Hacia una reflexión sobre la Idea de Progreso
Una mirada inquietante sobre el rol del periodismo en la sociedad contemporánea. Ideas surgidas del seminario sobre Historia de los Medios, dictado en 2009, en el marco de la Maestría sobre Estudios Latinoamericanos de la UNCuyo.
por María Cristina Fuenzalida
Pensar a los medios de comunicación hoy fuera de la lógica del capital y del actual estadio de expansión y consolidación del Capitalismo (de aquí en adelante Imperio Global Privatizado), sería un acto de fe que seguro pocos estarían dispuestos a realizar en un marco reflexivo-crítico y no apologista del fenómeno mediático (con lo cual nuestro ingenuo acto de fe no solo tendría lugar sino que hasta teorías y legitimación).
En un mundo cada vez más tecnológico y conectado, que no por ello pienso a priori necesariamente está más comunicado, en un sentido humanizado del término como la relación con el otro, la expansión e importancia de los medios de comunicación se yerguen como el rasgo más destacado de los tiempos que corren. Es esta “Sociedad de la información” la que esconde y desde la que veremos lo que define a los medios de comunicación tal cual se desarrollan hoy en día, es decir, su carácter fetichista.
Antes de continuar y a fin de que sirvan de base para el análisis, es importante mencionar los rasgos fundamentales que definen y explican el proceso periodístico tal cual lo consideraremos aquí. Éste, nace y se inscribe dentro de la lucha por el poder y que en esta pugna la Ideología es la esencia de la obtención, conservación y/o destrucción de la Hegemonía; por ello el fenómeno periodístico tiene características ideológicas en la medida que se erige como porta voz de una formación política determinada, participa en la producción e imposición de sentidos comunes y su transformación de valores de grupo en valores con pretensión de universalidad, con lo cual nos instalamos en otra característica fundamental del proceso periodístico y es aquella que lo instala como un tipo específico del género Propaganda.
Retomaremos al final de esta reflexión los conceptos de Propaganda, Ideología, Hegemonía y su interrelación con la perspectiva de los medios como fetiche al analizar y proponer como ejemplo paradigmático, cómo se sostiene y permanece vigente aún, de la mano del paradigma tecnológico, la vieja idea de Progreso de la Historia nacida con la modernidad.
Una primera aproximación a los medios (en sentido estricto, dejando de lado el antecedente de las crónicas, especialmente en América tras el descubrimiento) dice relación con la aparición del periodismo hacia el siglo XVIII de la mano de la modernidad. Hablar de medios hacia esta época es hablar del periodismo que nace con la Revolución Francesa y se desarrolla a lo largo del siglo siguiente, tanto en Europa como en América, teniendo como rasgo central la participación en el proceso de un tipo de sujeto que era a la vez testigo y fuente. Este protoperiodismo que antecede a la profesionalización que caracterizará al fenómeno durante el siglo XX, será practicado por individuos que cumplen en sí mismos con la función del yo-sujeto-testigo-fuente, y que en esa condición participan en la lucha por los sentidos y el poder. Es este sujeto cronista el que hará el papel de periodista durante el siglo XIX, el cual en observación y participación de los hechos a que hace referencia, nos hará llegar su testimonio.
Esta primera etapa de los medios ligado al desarrollo del periodismo, dará paso a un segundo momento caracterizado por su profesionalización y la objetividad del proceso periodístico (entendida como la remisión a fuentes para la constatación de los hechos) durante el siglo XX, que esconderá de aquí en adelante la parcialidad de grupo que se encuentra tras los medios. Desaparece entonces el sujeto que fue el gran protagonista en el siglo XIX, para dar paso a la creación y consolidación de las “modernas” agencias de noticias.
Una tercera etapa se inicia con la decisión de Nixon hacia fines de la década del 70’ que permite el establecimiento de grandes corporaciones y la irrupción de las Tics (tecnologías de la información y comunicación), que junto con el desarrollo de la televisión y la radiofonía, concluye con el fin del periodismo nacido tras la modernidad, para dar inicio al moderno concepto de “medios de comunicación”.
