Definidos en las instancias transnacionales

El capitalismo estrujante y la evolución social

por Víctor Manuel Barceló R.

La polémica entre Estado y mercado, que viene aconteciendo desde que el capitalismo financiero abrió espacios a los grandes capitales transnacionales y estos decidieron y apuntalaron sus determinaciones de cooptación de la economía globalizada, a través de sus agencias (FMI, Banco Mundial y sus dependencias y asociados), continúa en la vida real, mediante graves enfrentamientos en los campos de la autodeterminación de los pueblos.

Existen gobiernos que buscan la autonomía en el manejo de los recursos naturales de los territorios que administran, en aras del bien de sus pobladores – los llamados progresistas y algunos más en Latinoamérica y el Caribe – que resisten el embate, sin cuartel y con todas las mañas conocidas y por conocer, de grupos internos desnacionalizados, que rinden a los intereses de países y capitales, que solo buscan el control y usufructo de las riquezas de los países pobres, dejándoles en la postración y en situaciones internas conflictivas.

Sin entrar a una disquisición ideológica, habremos de admitir, en la práctica, la caída del Estado – entendido éste como un conjunto de instituciones super estructurales que garantizan: mantenimiento y auto reproducción del orden económico-social instituido, frente a las presiones económicas y políticas de la globalización -. Su influencia es cada vez menor, en cuanto a las determinaciones generales de gobierno y sus políticas públicas. Además de disminuidas, en lo general, se diseñan ahora para apuntalar al sistema de gobierno vigente, satélite de la economía global y, por lo tanto, sus normas y manejos son definidos en las instancias transnacionales.

Hoy en la academia y los “tanques pensantes” que hacen apología del proceso globalizante, entienden al Estado como entidad formal; empero en sus investigaciones no es considerado, sino como mero policía, encargado de mantener el orden para que pueda desarrollarse el saqueo desaforado de recursos naturales y la acumulación de nuestra riqueza producida, en pocas manos. Otros, incluso, pretenden negar su existencia, ante los graves problemas que sufre la política social (salud, educación, justicia) achacando tales males a la inexistencia del Estado.

El Estado – según esto – es sustituido por el mercado, quien organiza las relaciones sociales de toda índole. Los economistas de las clases predominantes – muchos incrustados en posiciones gubernamentales o como capitanes de empresa – nos encausan para aceptar un mercado que rige la vida toda, y quieren que pensemos que no se puede hacer nada ante esta realidad. Tales posiciones enmascaran la estructura económica neoliberal, y dan fortaleza al poder de quienes la sostienen, invariablemente a través de la fuerza del Estado cooptado.

Las denominadas “leyes del mercado” disimulan que hay Estados nacionales, solo que con funciones divergentes: algunos, opresores al servicio del gran capital y otros, oprimidos, en la lucha cotidiana por mantener la soberanía y la libertad de sus pueblos.

A partir de la sustitución del Estado por el mercado, los investigadores que sustentan tal juicio, consideran variaciones a los estilos de dominación. Antes de la globalización (en lo estatal y nacional) el disciplinar al pueblo para controlar la conciencia de los ciudadanos (alienación) fue la ruta. Hoy el mercado promotor del alto consumo, jubila la subjetividad como tal. La conciencia ya no es el objeto más preciado para dominar, el campo de sujeción es la “subjetividad consumidora”. A ello se aboca masivamente por todos los medios propagandísticos. No se dan limitaciones al ejercicio de la libertad, porque ésta es considerada inútil. El horizonte de dominación es la fragmentación, con ausencia de sentido, en la subjetividad consumidora.

La subversión del orden social o su transformación, ya no cuentan. Sostienen que mientras en los Estados para salir de la alienación, era necesario un trabajo de subjetivación que implicaba básicamente una impugnación del sistema, en la época que denominan “del mercado y sus fragmentos”, la tarea subjetiva no necesita de la subversión de la estructura social si no, como decíamos anteriormente, de la creación de situaciones habitables, que permitan el desarrollo de lazos sociales.

En la acción se aprecia el colapso general del poder del Estado, causado por las oleadas de capital financiero que van ocupando sectores de decisión económica, política y social. Entre el Estado y el pueblo, en su juego soberano se interpone una “cosa heterogénea que disuelve el juego, fractura al Estado y divide al pueblo”. Las asambleas ciudadanas pretenden organizar la proximidad, la unión. Buscan ir más allá de la dispersión pura. “Las asambleas no tienen que organizar el trabajo de expulsión de los usurpadores del Estado, sino el trabajo de cohesión entre la gente dispersa… no es exigencia de que se vayan todos, sino asunción de que ya no hay nadie”.

