El periodismo de hoy: Una elección entre el mercado y la gente
por Roberto Savio
Como una persona con una larga carrera en la profesión, se me ha pedido proporcionar a las nuevas generaciones mi opinión sobre lo que es el periodismo. El hecho es que en poco más de una generación, el periodismo vivió cambios profundos. Cabe recordar que fue creado por las élites. En el apogeo de la era colonial, el Times de Londres tenía una circulación de sólo 50.000 copias, todas para la élite y los funcionarios públicos del Imperio Británico.
El periodismo solamente se convirtió en un medio de “masa”, cuando, en el siglo 19 los Estados Unidos se enfrentaron con una ola de inmigrantes y debió adaptar su periodismo a las necesidades de su “crisol de culturas”, en la que millones de personas de lugares muy diferentes y antecedentes tuvieron que adaptarse o asumir la identidad americana.
Es así como llega el periodismo moderno, con su bagaje de las denominadas técnicas debidamente estudiadas en las escuelas de periodismo. Por ejemplo: todas las noticias deben contener un “quién, dónde, cuándo y cómo” o “si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro, lo es”, y así sucesivamente. Sin embargo, tras un examen cuidadoso, estas técnicas no enseñan cómo ser un mejor periodista, sino que te indican cómo empaquetar la información de la manera más clara y atractiva para el lector medio.
Desde la creación de medios de comunicación, un elemento muy importante de la profesión periodística es que usted era responsable ante sus lectores. Se supone que los ilustre, para que conozcan su tiempo y su mundo. A los periodistas se les pidió proporcionar ese vínculo, de la manera más equilibrada y más justa posible, presentando sus artículos con informaciónes de diferentes puntos de vista y fuentes. Los directores de los medios básicamente comparten este punto de vista deontológico, por supuesto, pero en la óptica de sus intereses personales.
Los periódicos fueron capaces de sobrevivir al aparecimiento de la radio y la televisión, con cada uno de estos tres medios de comunicación adoptando un camino especializado. Pero después de haber trabajado en los tres, estoy convencido de que el mundo de la información cambió con dos eventos sin relación alguna: la llegada de Internet y la presidencia de Ronald Reagan.
Internet marcó el comienzo de un cambio de época: por primera vez en la historia, la gente podía tener acceso a la comunicación. La información es una estructura vertical en la que unos pocos en envían hechos y puntos de vista a un gran número de destinatarios, un proceso de un solo sentido que los regímenes autoritarios o dictatoriales fueron rápidos en utilizar para apoyar sus relaciones verticales con los ciudadanos. Por el contrario, la comunicación es un proceso horizontal, donde los que envían también están listos para recibir. Es por eso que China tiene 30.000 censores a tiempo completo para el monitoreo de la red.
Con la aparición de Internet, los medios de comunicación fueron repentinamente desafiados como guardianes de la sociedad. Permítanme poner solo un ejemplo: la voz de las mujeres. En la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, organizada por las Naciones Unidas en 1975, las voces de las mujeres en los medios de comunicación eran muy escasas y marginales.
En la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing, en 1995, la cobertura mediática fue igualmente patética si se excluyen los casi 80% de cobertura periodística de en la conferencia que fue dada a Hillary Clinton (esposa del entonces Presidente de los Estados Unidos). La cobertura mediática no se refirió a temas reales de las mujeres, sino a lo que sucedió en la conferencia. Lo importante es que en la conferencia de Beijing las mujeres se hicieron cargo, utilizando Internet para crear una plataforma común, marginando a los funcionarios, en su mayoría hombres. Sin lugar a dudas, las mujeres con conciencia de género en todo el mundo no podían depender de los medios de comunicación para divulgar la información que querían. Gracias a Internet, repentinamente se crearon miles de redes para centrarse en los temas reales de la mujer, cuestiones que los medios no eran capaces de tratar en profundidad. Lo mismo ocurre con los derechos humanos, el medio ambiente, la sociedad civil, etc., donde los medios de comunicación no pueden competir.
