Motín de Chicas

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Girl power, del escenario a las camisetas

Dicen que vuelven las Spice Girls y su “girl power”, concepto que alguien en la industria discográfica extrajo de la escena musical feminista. ¿Hay algo positivo en esta recuperación?

por Irene G. Rubio

“Girl power”. Este lema encabezaba la portada del nº2 del fanzine ‘Bikini Kill’, una de las publicaciones de referencia de la escena riot grrrl en EE UU. Años después, en muchas tiendas de ropa se podían encontrar camisetas estampadas con la misma consigna, siguiendo la estela de las Spice Girls. ¿Qué había pasado para llegar hasta ahí?

El movimiento de las riot girls, que a principios de los ‘90 aunaba espíritu punk y reivindicación feminista, saltó del underground a los medios de masas en una pirueta que dejó perplejas a sus protagonistas. “Diluyeron el mensaje y trataron de convertirlo en una moda pasajera. Y muchas de nosotras no estábamos preparadas para afrontar la avalancha mediática”, confesaba Allison Wolfe, de Bratmobile, hace años a DIAGONAL. Tras la marea mediática, llegó la resaca: un destilado del espíritu riot grrrl mucho más vendible con las Spice Girls como buque insignia.

¿Cómo fue posible esta asimilación? Kathleen Hanna, que en ese momento formaba parte del grupo Bikini Kill y era una de las caras más conocidas del movimiento, hacía autocrítica años después en una entrevista con Daniel Sinker. “Las cosas que decía entonces eran muy fácilmente cooptables por el capitalismo y los medios de masas. Era fácil interpretarlas como ‘ser sexy para los hombres es feminista’. ¡Eso no es lo que quería decir!”. Y razona: “Lo que yo decía era que no tienes que tener un aspecto determinado o un peinado determinado para ser feminista; que sólo porque una chica lleve pintalabios no significa que no sea feminista. Pero ahora me doy cuenta de que realmente no estaba desafiando los estándares de belleza. Una amiga me dijo: ‘¿Por qué es tan subversivo ser guapa en el sentido tradicional? Creo que es mucho más subversivo crear tu propia forma de belleza y establecer tus propios estándares’. Tenía razón. Yo no era consciente de lo que decía”.

Efectos colaterales

¿Hay que interpretar este trasvase del underground al mainstream como algo estrictamente negativo? La propia Kathleen Hanna señala que puede haber varias lecturas de estos productos y “puede molar si las niñas pequeñas lo convierten en algo que les funciona o si la gente oye ‘girl power’ y quieren indagar más sobre ello”. En este sentido, hay quienes ven en el fenómeno de las Spice Girls una entrada de ciertos conceptos feministas en la cultura de masas, como el empoderamiento o las alianzas entre mujeres, que puede no ser tan espeluznante.

Dentro de los estudios de género, algunas corrientes interpretan fenómenos como las Spice Girls o la proliferación de guerreras y heroínas en la cultura popular (entre las que destaca la serie “Buffy la cazavampiros” como efectos colaterales del feminismo de tercera ola. ¿Son estas manifestaciones una victoria o una derrota del feminismo? ¿O quizás ambas cosas?

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Esto está pasando sin tu permiso

La celebración del primer Ladyfest (Olympia, 2000) tenía un motivo añadido: reivindicar la herencia de un movimiento como riot grrrl que, a principios de los ’90, surgió en ese mismo lugar y aunó canciones punk, espíritu “hazlo tú misma” y reivindicación feminista. Aunque hay varias versiones sobre el origen del término riot grrrl (algo así como un “motín de chicas”), el punto de partida se suele situar en la International Pop Underground Convention, un festival en Olympia (Washington, EE UU) donde tocaron varias de las bandas que protagonizarían el movimiento.

por Irene G. Rubio

Ese día fue un punto de encuentro para muchas chicas que habían entrado en contacto por medio de fanzines o por correo. Allison Wolfe, que en esa época editaba un fanzine, Riot Grrrl, y formaba parte del grupo Bratmobile, cuenta a DIAGONAL que “riot grrrl surgió de un trabajo de construcción comunitaria, con bandas como Bikini Kill, Bratmobile, Heavens to Betsy, y mujeres que eran parte de esa escena musical. Había una dinámica de grupo que iba más allá de la música”.