En el siglo XX el “viejo periodismo” de la centuria anterior se convierte en los modernos medios de comunicación, los cuáles transitan en el marco de la historia económica del siglo y su rasgo principal que es la concentración del capital. En este contexto, la creación de la Agencia Internacional de noticias será el modelo para la producción periodística de relatos y sentidos comunes (ahora con un sentido global atendiendo a la expansión del sistema económico), funcionando dentro de la lógica mercantil y produciendo por lo tanto mercancía simbólica.
La historia de los medios de comunicación en este siglo por ende tiende a una mayor complejización y hacia el control monopólico de la propiedad, mientras que transita en paralelo al estadio específico del orden capitalista global, que consolidará definitivamente a la mercancía como fetiche. Es el proceso de fetichización en el marco del sistema económico, el que permite el nacimiento y desarrollo de los medios de comunicación al transformar a la “comunicación”, como todo producto y actividad dentro del sistema, en una mercancía más.
El triunfo en el proceso de fetichización total de la mercancía hará que hacia el último tercio del siglo, los medios de comunicación se conviertan a su vez en mercancía fetiche en el sentido del pensamiento marxista clásico que nos lleva a la idea del dinero como fetiche o una entidad ideal auto establecida y aceptada como realidad tangible por un contexto determinado, y que está dotada de vida en sí misma.
Como plantea la propuesta teórica y metodológica “Intencionalidad Editorial. El sigilo y nocturnidad de las prácticas periodísticas hegemónicas” (Ducrot, V. Comp.), para legitimar y asentar la forma mercantil de comunicación y hacer de ella una actividad natural que se desempeña sin que los receptores puedan sospechar su carácter de instrumento de dominación de una clase, el medio de comunicación pasa por un proceso de fetichización.
Fabricar un fetiche significa cristalizar un proceso bajo la forma de un objeto puesto aparte, separarlo de las reales condiciones que anteceden su producción, apartándolo así de su génesis, con lo cual el fetiche es además un eficiente mecanismo tendiente a opacar las relaciones sociales de producción prevalecientes, para así conservar la producción de mercancías.
El medio sería entonces un fetiche en la medida en que se los considera como una entidad dotada de autonomía, voluntad y alma propia que trasciende la sociedad donde actúa.
En este marco de los medios como fetiche es donde se inscribe que aquella vieja disputa por los sentidos comunes característica de todo el siglo XIX, se resuelva con el triunfo durante el siglo XX de la hegemonía del capital financiero y todo su “sistema de valores”, que hacia la década del 70’ con la consolidación del fetiche quiebra la complicidad semántica entre los diferentes grupos y clases de la sociedad, que permitía la comunicación por medio de alegorías y metáforas. Éstas, que para su utilización presuponían un entendimiento implícito, quedan obsoletas en la medida que los medios de comunicación se definen y construyen al otro como fetiche. La tensión dialéctica entre el mundo simbólico y la realidad material que había estado presente durante el siglo anterior y gran parte del XX, se rompe… De aquí en adelante no habrá conexión entre el campo simbólico y el mundo tangible, puesto que los contenidos de los medios se desconectan de la realidad para producir y reproducir los sentidos comunes hegemónicos del grupo propietario de los capitales financieros, corporaciones mediáticas, empresas multinacionales, etc.
Atendiendo a la premisa básica de que todo medio de comunicación y junto con ello la práctica periodística se insertan dentro de la lucha por el poder, lo que se observa en la actualidad es la existencia y funcionamiento de un complejo sistema de medios de comunicación a escala mundial, que se instalan como los baluartes de la objetividad, pero que representan en verdad su parcialidad de grupo (de los dueños del gran capital), y que producen y reproducen hasta el infinito sus sentidos comunes, su sistema de valores, su Ideología, a fin de conservar la hegemonía económica y social.
