IDIOT@S

29-06-2016a

Romance en la era del smartphone

En un mundo donde gran parte de la interacción transcurre frente a pantallas, el cortejo amoroso ha sufrido profundos cambios. Hoy las personas se enfrentan a situaciones nuevas. Como la espontaneidad calculada de los mensajes de texto. Como la ambigüedad de los emojis, likes y las señales de las redes sociales. Como la tentación de googlear a medio mundo. O, peor, de husmear en las redes de las ex parejas. ¿Puede la tecnología complicar las cosas en vez de facilitarlas? Un libro recientemente editado – el lúcido ‘Modern Romance’ – dice que sí.

por Cristóbal Fredes

Coincidió con ella en una fiesta de cumpleaños, donde conversaron y se coquetearon. Cuando la velada ya se acercaba a su fin, la chica le ofreció ir a dejarlo a su casa. Una vez allí, él la invitó a pasar. Preparó dos tragos, se entretuvieron eligiendo música, hablaron, rieron y finalmente terminaron besándose.

Al otro día – y pensando en que habían tenido muy buena conexión – él se enfrenta al siguiente dilema: cómo y cuándo hablarle nuevamente. ¿Llamarla? ¿Escribirle por Facebook? ¿Por WhatsApp? Opta por lo último y espera algunos días para no parecer demasiado ansioso. Elabora un mensaje entre casual y dulce, con un chiste interno y una invitación para ir a ver en vivo a la banda Beach House (que escucharon el día que se conocieron) esa misma noche.

Muy confiado, mientras espera la respuesta imagina otros momentos con ella. Piensa que en unos días más podrá invitarla a su casa y cocinarle. Que la semana siguiente podrían ir al cine al aire libre. Y por qué no, se pregunta, planear unas pequeñas vacaciones para el otoño.

Al rato el mensaje aparece como leído y puede ver justo el momento en que el iPhone le avisa que ella está tipeando. Pero, curiosamente, tras eso no recibe ninguna respuesta. A los 15 minutos su confianza empieza a decrecer. A las horas, le viene un leve pánico, y su mensaje, el mismo que originalmente le sonaba bien, ahora le parece estúpido. Un día y nada. Se siente derechamente mal. Más aún cuando la ve conectada a Facebook y subiendo fotos a Instagram.

¿Qué tan ocupada podrá estar? ¿Habrá tenido un problema con su teléfono? ¿O un problema en la vida real? ¿Y si le escribo un segundo mensaje? ¿Muy desesperado? ¿Cómo puede ser ella tan descortés que ni siquiera le dice que no? Preguntas como esas se multiplican en su cabeza. Se siente mirado en menos, frustrado, inseguro y, además, un poco loco.

Como buen practicante de ese género llamado stand-up comedy, esa noche él en vez de ir al concierto va a un bar de comedia. Pide el micrófono, cuenta su caso, expone su histeria y a cambio recibe no sólo carcajadas, sino que siente una profunda conexión con la audiencia, como si a todos les hubiese pasado lo mismo.

El sujeto es el comediante norteamericano Aziz Ansari (32 años, conocido por la serie ‘Parks and Recreation’ y por sus aplaudidos shows en vivo), quien después de esa espontánea rutina quedó fascinado con lo enredada que está su generación con encontrar amor – serio o casual – en la era digital.

Así que cuando la editorial Penguin le ofreció publicar algo, en vez de hacer el típico libro de comediante con chistes que no tienen la misma gracia que en vivo, propuso uno que abordara este poco explorado tema. Se asoció con el sociólogo de la NYU Eric Klinenberg (autor de ‘Going Solo’) y se zambulleron en una vasta investigación de dos años, que incluyó: focus group en varias ciudades de Estados Unidos y del mundo (París, Tokio, Buenos Aires), donde accedieron a los celulares de muchos de los participantes; un concurrido foro en la web Reddit; y numerosas entrevistas con profesionales de las ciencias sociales que habían investigado algún ángulo de este tópico.

El resultado se llama Modern Romance, libro publicado hace pocas semanas (de momento, sólo en inglés), que ya está dentro de los cinco más vendidos en la lista que elabora el diario New York Times y que ha sido aplaudido por equilibrar investigación sociológica, humor y autoayuda, y particularmente por mostrar cómo la tecnología ha complejizado las reglas del juego amoroso.