El segundo hecho importante se registró en 1981, con la llegada de Ronald Reagan a la Presidencia de Estados Unidos. Un hombre que, hábilmente auxiliado por la primera ministra británica Margaret Thatcher, casi en solitario fue cambiado el propio concepto de las relaciones internacionales, hasta entonces basadas en la idea de la cooperación internacional. Reagan fue el primer político que dio respuestas simples a preguntas complejas, las que fueron los “bytes” de sus convicciones políticas. Desdeñó el movimiento ecologista, al declarar: “Los árboles causan más contaminación que los automóviles”. Redujo los impuestos a los ricos aseverando que “los ricos producen riqueza, los pobres la utilizan”. Thatcher se hizo eco: “… no hay tal cosa como la sociedad. Hay hombres y mujeres, individualmente”.
Fue en ese período cuando las Naciones Unidas comenzaron su declive y con él la idea del desarrollo y la solidaridad internacional. El lema del día fue: “Comercio, no Ayuda”. El Consenso de Washington (1), que aboga por el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la reducción de todo lo público, fue impulsado en todo el mundo por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Departamento del Tesoro de EE.UU. Esta nueva visión del mundo penetró en todas las instituciones internacionales, especialmente la Unión Europea.
Luego fue derribado el Muro de Berlín en 1989. Y la victoria no era simplemente de un lado contra el otro, o sea del capitalismo contra el socialismo. Fue el “El Fin de la Historia”, como escribió Francis Fukuyama en 1992. La globalización había llegado, y todos conocemos los resultados. Las 300 personas más ricas del mundo tienen la misma riqueza que 3.000 millones personas. Y durante los últimos cinco años, el 75% de toda la riqueza producida ha estado yendo al 1% de los ya inmensamente ricos. Los cien hombres más ricos del planeta han aumentado su riqueza en 2012 hasta llegar al equivalente de los presupuestos nacionales de Brasil y Canadá.
Yo sostengo que ambos factores tuvieron un impacto muy profundo en los medios de comunicación y en su sistema de valores. Los periódicos disminuyeron su circulación, porque un número creciente de jóvenes no los compran y la radio y la televisión son utilizadas debido a su valor recreativo. Ellos recurren a Internet, donde pueden adaptar su información y análisis diario de acuerdo a sus intereses. En consecuencia, los medios de comunicación ya no son un negocio y la reacción ha sido concentrarlos con el fin de reducir los costos. Rupert Murdoch es el mejor ejemplo de este fenómeno. La concentración se ha traducido en una reducción de diversidad y estilo. Desde que Murdoch se hizo cargo, el The Times de Londres ha “perdido” 20% de su vocabulario. El lenguaje perdió valor literario, usando oraciones más cortas donde los adjetivos son “prohibidos”. La cobertura mundial, que es compleja, va perdiendo espacio. Mientras que la homogeneización de los medios de comunicación antes era un fenómeno superestructural, ahora está llegando a nivel nacional.
Esto ha sido acompañado por un cambio serio de la deontología. Los medios de comunicación tienen que vender para sobrevivir. La información se ha convertido cada vez más en orientada a eventos y no a los procesos. El sociólogo noruego Johan Galtung escribió en la década de 1970 sobre una “escala de valores de la información”: lo que ocurre cerca de usted vende más de lo que pasa lejos. Una persona conocida venderá mejor que un ciudadano común, algo dramático e inusual vende más que un poco atractivo análisis económico o lo que se puede describir como normalidad. Lo negativo atrae más que lo positivo, y así sucesivamente. Pues bien, ahora esto ha llegado al extremo.
El primer periódico en línea, el Huffington Post, ha abierto sus páginas a todo el mundo. Se paga según el número de clics que un artículo recibe. ¿Qué recompensa más, un artículo sobre las historias de amor del presidente francés, François Hollande, o uno sobre sus políticas sobre el empleo? Como resultado, las personas interesadas sobre la cuestión central del impacto de las políticas de austeridad devastadoras Europa, haga clic en http://www.troikawatch.net/2nd-newsletter-of-troikawatch/ y encuentre lo que los medios no proporcionan.