Cuando se produce un movimiento social como los que hoy coronan el empeño regional por avanzar hacia formas propias de crecimiento y desarrollo, además de la lucha por atender sus problemas definidos, produce un efecto de enlace entre sus integrantes, que actúa en su triple significado: “apoyo, modelización y transicionalidad creadora”.

La concurrencia a grupos que utilizan prácticas sociales de acción continua, colabora a transformar sentimientos de impotencia en energía, a redimir la autoestima laborando en condiciones más sanas, acerca de las situaciones traumáticas, desarrollando la autonomía y la creatividad. Lo que confiere significado y expresión a esos agrupamientos es la cohesión, “ser”, buscando una acción transformadora en el plano social. Esta práctica social de cambio, a la vez abre escenarios para las evoluciones subjetivas, no solo en quienes participan directamente de ella, sino a las agrupaciones que la entienden como pertinente.

Está claro que si se desestima el poder del Estado, el papel de las asambleas como ejercicio de la democracia directa, como gérmenes de doble poder, queda también desestimado. Ignacio Lewcowicz se refiere a las asambleas, pero podemos extenderlo a todas las organización vigentes de los movimientos populares en nuestra Región. Habría que desarrollar un análisis pleno del momento, condiciones y motivos que llevaron al surgimiento de las asambleas populares, que en algunos casos se debe al empeño por apuntalar los movimientos gubernamentales de avanzada. En otros, ante el debilitamiento del Estado como organizador, regulador de los intercambios psíquicos y sociales, “en el plano del universo simbólico”, son los movimientos populares los que buscan “sacar al buey de la barranca”.

Existe una crisis de hegemonía de las clases dominantes. Sus empeños que hace unos lustros daban frutos en soportar los engranajes necesarios para el consenso y el control social, ya no son efectivos. Algunos estudiosos se preguntan si el problema está en que el Estado ya no existe o si son solo indicadores del abismo a que la crisis económica, política y social lleva a los países que la padecen.

Otra cuestión en debate es la problemática de la alienación. Desde el marxismo la alienación es básicamente la desapropiación, que el trabajador hace, del producto de su trabajo, que en la estructura social es mercancía.

Ahora se habla de alienación psicosocial cuando las personas renuncian a parte de sí mismas en el orden del pensamiento, perdiendo la capacidad de crítica en relación a determinadas ideas, que se les imponen desde fuera.

Podría considerarse a esta circunstancia como factor del “efecto rebaño”, que encausa la aprobación e incluso el voto de ciudadanos, hacia fuerzas político-económicas que les afectan en sus intereses, a tal grado que desvían su posición y hacen a un lado gobiernos progresistas para encumbrar a quienes les afectaron en el pasado y vuelven a hacerlo.

Piera Aulagnier define la alienación como patología de la idealización y, por ello, de la identificación. No lo consideremos desde la patología; hay un grado de alienación inevitable, cedido por requerimientos de pertenencia social, como adscripción individual a los ideales colectivos, por propósito espontáneo del individuo al reducir la distancia con el ideal multiseñalado.

En la alienación se impone un discurso al sujeto desde el exterior, discurso que es tomado con valor de certeza y que es asumido por el sujeto como propio, convirtiéndose a su vez en portavoz. Constituye un accidente desconocido por el sujeto, compartido con otros, y sólo reconocible por un observador externo.

La alienación persiste, es menor por el descrédito del discurso de las clases dominantes y la práctica social de nuevas representaciones sociales y de nuevos ideales colectivos. El poder, aún en medio de la crisis, necesita insistir en mecanismos de consenso y garantizar su autorreproducción. Por ello las campañas psicológicas que persisten intentando construir ideas ocultadoras de la realidad. Ejemplos: campañas mediáticas sobre la inseguridad, omitiendo causas y, ante la indefensión social promovida, va la mano dura, preparando la intensificación de la represión a las luchas sociales. Considerar natural e inevitable el sistema capitalista y que los pobladores lo asuman como convicción propia, quedando en lo oscuro que es la libertad.

{ Agencia Latinoamericana de Información – ALAI }

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