Uno de los temas que desarrolla es la gran paradoja de vivir en un mundo que nunca antes había ofrecido tantas herramientas para comunicarse, así como una oferta tan amplia de potenciales parejas o relaciones, pero que a la vez tiene a la gente frustrada, confundida, complicada.

En este nuevo paisaje, quienes buscan compañía deben sortear situaciones inéditas. ¿Cómo son algunas de estas nuevas interacciones y cómo se están desenvolviendo las personas en ellas? Aquí, algunas luces. Tomando algunos casos expuestos en Modern Romance, y en otros simplemente siguiendo su espíritu.

Pretender estar ocupado

Francisca (23) dice que cuando la invitan a salir por WhatsApp o Facebook, y ella no quiere, nunca dice que no. “Estoy ocupada. Estoy cansada. Pero sobre todo digo tengo prueba. Siempre tengo prueba para los tipos que no me gustan. Otras veces sólo respondo con risa. Y a veces no contesto”. ¿Por qué no decir simplemente no? “No sé, para qué hacer sentir mal, me da cargo de conciencia. Prefiero que se den cuenta solos”, asegura.

Pretender estar ocupado es todo un tema en Modern Romance. Es la actitud más expresada en los focus group a la hora de disfrazar el desinterés por el otro, pero también es parte de un gran contrasentido: los mismos prefieren ser tratados con honestidad cuando son ellos quienes esperan la respuesta a una invitación. Francisca también: “Obvio, que me digan la verdad”.

La ciencia de esperar (o aguantarse)

Demorar una respuesta para parecer más interesante y menos ansioso no es algo nuevo. Las generaciones más adultas crecieron con esa técnica. Pero en la era del smartphone el asunto se ha extremado a niveles absurdos. En Modern Romance sus autores cuentan que con sorpresa descubrieron que los jóvenes operan con sumo cálculo en este tema, y que muchos incluso utilizan la técnica de doblar el tiempo de la contraparte. La lógica es: si el otro se demoró 10 minutos en contestar un mensaje, entonces yo me demoro 20. La idea es parecer más ocupado y menos disponible. Por ridículo que parezca este proceder, muchas investigaciones – apuntan los autores – revelan que provoca un poderoso efecto de deseo en el que es víctima de espera, aunque también puede ser muy devastador.

Citan a Natasha Schüll, antropóloga del MIT, quien subraya las diferencias respecto al buzón de voz: “No esperabas una llamada de vuelta instantánea e incluso podías disfrutar el suspenso. Pero con la mensajería, si no tienes respuesta incluso en 15 minutos, te frikeas”. La misma antropóloga lo experimentó con un hombre con el que salía y, de la nada, no le contestó mensajes. “Fueron tres días de puro infierno”, dijo. (Supo después la explicación: el tipo había perdido su teléfono).

Googlearse antes de salir

Francisca asegura que no concibe ir a una cita con alguien sin antes investigarlo en internet. “Llego hasta la quinta página de Google. Voy a ver las imágenes, cosas del pasado”, cuenta.

En Modern Romance citan un estudio que estima 80 por ciento de los millennials hace lo mismo antes de una cita. Algunas historias de googleo se encuentran en el canal Modern Romantics, que los autores del libro abrieron en el popular sitio de foros Reddit. Como la de una mujer que googleando se enteró a través del newsletter de una sinagoga que su cita era un hombre casado (y que el mismo día de la cita daba clases de religión para niños junto a su señora). O la de otra que descubrió que el bombero que había conocido en un bar, y con el que llevaba días enviándose mensajes, aparecía en una noticia denunciado por pegarle a una mujer anciana. (Por cierto, ninguna de esas citas se concretó).

Hacerse un perfil

Buscarse en las redes te lleva también a los perfiles de las personas en Facebook, Twitter y otras redes. Y hacerse y administrar uno es también un tema propio de estos días, donde mucho de lo que allí se hace se explica por el juego amoroso. “Un gran porcentaje de mi presencia allí tiene que ver con eso”, dice Javier (29), quien participa activamente de Twitter y Facebook. “Si fuera asexuado no tendría ni Facebook ni nada. El grupo de WhatsApp con la familia y listo”.