Hablo por experiencia personal. Cansado de que mis amigos estén menos informados que yo sobre temas globales, comencé un servicio de información diaria (Other News), con criterios de una agencia de prensa, pero usando Internet como fuente y no periodistas, con el fin de ser capaz de proporcionar un servicio gratuito. De mis 60 destinatarios originales, ahora ha crecido a más de 20.000 usuarios en inglés y en español: si usted está interesado, haga clic en: http://www.other-news.info/noticias/ y vea lo que no encontrará en su trabajo diario. Miles de activistas sociales, funcionarios internacionales y académicos han enviado mensajes de agradecimiento por haberles brindado otro horizonte… lo que un obispo ha llamado “la otra cara de la luna”.
El verdadero problema es que el periodismo se ha convertido en tan sólo un espejo de nuestro tiempo, abdicando de cualquier función social, para limitarse a ser un abastecedor de la información como una mercancía. Nuestros tiempos están marcados por el neoliberalismo, y los vicios como la codicia y el individualismo, se han convertido en virtudes, exaltadas por Hollywood y por la homogeneización de los medios de comunicación. Los valores del desarrollo, consagrados en todas las constituciones modernas, eran la justicia social, la equidad, la solidaridad y la participación, entre otros. Por el contrario, la globalización es la riqueza y el éxito, el triunfo de individuo, con el Mercado en lugar del hombre en el centro. El desarrollo es un proceso al final del cual usted era más – la globalización es tener más.
Cabe añadir a este cambio de valores el hecho sin precedentes de que hoy gastamos más per cápita en publicidad que en educación; que las instituciones políticas han perdido la visión y la ideología para convertirse pragmáticas (de hecho, utilitarias), con cada vez menos participación de la gente; que el mundo de las finanzas se ha apoderado del mundo de la producción en términos globales (un billón de dólares al día en la producción, 40 billones de dólares en transacciones financieras); que ahora tenemos apologistas de una “nueva economía”, que conceptualizan el desempleo estructural como una necesidad. Es esto lo que se refleja en el espejo.
En 1950, el financiero estadounidense Bernard Baruch provocó un escándalo cuando sostuvo que el gerente de una empresa puede ganar 50 veces el salario de sus trabajadores. Ahora, hemos pasado a más de 500 veces y la brecha sigue creciendo. Cada mes, los bancos son multados en decenas de millones de dólares por actividades fraudulentas, pero esto ya no es noticia y lo mismo pasa con las revelaciones de la corrupción política y económica. Básicamente, la gente se ha dado por vencida. O ha renunciado o se ha convertido en pasiva, ayudada por el efecto anestésico de programas de televisión como “El Gran Hermano” (‘Big Brother’).
Para salvar a los bancos, hemos gastado el equivalente a 1.000 dólares por habitante. En 2012, sólo en España, salvar a los bancos fue más caro que la asignación anual en educación y salud… pero son incapaces de proporcionar una nutrición adecuada para cerca de mil millones de personas, y el número de obesos acorta diferencias con el número de personas desnutridas. La London School of Economics ha publicado un estudio en el que para 2030, se proyecta un retorno a los tiempos de la reina Victoria, cuando un filósofo desconocido llamado Karl Marx estaba en la biblioteca del Museo Británico escribiendo sus ensayos sobre el capital, el trabajo y la explotación, elaborando su manifiesto.
Nos encontramos en una etapa de transición entre un mundo que ya no es viable – un mundo en el que las finanzas no tienen quien les dicte normas y un capitalismo en rueda libre que está avanzando hacia su destrucción – a un mundo que debe encontrar la gobernanza global. Somos incapaces de resolver ni un solo problema global, desde el medio ambiente al hambre, desde el desarme nuclear a la inmigración, hasta los controles sobre el capital a paraísos fiscales (donde está depositado diez veces el capital necesario para resolver el hambre, la salud y la educación en todo el mundo). Y así podríamos seguir y seguir.