El discurso del bloque de poder transformado en discurso con valor universal actúa (como todo discurso hegemónico) eficazmente como disciplinador social y herramienta para conservar el poder, con una fuerza simbólica quizá sin precedentes históricos por la concentración en pocas manos de la propiedad de los medios. Siguiendo esta línea, se puede afirmar que no existen en la actualidad los medios de comunicación y en su reemplazo actúa un grupo minoritario de sujetos dueños de empresas mediáticas, imponiendo su sistema de valores y que bajo ningún punto de vista “median” entre diferentes grupos o actores sociales.
La conceptualización de los medios como fetiche es entonces la lógica que contiene, fundamenta y explica la “razón de ser” de los medios de comunicación tal cual se desarrollan hasta el presente.
El Imperio Global Privatizado además de constituir un imperio simbólico que invade todas las esferas de la cotidianidad de los hombres y mujeres que habitamos estos albores del siglo XXI, ostenta de la increíble expansión de la tecnología en un sentido amplio del término, aplicada a las más variadas actividades y aspectos de la sociedad. Instalado sobre el paradigma tecnológico y a través de los medios de comunicación, se difunden ininterrumpidamente las ventajas de este paradigma: la conexión y “comunicación” cada vez mayor entre los individuos, el continuo avance de la ciencias y el desarrollo de las tecnologías aplicadas a la ciencia médica, las mejoras en los sistemas de transporte y telecomunicaciones, etc.
Bajo este manto de optimismo consideramos que lo que está operando en realidad es Propaganda a través de los medios (y de la industria cultural en general) de contenido ideológico para difundir los “avances” tecnológicos, a objeto de conservar y reafirmar en el orden simbólico que la humanidad continúa su marcha inexorable hacia el Progreso infinito de la mano de los avances materiales, fruto del “ingenio” del hombre, a estas alturas ya instalado como dueño y señor de las fuerzas de la naturaleza. Y todo esto en paralelo a la devastación medio ambiental contemporánea (provocada por esta misma “fuerza humana transformadora”), que junto a la pobreza, marginación social, racismo, armamentismo a nivel planetario y la violencia generalizada en todos los pueblos y sociedades, se instalan como características del mundo actual.
¿Progresamos?. ¿Nos lleva este Progreso por el camino de la felicidad tal cual auguraban los principios de la modernidad?. ¿Es el Desarrollo económico sinónimo indiscutible de mejoras cualitativas de una sociedad?.
Atendiendo a las diferentes noticias que aparecen continuamente en los medios (escritos, TV e Internet) sobre algún avance tecnológico “nuevo” o a la ya rutinaria noticia respecto del desarrollo de la robótica, sobre todo en Japón, o de la experimentación biogenética, sigue reforzándose la idea de que las sociedades contemporáneas de la mano de la tecnología y las ciencias marchan por la senda del Progreso (y continuaría sin lugar a dudas por esa senda), y los avances son tales que podemos orgullosamente plantarnos como la cima más alta de las anteriores formaciones sociales, superando ampliamente toda la historia de humanidad.
Si afirmamos que la hegemonía (siguiendo a Antonio Gramsci) no sólo se conserva a través de la dominación económica sino que también por medio de la influencia Ideológica, lo que oculta en verdad este incesante bombardeo mediático pro tecnología es la imposición que realiza el bloque de poder de su Ideología, los cuales en posesión de los grandes medios corporativos pueden reproducir de manera eficaz esta idea de Progreso y transformar su Parcialidad de grupo en sentido común universal, aceptado y vivido por la mayoría de las personas como una creencia cultural evidente en sí misma. Los medios y el periodismo, insertos en la lucha por el poder y el sentido, son instrumentalizados para influir ideológicamente en la “opinión pública” a fin de mantener viva la concepción de avance progresivo de la Historia, asegurando con ello el funcionamiento del sistema económico en su conjunto.