Él mismo protagoniza otra de las paradojas de este tema: postea y opina harto en las redes pero al mismo tiempo le parecen más atractivas las mujeres que participan poco y, más aún, las que no tienen nada. “Y ahí me pregunto por qué yo postearé tanto”.

Señales en las redes

En una discoteque, Manuel (35) se acercó a saludar a Tamara (30), una mujer que apenas ubicaba pero le parecía atractiva. La excusa fue hablarle de un amigo en común. Aunque cordial, ella fue distante, no mostró una pizca de entusiasmo y la conversación duró unos segundos. Lo curioso vino al día siguiente: Tamara lo agregó de amigo a Facebook e Instagram, donde le puso like a algunas de sus fotos. En vez de alegrarse, a Manuel no le gustó. “Fue absurdo, absurdo que alguien se comporte de una manera en internet y de otra en persona. Incluso si se arrepintió me parece absurdo”.

Historias como esa son cada vez más frecuentes y hablan de una comunicación ya no meramente textual, sino de símbolos y señas exclusivas de las redes. La gente se pregunta cada vez más qué significa que alguien te agregue a Facebook, te ponga like en tus fotos o te comente las cosas que posteas.

Andrea (22) tiende a sobreinterpretar estos hechos. “Me paso rollos inmediatamente si un hombre que conocí me agrega a Facebook o me pone like en Instagram. Pienso que si lo hace es porque me encuentra bonita o está interesado o cosas así”. Le pasó hace poco con su ex: él le puso like a una foto en Instagram justo un día después de que se habían encontrado casualmente en persona. Andrea pensó que significaba algo. “Me imaginé que podíamos volver. Y cuando le hablé para juntarnos, él estaba pololeando con otra”.

Neurosis aguda

Una cosa es pasarse rollos y otra es la historia de Javier. El hombre tuvo una relación breve con una mujer que, muy a su pesar, no prosperó. Un día, viendo su propio WhatsApp se dio cuenta de que ella estaba online siempre al mismo tiempo que un amigo suyo. Le pareció raro y empezó a obsesionarse con la idea de que había algo entre ellos. Abría su WhatsApp a cada rato y entraba a la ventana de cada uno sólo para ver si estaban ambos en línea. A la larga supo que nunca hubo nada y que sus horas de paranoia frente al teléfono fueron tiempo perdido y una historia a conversar con su psicólogo. “Uno empieza a suponer cosas que no tienen mucho fundamento”, dice hoy.

Las insólitas aproximaciones del género masculino

Como es atractiva y está soltera, Ana (30) siempre tiene hombres invitándola a salir. Pero a juzgar por todo lo que ha pasado por su teléfono en el último año, no está segura de que eso sea tener suerte. Ha debido lidiar con hombres que no aceptan negativas ni excusas ni respuestas ambiguas y son capaces de insistir para siempre por WhatsApp. “El hombre chileno es muy machista y no acepta un no por respuesta y cree que todo depende si él se la juega o no”, afirma. Para peor, el contenido de los mensajes que le envían no siempre es muy elegante.

En Modern Romance este es todo un apartado: “El payaso moderno”. Aziz Ansari se sorprende de lo habitual que es este comportamiento y cita casos de los focus group y de un sitio, ‘Straight White Boys Texting’, un blog hecho para que las mujeres compartan los absurdos mensajes que reciben. “¿Estás caliente?” o “¿Sexo esta tarde?”, dicen algunos que son sólo de presentación. Otros demuestran que no recibir respuesta en semanas o meses no es impedimento para seguir insistiendo.

Terminar en un presente de redes sociales

Los datos son de Estados Unidos pero iluminan una tendencia global: en una encuesta de 2014 a cerca de tres mil jóvenes entre 18 y 30 que habían terminado una relación el último año, el 56 por ciento declaró haberlo hecho por mensajería o redes sociales. Sólo el 18 por ciento lo hizo cara a cara, un 15 por ciento por teléfono y un 11 por ciento por email. La razón más común es que es menos incómodo. También hay quienes cuentan que el mensaje les permite incluso ser más honestos, decir cosas que les costaría expresar cara a cara. Paradójicamente, el 73 por ciento de los jóvenes dice que se sentirían enojados si alguien rompe con ellos por estas vías.

