siquiera de sus estructuras o instituciones sociales. Nos explica que la sociedad está constituida por… precisamente ese saber hacer práctico, el que permite a la comunidad de subjetividades producir una comunidad superior en bienes y posibilidades a la generada por la suma separada de todas ellas, y vivir bien. Saber hacer práctico que abarca las técnicas productoras de utensilios, el saber hacer de los zapateros, carpinteros, etc. Y, desde luego, el saber hacer necesario para deliberar en comunidad sobre la política de la comunidad y para defenderla. La ciudad, la sociedad es por tanto no otra cosa que la comunidad de individualidades activas dotadas de un saber hacer que ponen en obra y que modifican cuando lo consideran oportuno, las cuales que generan la actividad de la que se benefician todos. Individualidades que aprenden ese saber al practicarlo, y desarrollan así sus capacidades y facultades, sus “aretes”. Como sabemos, areté, es traducible como “virtud” siempre que entendamos por tal término, a la vez, grado de virtuosismo alcanzado por cada individuo en el hacer y en el saber hacer, junto con lo que ahora entendemos por virtud moral para con la comunidad en el desempeño de ese hacer.
El objeto “sociedad”, para Aristóteles, no es sino la comunidad de sujetos interrelacionados.
Has insistido en ello varias veces.
La comunidad de sujetos, el “sujeto” comunidad es idéntico a la sociedad entendida como ente “objeto” de conocimiento. Pero esta percepción experiencial tan recta, tan correcta, solo surge de manera inmediata cuando la sociedad está organizada de manera democrática y cada individuo recibe antropomórficamente la experiencia de que la comunidad depende de su hacer y decidir. Aristóteles extrae la lección y nos explica que el mundo humano no es sino el resultado de nuestro hacer inmediato. Por eso, como lectores, sentimos que la obra de Aristóteles nos interpela subjetivamente, nos exige hacer, nos exige existencialmente participar, nos interpela subjetivamente a hacerlo, no desde las instancias excepcionales, excepcionalmente, sino desde nuestra cotidianidad. Apela a nuestra existencialidad activa, cotidiana; no prosigo porque es evidente que el “existencialismo”… que Aristóteles no era un existencialista. Pero su obra sí es una magistral interpelación al sujeto y al obrar cotidiano; no existe el pretexto del “yo quisiera, pero las estructuras…”
Estoy tentado de preguntarte lo mismo que te he preguntado sobre Gramsci en torno a Pasolini. ¿No exageramos también? Fue un gran poeta, de acuerdo (con algunas poesías más que discutibles). Un disidente crítico, de acuerdo. Un gran cineasta, no siempre fácil y acertado en mi opinión. Pero también, ¿un gran filósofo, un gran pensador, un gran referente para nosotros?