Todo esto muestra cómo estamos fallando para asegurar un mundo mejor para las generaciones venideras. Es sabido que la ética protestante fue ampliamente aclamada como más estricta que la ética católica. Sin embargo, en los últimos años, Wall Street y la City se han convertido en nidos de codicia y de fraudes sin precedentes. Hoy en día, el Papa Francisco es la única voz en defensa de los pobres, abogando por justicia social, denunciando la desigualdad y exhortando a la paz y la cooperación. Pero, ¿en qué la escuela de negocios o facultad de economía se escuchó hablar de la doctrina social cristiana?
Por lo tanto, existe la necesidad de un nuevo periodismo y no sólo de una actualización del anterior. Está claro que no será un oficio asociado al glamour y la buena vida como lo fue hasta hace una generación. Incluso los medios de comunicación de éxito que sobreviven están reduciendo costes (en otras palabras, en personal). A los reporteros se les paga por artículo y no mucho.
Y los medios sociales, para sobrevivir, necesitan de publicidad y atención, que se contrae debido a la enorme oferta de internet. Por lo tanto, para aquellos que aspiran a ser periodistas hoy en día, la primera lección es: si lo hace, debe ser porque cree que está haciendo algo útil, y que se está realizando al hacerlo… de lo contrario, se debe ir a trabajar en un banco, donde hay menos estrés y más dinero y respetabilidad. Pero hoy en día, pocas profesiones ofrecen un impacto tan importante, necesario y cuantificable en la sociedad.
La tarea del periodismo post-Reagan (o para ser menos provocativo, del post-ápice del neoliberalismo, que ahora está perdiendo brillo) es corregir la escala de valores y recolocar al hombre en el centro del mundo. Esto no debería ocurrir como resultado de las enseñanzas del Papa Francisco. No se necesita la gracia de la fe para darse cuenta de que este mundo es muy injusto y polarizado, donde el medio campo, como la clase media, se está reduciendo. Los nuevos periodistas deben estar conscientes de que el status quo está manteniendo una situación insostenible para miles de millones de personas, especialmente para la mujer, los niños y los jóvenes. Por lo tanto, él/ella debe evitar tres trampas que ayudan al status quo.
La primera es caer en el mito de la objetividad. Los filósofos y los científicos le dirán que no existe. Aquellos que están montando con éxito la globalización le dirán que sea objetivo y para serlo, no debe escuchar y reportar sobre minorías descontentas. La única manera de ver el país es a través de la macroeconomía, que divide la riqueza por habitante, y no la microeconomía, que se estanca por factores complicados como el nivel de ingresos, la redistribución, la movilidad social, y así sucesivamente. En nombre de la objetividad, se debe informar de lo que el sistema dice, sin verse entorpecido por tantas voces diferentes de la calle. Los políticos son elegidos, los líderes de la sociedad civil no. Sólo las estadísticas oficiales son fiables. Las de Oxfam sobre el hambre o de Greenpeace sobre el medio ambiente no son objetivas. Lo mismo ocurre con las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Control del Clima, que aboga por la toma de decisiones ambientales para salvar el planeta, que están en contra del crecimiento económico y nuestro estilo de vida, cuando se le pide que sea objetivo, abra sus oídos: se le está pidiendo ayudar al status quo.
La segunda trampa consiste en creer que sólo quienes detentan el poder tienen toda la información y por lo tanto están más capacitados para dar declaraciones. Ellos tienen toda la información, pero a menudo no la leen, o hacen caso omiso de ella cuando no se ajusta a sus puntos de vista. Nunca nadie antes en la historia ha tenido toda la información como el gobierno de EE.UU. , que con la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) controla todas las comunicaciones en todo el planeta. ¿Ha significado esto una mejora en la política estadounidense?
