pequeña burguesía desclasada


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Los eufemismos (Neo)Liberal-Burgueses

Cuando los dirigentes y los voceros autorizados de la pequeña burguesía desclasada del continente – a las ordenes y al servicio de las criminales burguesías locales latinoamericanas – dicen “izquierda”, y dicen “socialismo” no dicen “expropiar a los expropiadores”, sino “repartir la torta”, aunque en realidad se refieren a tortillas de maíz transgénico.

Claro qué, para un pueblo hambriento y humillado durante siglos, al fin “algo es algo”. Y como dicen que dice, el sentido común vulgar y pedestre, de qué le vale el honor a un famélico.

Y por eso cuando dicen “centro-izquierda” dicen conciliación de clases, disputa intercapitalista entre tecnócratas burgueses atados a la renta nacional y gangsters agentes-gerentes transnacionales aliados a las oligarquías heredadas del pasado colonial-criminal; con los pueblos como rehenes en el marco de democracias formales “pacificadas”. [1]

El vocabulario se complejiza y se autoafirma impugnando categorías científicas como “proletariado” o “revolución social” cuando dicen “ciclo progresista”; – “ciclo” definición temporal inaprensible; y “progresista”, absurdo histórico de significación e implicaciones inescrutables, envueltas en los misterios de la “ciencia económica” burguesa – y ocultan en realidad su verdadero rol en la política latinoamericana y su fracaso histórico, marcado por una lógica neodesarrollista que intenta arrancar concesiones democrático-burguesas [2] al mismo tiempo que nega la intensa y feroz lucha de clases al interior de nuestros pueblos, desestimando y despreciando a un segundo o tercer plano la participación, la polítización y la organización autónoma de las clases populares.

Cuando dicen “participación”, no se refieren a milicias populares sino a “lideres carismáticos”, elecciones normalizadas y “transiciones” a la próxima “crisis de gobernabilidad”, y a la “reconstrucción” de hegemonías profundamente dependientes e inestables, donde solo se “elige lo que hay para elegir”: zanahorias, o milicos.

Che escribía:

“se lanzan algunas fórmulas limitadas: luchas electorales de menor cuantía, algún avance electoral, por aquí; dos diputados, un senador, 4 alcaldías, una gran manifestación popular que es disuelta a tiros; una elección que se pierde por menos votos que la anterior; una huelga que se gana, 10 que se pierden; un paso que se avanza, 10 que se retroceden; una victoria sectorial por aquí, 10 derrotas por allá. Y, en el momento preciso, se cambian las reglas del juego y hay que volver a empezar.

¿Por qué estos planteamientos? ¿Por qué esta dilapidación de las energías populares? Por una sola razón: en las fuerzas progresistas de algunos países de América existe una confusión terrible entre objetivos tácticos y estratégicos; en pequeñas posiciones tácticas se ha querido ver grandes objetivos estratégicos. Hay que atribuir a la inteligencia de la reacción el que haya logrado hacer de estas mínimas posiciones ofensivas el objetivo fundamental de su enemigo de clase.

En los lugares donde ocurren estas equivocaciones tan graves, el pueblo apronta sus legiones año tras año para consultas que le cuestan inmensos sacrificios y que no tienen el más mínimo valor. Son pequeñas colinas dominadas por el fuego de la artillería enemiga.

La colina parlamento, la colina legalidad, la colina huelga económica legal, la colina aumento de salarios, la colina constitución burguesa, la colina liberación de un héroe popular… y lo peor de todo es que, para ganar estas posiciones hay que intervenir en el juego político del estado burgués, y para lograr el permiso de actuar en este peligroso juego, hay que demostrar que se es bueno, que no se es peligroso, que no se le ocurrirá a nadie asaltar cuarteles, ni trenes, ni destruir puentes, ni ajusticiar esbirros, ni torturadores, ni alzarse en las montañas, ni levantar con puño fuerte y definitivo la única y violenta afirmación de América: la lucha final por su redención…” [3]

Y agregaba:

“…Recuérdese nuestra insistencia: tránsito pacífico no es el logro de un poder formal en elecciones o mediante movimientos de opinión pública sin combate directo, sino la instauración del poder socialista, con todos sus atributos, sin el uso de la lucha armada…” [4]

Los límites están a la vista: el “lulismo”, el neoperonismo K, el panindigenismo, el neojesuítismo y neoevangelismo moralizantes, “anticorrupción”: espectáculo y charlatanería que construye fantasías para disociados transversales, “interclasistas”.

Los fracasos no pueden y no deben ser asumidos como “errores”. No son los pueblos puestos a elegir entre malos y peores, los responsables del terror burgués y de la cobardía y la miseria intelectual de los dirigentes de la partidocracia electoral capitalista.

Afirmamos una vez más, que la intelectualidad burguesa miente descaradamente para justificar sus rangos y sus sueldos. Decimos con completa seguridad, que no hubo ningún “ciclo progresista”, ninguna “década ganada” al capital y a la superexplotación de la mano de obra latinoamericana, sino un profundo reestructuramiento de la dependencia y una más ajustada y funcional integración de los mercados capitalistas regionales a las necesidades del capital transnacional.

¿Aprenderá la burocracia estatal y la política profesional de sus “errores”?, nosotros sabemos que no es así. Su error debe buscarse en sus opciones; intentar explicar su mediocridad y su complicidad o ser aplastados por la revolución popular antiimperialista latinoamericana.

Los tecnócratas burgueses y los charlatanes pequeñoburgueses sudamericanos han “descubierto” (por fin) tal como afirmaba Fidel desde los primeros años de los 60’s… y mucho antes Mariátegui desde los años 20’s (ya es inocultable ante el rock and roll apocalíptico burgués [5] y el clima prebélico en la metrópolis capitalista norteamericana), que existe una dinámica continental, y que ningún proyecto nacional-burgués latinoamericano es viable sin disputar frontalmente contra el imperialismo yankee. Han entendido después de un siglo de negación y despiste geográfico-biográfico que existen correlaciones de fuerza continentales y que cualquier “política de crecimiento” debe ser entendida como antiimperialismo, pero eso no significa que estén dispuestos a dar esa batalla por la liberación de nuestros pueblos.

Todos aquellos que abandonen los mitos fundacionales del populismo [6], las anteojeras de burros de carga de la complicidad con los regímenes burgueses, tienen un enorme desafío enfrente; asumir con profunda humildad y coherencia la verdadera causa de los trabajadores del mundo entero; el socialismo es decir la liberación de la esclavitud asalariada.

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Notas:

[1] Perry Anderson, “Las democracias pacificadas del Cono Sur.” Conferencia en la Universidad de Buenos Aires, 16 de octubre de 1987.

[2] Silvio Frondizi. “El problema de la revolución democrático-burguesa”. La Realidad Argentina. Ensayo de Interpretación sociológica. T. 1. Praxis. Buenos Aires. 1953.

[3] Ernesto Guevara: “Táctica y estrategia de la revolución latinoamericana” (1965) y “Algunas reflexiones sobre la transición socialista, Carta a Fidel Castro”.

[4] Ernesto Guevara, Ídem.

[5] Mumia Abu Jamal, “Desastre en el corazón del imperio”.

[6] M. R. Santucho, “¿Qué es el populismo?”.

{ El Sudamericano }

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