Pier Paolo Pasolini fue un crítico de la cultura, en el sentido no académico, en el sentido práctico político. Poseía consciencia de que las bases de la izquierda habían sido las culturas subalternas antes existentes. Y que su aniquilación, implicaba la aparición de un novum antropológico humano, el de quienes hemos sido ahormados por el nuevo vivir. Por eso amaba a las gentes aún subsistentes que vivían según las culturas anteriores, y las amaba, no porque fuesen de izquierdas, no era eso lo que él amaba, y no eran de izquierdas las personas con las que él se trataba. Él sabía que esa desaparición cultural acarreaba la aniquilación de la izquierda; la mutación antropológica imponía una mutación en la izquierda, dado que ésta no entendía la cosa y no intervenía en el proceso, solo gestionaba. Una izquierda despistada que no registraba, que no registrábamos lo que ocurría, y que cuando se ponía en plan de tener buen corazón, en plan estupendo, neorromántico – pues como ahora con el “turismo solidario” -, miraba a América o a África, al genocidio de indios y africanos, esto es, de culturas campesinas, mientras estábamos asistiendo al arrasamiento etnocida de las culturas de nuestros “indios”, nuestras propias culturas campesinas, y nuestras propias culturas urbanas anteriores, despreciadas por la izquierda como “provincianas”, como fuente y foco de atraso y de reacción antimoderna; pero eso era distinto, eso era progreso y modernización, algo bueno. El gheto de Bellvitge, de Ciutat Badía, de Ciutat Meridiana, de Sant Roc… el “Plan de urgencia social de Barcelona de 1958”, y todo lo subsiguiente, eso era mucho mejor que vivir en el campo, eso era civilización, no barbarie… Eso de que la izquierda europea ha sido eurocéntrica es, en muy buena medida, un chiste: ha sido desarrollista alucinada, y por ello ha sido anticulturas materiales anteriores europeas, ha asistido a la liquidación de las culturas materiales autónomas de sus propias sociedades europeas y a la creación de un novum urbi et orbi, para nosotros y para el mundo, comenzando por el propio mundo europeo, tal y como Marx nos explica en el capítulo XXlV del primer libro de El Capital; y lo ha hecho sin consciencia de lo que esto significaba, e incluso, a favor de ello, valorando favorablemente, como progreso, como adelanto, esos hundimientos culturales. Él, Pasolini, nos escandalizó e hizo abrir los ojos: él fue el que propuso llevar al estado italiano a los tribunales por etnocidio cultural contra el campesinado, contra los despreciados “terroni”… nada más y nada menos.
Hay excepciones importantes. Un ejemplo: John Berger.
Por entero de acuerdo. Ese es otro autor que merece ser leído. Es otro caso extraordinario de consciencia crítica actual. Así de escasos son estos grandes críticos; podemos ponerles nombre a todos.
Te he interrumpido antes.
Luego, sobre Pasolini, que resultaba insoportable, insufrible, para la derecha, que fue asesinado por denunciar la corrupción y el golpismo, ha caído, como una plaga, la academia, que lo ha momificado, lo ha convertido en un intelectual estándar: un polímata “de amplio espectro” – cine, radio, poesía, novela, prensa, televisión, teatro – y un hombre un poco “raro”, “original”, “provocador”, “excéntrico”, como es lo propio de todo “genio” intelectual.
Pasolini fue asesinado. Fue un asesinato político, y permíteme que remita el lector al texto suyo que dicta su sentencia de muerte, el que comienza – lo voy a copiar – así: “Lo sé. Sé los nombres de los responsables de lo que llaman golpe (y en realidad es una serie de golpes instaurada como sistema de protección del poder). Sé los nombres de los responsables del atentado de Milán… sé los nombres de los responsables de los atentados… Sé los nombres de quienes han manejado las dos fases distintas…”.
Es que él, de veras, era crítico, pero cuando digo “crítico”, es “crítico”, no eso que entendemos ahora por esa palabra: crítico con derecho a premio Príncipe de Asturias o a Creu de Sant Jordi.
Te hemos entendido. Aunque, para polemizar contigo, también a Edward Said le dieron el Príncipe de Asturias.
Sí tienes razón: a veces se hace algo justo a lo que se llega por senderos y designios inescrutables, al menos para los mortales comunes.
Hablas en otro momento de la impotencia de la actuación institucional, a la aceptación del compromiso y la cooptación. ¿Estás haciendo referencia al PCI y a su compromiso histórico? ¿Cuál es tu opinión? El paso siguiente no es cualquier cosa: al “no hay más cera que la que arde”, “todo el pescado está vendido”, y a la necesidad de “transigir” y “pactar” con la clase dominante”. Tus palabras finales: “A la integración y a la corrupción: el roce hace el cariño”. ¡No te has cortado ni un pelo!