La tercera trampa es que usted es más respetable porque tiene un mayor acceso al poder establecido. Eso es sólo una forma de cooptación. La respetabilidad debe ser con uno mismo, ser capaz de hacer lo correcto y esto es lo que no se está haciendo. Dar voz a los sin poder, a las personas reales, no a los ganadores en un mundo de casino.
Y todos los números le apoyarán: La gran mayoría no está en el 1% superior que comparte el 54% de de los recursos del mundo, sino en el 75% que comparte sólo el 15%. Esta es la realidad de nuestro tiempo y tenemos que dar voz a los del 75% y a sus problemas para encontrar una vida cotidiana digna. Cuando observamos el mundo, debemos ser igualmente capaces, de subrayar lo que puede significar la paz y la justicia internacional, al tiempo de exponer las consecuencias de la guerra y la injusticia. Todo esto debe hacerse con un criterio profesional simple: dar voz a todas las partes, e informar lo más fielmente posible lo que está sucediendo.
El problema es que un periodista hoy en día no puede permanecer siempre imparcial. Tomemos como ejemplo el cambio climático. No se puede poner los intereses de las compañías petroleras y las de la raza humana al mismo nivel. Al hacer esto, se perpetúa un mito que es el resultado de una peculiar visión del mundo, incluso si no tiene ninguna base científica: que el mercado va a redistribuir la riqueza, con un efecto domino hasta el último ser humano en el mundo, eliminando las guerras y la pobreza. Bajo este enfoque, se debe tener en cuenta que las compañías petroleras dan trabajo a decenas de miles de personas, y que cuanto más dinero ganan, mejor será para todos nosotros, en el mismo tipo de lógica que llevó a la Corte Suprema de los EE.UU. a dictaminar que las corporaciones tienen los mismos derechos que las personas, y que por lo tanto pueden contribuir libremente y sin limitación en las campañas políticas.
Hoy en día, los periodistas tienen una herramienta invaluable con la que no cantábamos en mi tiempo: la posibilidad de buscar en la Web, entrevistar a personas sin necesidad de viajar a reunirse con ellos, incluso el uso de teléfonos inteligentes para aplicaciones como Skype, o como una cámara o vídeo grabadora. En mis días, los costos de las comunicaciones y los viajes eran enormes, la norma era tener un fotógrafo con nosotros. Un equipo de televisión estaba compuesto por al menos cinco personas, con más de 300 kilos de equipaje. En la actualidad, es el periodista con su teléfono inteligente y eso es todo.
Estamos viviendo en tiempos diferentes, no mejor en muchos sentidos, pero con un gran avance en tecnología, lo que permite a un periodista libertad para deambular en investigar. El problema, por lo tanto, va a lo que Leonardo da Vinci llamó “saper vedere”: ser capaz de ver. Periodismo, por último, es la capacidad de ver y poner lo que se ha observado en el orden adecuado para comunicar a sus lectores. Lo que hace la diferencia no es la forma de escribir, sino la capacidad de observar.
Es evidente que estamos en una época de transición hacia un nuevo mundo difícil de predecir. Antonio Gramsci, un pensador comunista italiano, escribió en sus ‘Quaderni del carcere’ (Cuadernos de la cárcel) : “El viejo mundo está muriendo a distancia y el nuevo mundo lucha para nacer: ha llegado el momento de los monstruos”. Necesitamos de un nuevo periodismo que nos conducirá a través de este ciclo, identificará a los monstruos y convertirá las voces de la humanidad en su conjunto en un sendero hacia el nuevo mundo.
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. Nota:
(1) Un término que se utiliza para resumir los temas de asesoramiento sobre políticas comúnmente compartidas entre instituciones con sede en Washington, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de EE.UU., que se cree que es necesario para la recuperación de los países de América Latina a partir de la crisis económica y financiera de la década de 1980.
{ SurySur }