Um upper nas sanguessugas

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O recorte dos encontros de Max Schmeling, “O Uhlan do Reno”, e Joe Louis, “O Bombardeiro Marrom de Detroit”, apesar dos socos e fraturas, vitórias e derrotas, desafios e revanches, pode ser entendido como um caso de amor (!).

Estes gigantes dos ringues reinaram dos anos 30 ao final da década de 40, conquistando e reconquistando a coroa de homens mais fortes do mundo, na categoria Peso Pesado do Boxe. Com luvas nos punhos, nocautearam além das páginas laureadas no esporte, a tentativa de cooptação patológica  de regimes políticos, uma vez que, como quase todos os esportistas, descendem das classes econômicas baixas. Mas a parte humanista, aproveitando o termo utilizado por Jorge de Hegedüs no texto abaixo, esteve intacta ao menos entre os dois campeões.

Conhecer um pouco desta história, “no estilo a vida é um jogo”, é um aditivo para construir a existência por uma trilha autônoma quanto às vontades, e de coexistência, quando inevitável. Tem gente que é indiferente ao Boxe, outros têm medo – como pode gostar de ver dois homens trocando sopapos, podendo até morrerem? -, e claro, os fãs que fomentam todo o negócio. Só que Max e Joe atraíram o lado doente do esporte, mais que a ascensão e a queda, o dinheiro e o fisco, o atleta de ponta e as drogas, tiveram as cores das peles como um dos aditivos externos.

Os duelos de 1936 e 1938 fazem parte da memorabilia dos aficcionados do Boxe, pois se no primeiro o alemão destronou Louis em Nova Iorque, no 12º round, o tempero para o segundo embate fora o Nazismo. Como se não bastasse a dureza de ser negro nos Estados Unidos, os promotores da revanche tiveram pilhas de sobra para instigar Louis, tanto por desconhecer o oponente quanto pela propaganda ideológica (?) entre os seus países. O que pensar quando estampam nos jornais que Schmeling ganhou por detectar falhas na anatomia e na genética do negro norte-americano? O Uhlan do Reno, manobrável como muitos rapazes de súbito sucesso e de origem humilde, levantou o braço direito para saudar o Führer em 36 e viu a coisa ficar, para aproveitar o trocadilho e a preocupação com a cor, preta!

Soado o gongo, colocaram as duas lutas épicas para brigarem, em importância, com as suas funções de “embaixadores”. A Segunda Guerra Mundial revelou que eles estavam acima de regimes ou que eram apenas rapazes que esmurravam a realidade com as luvas. Quem chegar até o final do texto de Hegedüs verá como o preconceito facilmente beija a lona, mesmo sob os riscos ao redor. Aí é que entra o poder de decisão do Boxe e suas quatro cordas, exceto em lutas forjadas, como muitas coisas na vida: se não entrar derrotado com o esnobismo e a dissimulação, literalmente, vai dar a cara a tapa para sobreviver. (Ricardo S.)

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El humanismo de un campeón: Max Schmeling
 
En 1975, Max Schmeling hizo una reflexión sobre aquella derrota que sufrió en 1938 frente a Joe Louis, el “Bombardero de Detroit” y gran campeón de los pesados en el boxeo de la época: “… mirando atrás, soy casi feliz de perder aquella pelea. Sólo imagino si hubiera regresado a Alemania con la victoria. No tuve nada que ver con los nazis, pero ellos me habrían dado una medalla. Tras la guerra, pude haber sido considerado un criminal de guerra”. Jorge de Hegedüs escribió en el portal www.efdeportes.com una biografía sobre el deportista alemán.

Corría el mes de septiembre del año 1977. La situación se estaba desarrollando en el Centro de Prensa que estaba junto a al estadio deportivo de la ciudad de Düsseldorf. El motivo de mi presencia en ese lugar era que estaba acreditado como periodista técnico para la 1ra. Copa del Mundo de Atletismo. Mientras estaba haciendo mis tareas correspondientes con relación a tan magno acontecimiento atlético, vi pasar delante de mí a una figura que me llamó la atención. Se trataba de una persona de estatura elevada ‘por encima del metro noventa’, corpulento, aunque algo excedido de peso, pero de aspecto elegante pese a que debía estar en su sexta década de vida. Vestía un riguroso traje oscuro y una clásica camisa blanca. Esta persona me era conocida pues la había visto en alguna fotografía de la revista ‘El Gráfico’. Hasta que finalmente caí en la cuenta y, cuán grande fue mi sorpresa: era nada menos que Max Schmeling, el cual había sido campeón mundial de box en la categoría de los “pesados”. Le dirigí una sonrisa, la cual me fue devuelta, pues se había dado cuenta que lo había reconocido. En instancias en que lo vi era invitado de honor para este torneo atlético.