A la chilena Bárbara (29) la patearon hace un tiempo por el chat de Gmail, luego de una relación de seis meses. “Me acuerdo perfecto de lo que me dijo. ‘No tengo nada más que ofrecerte, así que no quiero seguir contigo’. Que fuera por chat me dolió más que la terminada”, dice.

Otro punto es aprender a ser ex de alguien en tiempos de redes sociales. Hay casos como el de Ana, que incluso habiendo terminado ella no podía resistir las ganas de ver las redes no sólo de su ex novio, sino las de las de su nueva polola. Husmeando en el Facebook de ella sin querer la agregó como amiga. No le quedó más remedio que cerrar su cuenta, para intentar borrar cualquier rastro de ese gesto.

La ilustradora Catalina Bu (quien ilustra la portada de hoy de este suplemento) cuenta en una viñeta de su libro ‘Diario de Un Solo’ una historia similar: el protagonista está navegando el Instagram de alguien que le cae mal y sin querer pone like a una foto, encima muy antigua. Como no encuentra remedio, termina quemando su edificio y yéndose del país.

Otra práctica propia de estos días es el ghosting, que alguien al terminar te borre de sus redes y desaparezca (ver columna ‘Los ex: la amenaza fantasma’). Aunque desaparecer en en estos tiempos no sea más que una apariencia. Un síntoma más de lo mucho que ha cambiado el juego amoroso en la era de los bits.

Un nuevo escenario

Algunas de las conclusiones y consejos a los que Aziz Ansari y el sociólogo Eric Klinenberg llegaron tras investigar para Modern Romance:

* Encontrar a alguien hoy es probablemente más complejo y estresante que antes, pero hay más probabilidades de terminar junto a una persona que realmente te entusiasme y no con alguien simplemente aceptable, como era antes.

* La tecnología no sólo ha cambiado la vida de los solteros; también la de quienes están en una relación. Hoy se enfrentan desafíos nuevos, como la facilidad para husmear en el teléfono y las conversaciones de la pareja. Otro reto: el auge del sexting (mandar fotos eróticas).

* En mensajes de texto, trata a tus potenciales parejas como personas, no como burbujas en una pantalla. Si estuvieras en un bar, ¿le dirías diez veces seguidas una chica o un chico “hola” sin recibir respuesta? Si estás bien de la cabeza, no. Entonces en la vida online compórtate y actúa igual. Que tu yo-virtual no diste de tu yo-real.

* No todo es complicación. El mundo digital trae también cosas asombrosas, como la posibilidad de tener registro de tus relaciones románticas y su evolución en el tiempo.

* Si usas servicios de citas en línea (como Tinder), piénsalos únicamente como un medio de presentación. Comunícate con quienes tienes posibilidades, envíate algunos mensajes y ya, propón salir. No desperdicies tu tiempo pasando horas hablando en una pantalla.

* Con tantas opciones de potenciales parejas, en lugar de tratar de explorarlas todas, invierte tiempo en algunas y dales una oportunidad antes de descartarlas. En las citas privilegia experiencias por sobre el típico encuentro en una mesa de un bar teniendo la misma irrelevante conversación sobre hermanos, ciudad de origen y dónde estudiaste.

* Algunas reglas consensuadas sobre la mensajería con intereses románticos: 1) No respondas de inmediato. 2) No vuelvas a escribir si no has recibido respuesta. 3) La cantidad de texto que envías debe ser similar a la que recibes. 4) Quien recibe el último mensaje en una conversación, gana.

Los tiempos del soulmate

Cuando los jóvenes de hoy se casan, no sólo se casan por amor, sino que buscan un soulmate, una alma gemela. Esa alta exigencia, dicen los autores del libro, va de la mano con una nueva y cada vez más extensa etapa en la vida, que ellos denominan emerging adulthood, una adultez joven o postadolescencia en la que la gente se da el tiempo de probar muchas opciones. Esperar por amor verdadero y una conexión profunda es un lujo que las generaciones anteriores no podían darse, pero no todo es dulce: la enorme cantidad de opciones genera ansiedad y alimenta en muchos la creencia de que nunca están tomando la decisión correcta.