Los dueños del gran capital, para la preservación del sistema económico del Imperio Global privatizado, requieren que en el orden simbólico continúe funcionando de manera eficaz la fe ciega en la tecnología y en las ciencias, que en la medida que son una mercancía más sujeta a las leyes de la producción y el intercambio, requieren de consumidores.
Esta ideología dominante la experimentamos a diario en la medida que el propio funcionamiento del sistema económico nos inserta dentro de los parámetros tecnológicos, y que además casi sin alternativa situados como consumidores, no podemos más que seguir el ritmo de las nuevas tecnologías casi de manera compulsiva. En este sentido, me refiero a que nos vemos obligados a la renovación continua de los más variados artefactos tecnológicos, y casi sin opción, ya que en un corto tiempo (cada vez menor) todo va quedando obsoleto que hasta la vieja iniciativa de “reparación” como una actividad de alargar la vida útil de un producto se vuelve algo difícil, porque hasta los repuestos se vuelven obsoletos también. De lo que se trata una vez más es de producir siempre “nuevos” y “mejores” computadores, celulares, televisores, medicamentos, etc., y asegurar su consumo incesante.
Los medios de comunicación al ser mercancía fetiche difunden este supuesto Progreso histórico-tecnológico funcional al orden del Imperio Global Privatizado, apartándolo de su historicidad, ocultando las relaciones sociales de producción y la realidad social tangible. El Capitalismo como sistema social histórico tendiente a la producción de mercancías y basado en la explotación de la mano de obra, existe entonces como una realidad ajena, lejana en el tiempo y desvinculada de los medios porque éstos, devenidos en mercancía fetiche, logran funcionar con una autonomía tal que crean la ilusión de ser una entidad con vida en sí misma y dueña de una voluntad propia, siendo entonces una fuerza que se moviliza sin relación con el orden económico, político y social concreto.
Los medios como mercancía fetiche pueden verse en toda su magnitud en la denuncia enérgica que de vez en cuando hacen de la crisis medio ambiental que vive el planeta y al mismo tiempo continuar promoviendo las nuevas tecnologías. Su autonomía como fetiche les da la posibilidad de actuar como instrumentos de dominación ideológica del bloque de poder dueño del capital, promoviendo la Idea de Progreso y a la vez proyectar una mirada crítica frente a este mismo orden económico responsable de la sobre explotación de los recursos naturales y la contaminación del planeta en todas sus variantes.
Quisiera ahora incluir en el análisis y en relación a las noticias referidas a la tecnología y avances científicos, la visión que inserta al proceso periodístico como un género específico de Propaganda (que debido a la remisión de fuentes para la constatación de los hechos es entonces Propaganda “objetiva”), en este caso Propaganda mediática de los grupos dirigentes para promover y conservar la concepción que une los avances científico-tecnológicos a la idea de Progreso histórico.
El conjunto de las cinco reglas que conforman al género Propaganda (simplificación, exageración y desfiguración, orquestación, transfusión, unanimidad y contagio) pueden visualizarse en general cada vez que nos encontramos frente a una noticia que trata sobre alguna nueva tecnología o avance científico.
Si consideramos por ejemplo la transfusión (toda Propaganda opera sobre una base preexistente que la sustenta) es evidente que la propaganda de las tecnologías mantiene el status quo del bloque de poder, reforzando la Idea de Progreso lineal de la historia de la mano del increíble progreso material desarrollado por las sociedades contemporáneas a partir de la revolución industrial en el siglo XVIII.
Más reveladora aún de la función ideológica de los medios en este sentido, es aquella regla de la Propaganda denominada “unanimidad y contagio” (expresar la opinión de un grupo como unánime a toda la sociedad civil) toda vez que estas noticias, repetimos, representa la Ideología hegemónica pero se presentan de tal forma que hace parecer que el conjunto de la sociedad las acepta y comparte.
