Me quedé perplejo

Reprodução/www

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Há anos a Agencia Rodolfo Walsh trazia, como parte dos informativos da agência, o “El Deportivo de la Walsh”, no qual constavam crônicas e notícias com a história do esporte argentino e recantos da América Latina.

Mas as mutações pelas quais passam os sítios, ao que parece, levaram a proposta dos hermanos de enriquecer os leitores com coisas além de futricas e mais do mesmo na editoria. Através deste boletim, cronistas latino-americanos chegavam facilmente e abriam o leque de conhecimento para reconfirmar o esporte como caminho para a compreensão do cotidiano.

Não é exagero, inclusive, dizer que este entendimento provocou a intenção definitiva de criar um espaço de olhar esportivo sem esquecer que a vida é um jogo. O informe que trouxe o texto a seguir vem de 2008! Estava guardado na caixa de mensagens, prestes a ser repassado, como alguns que passaram ou virão. (Ricardo S.)

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Sentir el vértigo

La eterna lucha entre la patronal y los trabajadores. Un recuerdo y el presente: el debut en la Bombonera y el trastorno del sentido del equilibrio ante la primera marcha para exigir la reincorporación de los compañeros despedidos.

por Gabriel T.

“Hay sentimientos que regresan”, me asegura. Estamos solos en la fábrica, casi a oscuras. Los telegramas de despido llegaron hace unos días pero, junto a los demás, resistimos la decisión. La madrugada es fría, todos los demás duermen en el piso mientras nosotros nos quedamos sentados y despiertos, por si vienen a sacarnos y, entonces, perdamos lo poco que nos queda. Cuando faltan las palabras sólo se escucha, persistente, el zumbar de un foco de luz desparejo y demasiado alto para cambiarlo. Le pregunto qué quiso decir con eso del retorno de los sentimientos. Cree – susurra – que está viviendo algo que sintió en su infancia. En qué momento, insistí.

“A los ocho años sentí vértigo por primera vez”. Mi sorpresa queda evidente con un pequeño silencio en la conversación. Intuyo que a él le pasa lo mismo pero, para hacer las cosas más fáciles, sigue. “Me llevó mi viejo. Calculo, por la época, que habremos ido en el Fiat 1500 blanco, que tenía un escape sonoro. Recuerdo muy pocas cosas de esa tarde. Era domingo, porque antes no había otro día para ir a la cancha excepto que el equipo jugara la Copa Libertadores. Pero vos te acordás cómo jugaban esos tipos…”, dice con resignación.

Pese a la angustia, escucho su voz más entusiasmada que en los últimos días. Quizás así también sonó la primera vez que subió a una tribuna para ver fútbol. “Como es costumbre, mi viejo dejó el auto lejísimo. Caminamos rápido. Yo pregunté, seguro, algo relacionado con el equipo, los jugadores, el rival de ese día. Me parece que era Colón”, se apresura antes de mi pregunta. “El cielo estaba nublado y el clima, húmedo. Llegamos a la ventanilla donde se sacaban las entradas. “Dos”, dijo mi viejo con firmeza. Tenía la plata justa y en la mano. Aunque me puse en puntas de pie, no alcancé a ver la cara del boletero. Avanzamos entre el humo de los choripanes, el sonido de unas cornetas largas, los empujones de quienes llegaban tarde y el “dale Boooo” insistente. Entramos a la cancha y comenzamos a subir. Los escalones eran interminables, grises y sucios. “Vamos a la segunda bandeja, debajo de los visitantes”, anunció mi viejo, agitado. Su aclaración significó nada en ese momento. En la medida que nos acercábamos al fin del ascenso, el murmullo y los cantitos se escuchaban cerca. Giramos a la izquierda y salimos a lo más alto de la tribuna. Me quedé perplejo. Adelante, pero abajo, estaba la cancha, verde, verdísima. Se me cerró la garganta. El viento de frente me sorprendió tanto como la inmensidad de ese lugar desconocido, igual que el mar la primera vez. Todas las primeras veces dan vértigo”, dice, y suspira profundo.

Yo miro el reloj. Faltan cinco horas para que salgamos a la primera marcha y siento en las entrañas el mismo vértigo que él tuvo la primera vez que fue a la cancha.

{ Agencia Rodolfo Walsh }

Publicado em 23.01.2012

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