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Los ex: la amenaza fantasma

Ghosting, o el arte de ignorar a las ex parejas hasta el extremo, es una tendencia tan seria en el mundo del amor 2.0 que hasta The New York Times la ha consigando con seriedad.

por Isabel Plant

En lo personal, yo ya no pololeo, yo termino. Un año, un mes, dos semanas; tengo un posgrado en terminar todo tipo de relaciones y una hermosa colección de ex, varios de los cuales permanecen en mi vida de manera amistosa desde para ir a comer un par de veces al año hasta para compartir un partido de Chile en la Copa América. En la mayoría de los casos nos seguimos en redes sociales.

En los tiempos de ‘Me gusta’ y de ‘Likes’, los ex no desaparecen de la vida como antaño. Siguen estando, a menos que uno tome la siempre dramática medida de dejar de seguirse. Esto no siempre es fácil: como cualquiera, he tenido el corazón roto, he mirado el timeline del ex a las tres de la mañana, viendo quién le pone corazón a sus intervenciones, he hecho triangulaciones de contactos y finalmente he visto a gente que ha estado en mi vida enamorarse, casarse, ser feliz en fotos digitales con filtro de color.

“La tentación de espiar a tu ex en internet es casi universal”, escribe Aziz Ansari en Modern Romance. “Un estudio descubrió que el 88 por ciento de quienes seguían teniendo acceso a las cuentas de sus ex en Facebook decían que monitoreaban sus actividades, mientras que el 70 por ciento de quienes se habían desconectado de sus ex los espiaban por otros medios, como las cuentas de amigos”.

Para nadie, a menos que se tengan superpoderes, es fácil asumir que tu ex pareja ande por el mundo viviendo la vida feliz convertida en un extraño. Menos todavía si ves en Instagram a las tres de la mañana una foto de él borrosa en una fiesta y tras un acucioso estudio reconoces a la estúpida que siempre le coqueteó en el plano de atrás.

El opuesto a todo eso es el ghosting, traducible quizás como “fantasmeo”. Los medios de copuchas hollywoodenses fueron los primeros en reportarlo: Charlize Theron habría terminado con Sean Penn no contestándole más ni llamadas, ni emails, ni mensajes. El tema fue recogido luego por The New York Times, en un reportaje donde los lectores explicaban tanto sus razones para hacer ghosting como lo doloroso que es sufrirlo y citaba una encuesta hecha por The Huffington Post a mil adultos, en la que el 11 por ciento de los consultados aseguraba habérselo hecho a alguien.

Claramente, esta no es una conducta nueva. Se llama ley del hielo y existe desde que la primera pareja de cavernícolas decidió separar sus fogatas y no hablarse más aunque compartieran cueva; pero con las redes sociales es más evidente cuando se evita a alguien, ya que se sigue existiendo en las redes y sí, él sabe que estás viva y que no le estás contestando el WhatsApp a propósito, si al mismo tiempo estás twitteando “Almorzando sushi con mis amigas :)”.

The New York Times llegaba a la conclusión (lógica) de que el ghosting es una manera de escapar de la confrontación que requiere terminar, sobre todo cuando sólo se ha salido un par de veces y no hay algo formal. Se citaba a la editora y conductora del podcast de la radio pública de Nueva York llamado “Death, sex and money”, quien decía: “Mientras la gente se siente menos y menos cómoda de hablar cosas difíciles a la cara, se vuelve más fácil seguir adelante, dejar que pase el tiempo y olvidarse de decirle a la persona que no la vas a llamar más”.

En el artículo al respecto en The Huffington Post, los encuestados consideraban que la confrontación es la mejor manera de salir de una relación, y el ghosting la peor. Pero, sucede. Quizás se debería dejar el ghosting para finales muy dramáticos, como casos de infidelidad o traición. Quizás no es necesario tener una colección de exes rondando en el smartphone. Y si Charlize Theron puede hacerlo, quién dice que uno no.

{ La Tercera }

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