Riot grrrl expresó la necesidad de cuestionar la hegemonía masculina en el rock y de rechazar el papel que tradicionalmente se asigna a las mujeres en la música, hartas del paternalismo de muchos y de tener que esforzarse el doble para que se las tomase en serio. También, unos medios de comunicación que, como señala Allison, “nos tratan como moneda de cambio, como no si no hubiese sitio suficiente para todos. Esperan que seamos bellas o que muramos en el intento”.

Imbuidas de la filosofía punk del “hazlo tú misma”, las riot grrrl crearon grupos en los que lo importante era el hecho tocar más que hacerlo bien, publicaron cientos de fanzines, y crearon una actitud y un estilo en el que se reían de los estereotipos (así, se reapropiaban de los insultos que les dirigían y les daban la vuelta, escribiéndoselos con pintalabios en el cuerpo). Sus letras incluían temas como la sexualidad, el aborto o la violencia de género, y pusieron en práctica estrategias de empoderamiento, como pedir que en los conciertos las chicas estuviesen en las filas delanteras, para sentirse más cómodas. Riot grrrl fue, en definitiva, una bonita combinación de música y política.

Allison Wolfe comenta que “el sentido fue hacer que la escena punk fuese más feminista, y que el feminismo se volviese más punk. Riot grrrl representó un cruce entre punk y feminismo que nos hablaba en un lenguaje sencillo, pero político”.

Las bandas compartían un espíritu de grupo: “Estábamos en eso juntas, y era importante tejer redes a lo largo del país. En Olympia estaban Bikini Kill, Bratmobile, Heavens to Betsy, Beat Happening, Lois, Some Velvet Sidewalk, Unwound, Witchypoo, e incluso Nirvana, interactuando y construyendo una comunidad. Nos lanzábamos ideas las unas a las otras, influyéndonos e inspirándonos”.

Aunque riot grrrl fue sobre todo un movimiento en EE UU, en el que Bikini Kill fue uno de los grupos estandarte (aunque declararon: “No somos de ninguna manera líderes o autoridades del movimiento riot grrrl”), al otro lado del Atlántico destacaron Huggy Bear. Los británicos, un grupo mixto, protagonizaron una nueva versión del famoso episodio televisivo de los Sex Pistols al ser expulsados de un programa de Channel 4 por montar jaleo.

A los organizadores del programa no se les ocurrió otra cosa que poner, después de entrevistarles, un vídeo protagonizado por dos modelos playboy luciendo palmito. Semejante toma de postura provocó, obviamente, reacciones enfrentadas. Las riot grrrl tuvieron que sufrir estúpidas acusaciones del estilo “el feminismo es lo contrario del machismo”, y un periódico británico tuvo el morro de llamarlas “feminazis”.

De alguna manera, los medios fueron determinantes en su progresiva desaparición. Tras las críticas, trataron de hacer del riot grrrl una etiqueta vendible – hasta se llegó a hablar del “girl power” de las ¡Spice Girls! -. “Diluyeron el mensaje y trataron de convertirlo en una moda pasajera. Y muchas de nosotras no estábamos preparadas para afrontar la avalancha mediática”, confiesa Allison Wolfe. A esto se sumó el cansancio de las bandas, la necesidad de reinventarse y disputas internas. Algunas bandas continuaron su camino, otras nuevas se crearon (Le Tigre, Partyline) y hay grupos herederos de su filosofía como The Gossip o Erase Errata.

Aun así, lo que las riot sembraron ha acabado dando sus frutos, como el Ladyfest (Allison fue una de las impulsoras de la primera edición): “Ayudamos a forjar un espacio para mujeres en la música, animamos a muchas chicas a crear bandas, fanzines”. Lidia Damunt, de los españoles Hello Cuca, confirma esta influencia: “Cuando ya teníamos claro que queríamos hacer música, escuchar a Heavens to Betsy, Bratmobile o Slant 6 fue lo que nos hizo arrancar. Eso era el punk: rápido, barato y fuera de control. Y Bikini Kill eran los Ramones”.

{ Periódico Diagonal }

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