Pensando en Schmeling me viene a la memoria una serie de recuerdos confusos, controvertidos, plagados de mitos, mentiras y prejuicios, los cuales son provocados por las nefastas posiciones y/o tendencias políticas.

Pero, ¿quién era este pugilista alemán? Maximillian Adolph Otto Siegfried Schmeling nació dentro de una familia humilde el 28 de septiembre de 1905 en la ciudad de Brandemburgo. Según contó pasados muchos años, se inició en el boxeo viendo una película todavía muda, pero que estaba relacionada con este deporte. Parece que estuvo dotado para esta actividad, de tal forma, que el 12 de junio de 1930 derrota al norteamericano Jack Sharkey en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, en el segundo encuentro por la revancha el pugilista del norte lo derrotó recuperando su corona. Esta fue obtenida luego por un boxeador de Detroit llamado Joseph Louis Barrows o simplemente Joe Louis, el cual era de origen afro americano. A través de la filmación de la película por el título, el pugilista germano pudo estudiar la técnica de Louis y comentó que tenía posibilidades para vencerlo. Efectivamente así ocurrió. Schmeling, a través de su representante en los Estados Unidos hizo los debidos arreglos para enfrentar a Louis. Esto se cristalizó en junio de 1936. De manera sorprendente Joe Louis fue derrotado en el décimo segundo asalto, en un combate que fue sumamente duro pues ambos contrincantes habían dado todo de sí y terminaron bastante golpeados.

Todos sabemos lo que ocurrió, dos años más tarde volvieron a combatir y en esta ocasión Louis bate al alemán por KO en el primer asalto. Sus golpes fueron tan contundentes, que según las publicaciones de esa época Schmeling tuvo fractura de algunas costillas. Pero todo esto quizás pueda ser solamente anecdótico; en el deporte se pierde o se gana.

Lo que se quiere resaltar en este asunto, es todo lo colateral al enfrentamiento entre estos dos excelentes deportistas. Se constata hasta donde llega la imbecilidad humana cuando los hechos se sustentan en el racismo y el nefasto nacionalismo.

Los problemas de Schmeling no comenzaron con su derrota sino dos años antes, cuando había triunfado y obtenido la corona mundial. En esa ocasión, al retornar a Alemania fue recibido como un triunfador, pero no solamente por el simple resultado deportivo, sino por ser un “auténtico representante de la raza aria”, la cual era “superior” a todas las demás. Inclusive se le transportó en un coche oficial hacia la capital y, obligado por las circunstancias, hizo el saludo tan conocido: extender su brazo derecho hacia el frente. Obviamente estuvo obligado por las circunstancias coyunturales; más aún, cuando tuvo lugar el evento de la esgrima femenina, en ocasión de los Juegos Olímpicos en el mismo Berlín, la representante de Alemania, Helen Mayer, la cual obtuvo la medalla de plata, al estar en el podio hizo el mismo saludo, y esta deportista… era judía. De todas maneras esa foto de Schmeling recorrió el mundo, y ello no hizo más que darle dolores de cabeza; se le tildó de “nazi”.

Pero las verdaderas creencias de Schmeling desde el punto de vista político se pudieron percibir ya a los pocos días de llegar a Berlín después de su triunfo. En efecto, se realizó una conferencia de prensa en donde se le preguntó si había descubierto alguna falla en la anatomía de Louis (obviamente un “defecto” debido a la “inferioridad racial”), lo que le permitió vencerlo. Pero el boxeador alemán, percibiendo hacia dónde se podía dirigir el tema, contestó que “…en los asaltos finales bajaba demasiado la derecha y por ahí vi el hueco…” Pero no, ni siquiera con esta respuesta inteligente Schmeling pudo zafar de la situación, puesto que los medios publicaron “Max Schmeling encontró un defecto en la anatomía y genética del americano y lo usó para vencerle”.

En ocasión del segundo enfrentamiento la situación de este deportista alemán estuvo plagada de dificultades. Cuando llegó a los Estados Unidos para la revancha, estuvo prácticamente encerrado en el hotel como un prisionero pues el público prácticamente le hizo constantes “escraches” – paradójicamente una metodología nazi para repudiar a alguien – con carteles cargados de insultos por su supuesta postura nacionalsocialista. Psicológicamente Schmeling entró ya “derrotado” para su enfrentamiento con Louis, aunque de todas maneras este último ya había evolucionado notablemente y era muy superior al alemán. El hecho fue que Schmeling fue a parar al hospital, en donde, llamativamente, el propio Louis fue a visitarlo para interesarse por su salud. En esa ocasión el boxeador alemán le pidió a su vencedor que no crea nada de lo que se le acusaba, a lo que el vencedor lo tranquilizó contestándole que “ya lo sabía”.