Los medios hoy en día cuentan con mayor poder simbólico para potenciar su carácter propagandístico debido al proceso de fetichización en el que se encuentran inscritos. Estos, devenidos en fetiche, además de esconder su real funcionamiento como mercancía, cada noticia-mercancía oculta a su vez los reales intereses de clase que se ubican en su génesis.
En la lucha por la hegemonía el escenario de los tiempos que corren se presenta como una lucha desigual entre el bloque de poder que posee la propiedad de los grandes medios corporativos y el resto de los grupos político-sociales que pugnan por el poder.
En la batalla por la imposición de sentidos comunes, las elites dirigentes del Imperio Global Privatizado pueden desde y a partir de los medios, continuar con la propagación de su sistema de valores sin mayor contrapeso y con la gran ventaja que les da su constitución como fetiches, ocultar hoy más que nunca que son instrumentos de dominación de una clase.
Este es el escenario simbólico en el cual vivimos nuestras existencias. Una Ideología dominante que penetra en nuestra realidad de forma agresiva por la imposibilidad de sustraernos a sus mensajes, a sus grandes relatos. Ese sistema de valores que privilegia el individualismo, la competencia en todas las esferas de la vida, el consumo como el fin supremo hacia el cual confluyen nuestras experiencias, lo queramos o no lo queramos…
Por esto es válido cuestionar hoy la legitimación de la vieja Idea de Progreso. Nuestras sociedades latinoamericanas y los gobiernos de turno, continúan trabajando en conseguir el ansiado desarrollo económico como si éste fuese garantía de solidaridad entre los pueblos, de respeto al interior de nuestras sociedades y a las comunidades indígenas, la eliminación de la violencia urbana, fin a la marginalidad, la pobreza, el racismo, clasismo, etc.
Nuestros países, a estas alturas ya a modo de trauma histórico ligado al eurocentrismo que ha primado en la conformación de nuestros pueblos, continúan buscando el desarrollo a imagen y semejanza de los países ricos del norte. Pese a las alternativas actuales que han plantean países como Venezuela, Ecuador y Bolivia, aún en estos casos no hay salida posible para plantearse un proyecto de futuro escapando a la lógica del funcionamiento del orden capitalista global, es decir, pensar y trabajar en pos de lograr crecimiento económico y por añadidura, un consecuente desarrollo. El sentido común no dicta otra cosa. Para sobrevivir como países, como comunidades, como pueblos hay que estar dentro del juego, con otras formas, con otros códigos, pero siempre dentro.
El tema, desde que todo comenzó por allá en siglo XVIII, sigue siendo el mismo, siempre crecer más, para lograr más, para luego querer más, y así sucesivamente… En cierta oportunidad, hace ya algunos años, escuché la terrible noticia de una ola de suicidios en Francia, principalmente jóvenes, que elegían para su fatal acción nada más ni nada menos que el símbolo arquitectónico y destino turístico indiscutible en París, la Torre Eiffel. En ese momento pensé la enorme paradoja de que un país con altos niveles de desarrollo como Francia fuese el espacio, la sociedad que albergara tal nivel de insatisfacción y angustia en algunos jóvenes, al punto de llegar al suicidio. Este es el punto esencial, la reflexión necesaria: nada garantiza que flotando y soñando todavía sobre aquella nube del Progreso material (y las supuestas mejoras cualitativas que se le asocian), en su clave actual entendida como Desarrollo, seamos más felices, nos encontremos con los otros, disfrutemos nuestras vidas. Muy por el contrario, la premisa básica del sistema es la deshumanización total que conlleva y a la que sigue conduciéndonos de manera vertiginosa. Ya no tenemos tiempo, prima una visión exitista de los logros, solo el que triunfa vale socialmente, lo cual despoja de toda legitimación otras formas de existencia, otras visiones de mundo.