No, en este caso no hacía referencia al Compromiso Histórico italiano. Precisamente porque tomo nota de lo que un gran historiador de izquierdas, Giaime Pala, especialista en el partido comunista español, en el PSUC en este caso, en el comunismo español, nos ha explicado al respecto: que lo que en España entendemos por “Compromiso Histórico” es una interpretación que nada tiene que ver con la propuesta que en su día formuló el PCI. El término fue instrumentalizado por la dirección del PCE para dar justificación, apariencia de elaboración teórica y coincidencia con otras fuerzas que estarían haciendo lo mismo, a la delirante política que acaba con la implosión inmediata del comunismo en España.
Cuando usé ese término, “compromiso” en ese contexto, quería hacer referencia a la integración cultural, y política, mediada por el deslavazamiento ideológico, de las fuerzas que se declaran de izquierdas, que ha ido acompañado de una enorme corrupción – por supuesto, también se da ésta en las de la derecha, pero este no es el problema que me ocupa. Creo que la integración de la izquierda en el sistema político dominante, la integración de muchos de sus dirigentes en el poder, y la corrupción, el enriquecimiento inexplicable que hace que sea rasgo destacable un dirigente pobre, un dirigente cuyos hijos no estén sorprendentemente bien colocados, es un hecho que sale en portada de los noticieros muy a menudo.
Otro comentario de texto, el último por el momento. “Que han sido denominadas a menudo con la palabra ‘partido’, una palabra que es polisémica donde las haya, y que ha cambiado múltiples veces de significado histórico. Pero que expresa una actitud que hemos podido ver reproducida en las fuerzas que rechazan este término, y que, sin embargo, han intentado controlar los nuevos movimientos emer-gentes”. ¿Intentado controlar? ¿Hablas de Podemos por ejemplo? Lo más importante, aunque me repita un poco: ¿qué entiendes tú por partido? ¿No estás entonces por esta forma de organización política?
Cuando escribí eso estaba pensando en los diversos grupos ultraizquierdistas que durante años – a veces, decenios – han criticado el burocratismo partidista de los partidos mayoritarios de la izquierda, por su carácter instrumentalizador de los movimientos sociales, y han denunciado duramente a esa vieja izquierda porque ella se autoproclamaba la “consciencia exterior” vanguardista que debe dirigirlo todo. Pero, que, en cuanto estalla la movilización y surge el movimiento quinceeme, son ellos los que se abalanzan a tratar de controlarlo; se organizan y van de una asamblea a otra para adoctrinar e imponer sus ideas, etc. En este sentido precisamente, como Podemos, de entrada, recoge a la mayoría de aquellas gentes movilizadas por el quinceeme, que se identifican con lo que imaginan que es o va a ser Podemos, y se tratan de acoger en esta fuerza, precisamente Podemos no ejerció manipulación.
En cuanto a lo que entiendo que debe ser hoy día el partido, en primer lugar, me remito a lo que he explicado sobre Antonio Gramsci.
De acuerdo, has hablado de ello.
Y a partir de ahí, creo que puedo resumir y puede entenderse lo que pienso: se denomina partido al conjunto de individualidades activas que generan y ayudan a generar movilización capilar organizada en los diversos mundos que constituyen la vida cotidiana de la gente, que reflexionan esa actividad a partir de su experiencia, comparten la reflexión y ayudan a dar continuidad a su micro mundo organizado y lo coordinan como nueva subjetividad unificada. Solo de un tejido de miles de microorganizaciones, generadoras de actividad, y democratizadoras de la actividad ya existente en la que éste lucha por incardinarse – el centro de trabajo, por ejemplo – puede llegar a surgir un nuevo modo de vida cotidiana y un nuevo sujeto social. El partido como la denominación de la totalidad de las individualidades que tratan de generar ese mundo auto determinado, con independencia de lo que ellas crean estar haciendo, y siempre que no destruyan organización capilar democrática creada como consecuencia de la confrontación entre ellas.
No abuso más de ti. Está claro que este capítulo da para mucho. Seguimos en breve.
Cuando quieras.
{ Rebelión }