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Cuando Schmeling regresó a su país de origen ya no lo esperaba ninguna multitud, apenas una ambulancia para trasladarlo al hospital y continuar con su recuperación, y obviamente también estaba su esposa, la actriz de origen checoeslovaca Anny Ondra con la cual estuvo felizmente casado durante 54 años, pues esta falleció en 1987. También se supo que luego de su victoria sobre Louis en 1936, le pidió al gobierno alemán que protegieran a los deportistas norteamericanos durante los Juegos Olímpicos. Este gran deportista también mostró su humanismo cuando se jugó la vida al proteger a personas judías, las cuales eran sus amigos.

A la larga se pudo evidenciar que Schmeling no mostraba simpatía alguna hacia el régimen nacionalsocialista. Fue enviado al frente como paracaidista durante la II Guerra Mundial. Saltando sobre la isla de Creta sufrió serias lesiones articulares (meniscos y columna) pero de las cuales se pudo finalmente recuperar.

Una vez finalizada la terrible conflagración retomó su vida privada pero con muchas privaciones económicas. Por dicho motivo retomó el boxeo a los 43 años de edad, y pese a sus antecedentes es muy poco lo que pudo hacer puesto que en octubre de 1948 perdió por puntos contra su compatriota Richard Vogt. Con el poco dinero que pudo obtener de esta pelea se compró una pequeña granja para criar visones: apenas si le dio para sobrevivir. Pero ocurrió un milagro, puesto que un representante de una firma multinacional se acordó de él. Se le visitó y firmaron un ventajoso acuerdo comercial: Max Schmeling a partir de ese momento dejaría de criar visones y sería la imagen representativa tanto en Europa como en latino América de la bebida “Coca-Cola”. Este deportista recibió finalmente el gran reconocimiento que tanto se merecía, puesto que esto significó que se convirtiera en millonario.

Pero este acontecimiento no le impidió conservar su sentido humanitario, no se “hundió” en la pila de dólares o marcos alemanes. De inmediato se acordó del que fuera su rival y amigo Joe Louis. Aprovechando sus viajes comerciales fue a visitarlo. Lo encontró prácticamente arruinado económicamente y con serios problemas con el “fisco”. Schmeling lo ayudó, y cuando su “rival” falleció en 1981, él fue el que costeó los gastos de su funeral.

Es interesante y hasta llamativa una reflexión que hizo Schmeling en el año 1975 con relación a la derrota que sufrió ante Louis en 1938: “…mirando atrás, soy casi feliz de perder aquella pelea. Sólo imagino si hubiera regresado a Alemania con la victoria. No tuve nada que ver con los nazis, pero ellos me habrían dado una medalla. Tras la guerra, pude haber sido considerado un criminal de guerra”.

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El 28 de septiembre de 2004 fallece Schmelling a los 99 años de edad. Tuvo el mayor reconocimiento de todo el mundo deportivo. El entonces canciller de Alemania manifestó al enterarse de la muerte de este deportista “era una estrella que nunca dejó que la fama se le subiera a la cabeza” mientras que su opositora en la cámara, Angela Merkel, la cual a partir de 2005 se convirtiera la nueva Canciller de Alemania, reconoció su posición contraria al nacionalsocialismo: “protegió a judíos y a enemigos del régimen librándolos de ser deportados”. El gran futbolista alemán Uwe Seller – que llegó a ser sub campeón mundial en 1966 – fue amigo de Max y consideró que este boxeador era “un modelo a seguir”. En 1987 la ciudad de Los Ángeles lo nombró como “ciudadano honorario”. Desde el año 1971 lució la “Cruz Federal de Honor Alemana”, mientras que en 1979 fue recibido oficialmente por el presidente de Estados Unidos James Earl “Jimmy” Carter.

En 1987 la prensa especializada lo eligió como el deportista alemán más importante de todos los tiempos.

Agencia Rodolfo Walsh }

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* Em seus acervos primorosos, os babélicos YouTube e Wikipedia contam com os torcedores deste esporte, e numa expressão recorrente para quem nocautearia a curiosidade com um simples material tipo Power Point, “surpreendem de novo” com imagens e vídeos de ótimas qualidades – e são dos anos 30! – sobre as duas batalhas citadas aqui como pano de fundo. (Ricardo S.)

1936: Louis perde…

A revanche!

Publicado em 11.09.2009

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