La Ideología dominante a través de los grandes medios no cesa en promover las ventajas del gran salto que supone llegar al Desarrollo. Lo peor quizá no sea que los gobiernos y sus políticas sigan visualizando como único camino posible el desarrollo económico en términos de las sociedades Europeas y la Norteamericana, sino que esta Ideología “Neoliberal” se sostiene además porque ha permeado hacia todos los grupos sociales como algo dado, no criticable, para convertirse en algo anhelado, especialmente por las elites dirigentes, algo así como un gran sueño incumplido que se debe lograr algún día. La gran mayoría de los ciudadanos de todos los pueblos de nuestra región vive esta Ideología a diario, en todas sus actividades, por medio de la mayoría de los contenidos ideológicos producidos por los medios y una vez más, cabe mencionar que el mayor soporte de todo este sistema simbólico y que le da toda su energía, es la fetichización de los medios que logra esconder en plenitud la Ideología que sustenta y el discurso del grupo de poder que se encuentra en su matriz.
Al igual que nuestras vidas individuales son valoradas en términos de progreso, éxito, un ir siempre hacia adelante como la única forma de “acceder” al reconocimiento social, lograr un status, una posición social determinada, el conjunto de la humanidad sigue moviéndose también ya casi, se podría decir, de manera mecánica, hacia un porvenir aparentemente ascendente de progreso, de mejoras cuantitativas y cualitativas, mientras que bajo este manto de “avances” se esconden las muchas crisis que vive la humanidad en estos comienzos de siglo. Y una de ellas, atendiendo a las posturas posmodernas “críticas”, sería la pérdida de sentido de futuro, de proyección histórica, que viven las sociedades contemporáneas, y la consecuente sobre valoración del presente, de un presente continuo como el único tiempo real, concreto y apreciado. Gran paradoja entonces. ¿No creemos en el futuro pero si en el Progreso?. Retomamos y afirmamos nuevamente. Vemos ahí la enorme maquinaria Ideológica capitalista que promueve el progreso como algo dado, deseado, irrefutable y por sobre todo… inevitable (en un sentido positivo, inevitablemente y afortunadamente, vamos hacia allá).
Se hace necesario retornar y validar otras formas de existencia, otro sistema de valores, otros tiempos, otros lenguajes. De ahí la importancia, por ejemplo, del mundo indígena latinoamericano que contiene otras lógicas de pensamiento que escapan a los sentidos comunes impuestos por el Capitalismo. Humanizar la vida, respetar el entorno natural, valorizar otros tiempos en detrimento del tiempo frenético del sistema, confiar… volver a confiar. Creer en la solidaridad y el respeto del otro y hacia el otro. Reencontrarnos, aprender a tocarnos, a abrazarnos, recuperar los instintos, las emociones, las sensaciones en contra de la racionalidad que prima en el mundo contemporáneo y que reprime la impulsividad, condena los sentimientos a un lugar secundario, menor y hasta innecesario. Pese a que cierta literatura sobre la posmodernidad consideran la etapa actual como una vuelta al mundo de las emociones, el enfoque y análisis gira en su mayoría en torno a una visión individualista, desarrollando el neonarcisismo como signo irrefutable del individuo posmoderno (o ¿moderno?). El planteamiento que proponemos aquí se vuelca sobre un mundo sensorial, emocional y perceptivo en relación a los otros, y en contra del racionalismo moderno que mantiene aún toda su vigencia y fuerza.
Desafortunadamente, el discurso que prima es el otro, y como ya se ha mencionado, con un poder simbólico sin precedentes en la historia. Los medios devenidos en fetiche representan una Ideología depredadora del medio natural, deshumanizadora de la vida en su conjunto y explotadora de millones de personas en todo el mundo. Esa es su esencia, esa es su realidad, que por lo demás obedece a la total mercantilización del sistema. Si otro mundo es posible, como reza la consigna del Foro Social Mundial, éste se encuentra fuera de los medios, a salvo de su influencia, y lejos de sus relatos alienantes.
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