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Venezuela: Los ojos en el fascismo; los pies en la tierra
Ambos antichavismos, el que tiene plata y el rastrero, nos están haciendo daño mientras se autodestruyen, cada uno a su manera
por José Roberto Duque
No hay tiempo ni condiciones en estos días para el discurso romántico ni para levantarse el ánimo a punta de consignas y retazos de himnos y poemas. La mejor actitud cuando están amenazando con liquidarnos, no sólo con tumbar al Gobierno sino con darnos candela, no metafórica sino de la física, es tomar un poco de distancia, ver lo que hay, mapearlo con toda honestidad sin hacernos los pendejos y luego volver a la quemazón, de la que formamos parte.
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Escenario único: Nicolás Maduro va a gobernar hasta que 1) el pueblo decida otra cosa en elecciones presidenciales, y estas se van a producir en 2018, ó 2) sobrevenga un acto de fuerza y se instale un gobierno de facto.
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Hay perturbaciones callejeras, cómo no, pero no de tan alta intensidad y magnitud como para hacerle imposible al chavismo gobernar. Hay también algunos movimientos subterráneos que de vez en cuando se manifiestan en la rendición o compra de algunos elementos (la fiscal Ortega Díaz y su señor esposo; el general López Ramírez y sus estrellas y condecoraciones) y en las declaraciones que a veces llegan desde instancias internacionales. La conspiración parece boba pero se menea.
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El antichavismo pudiera esperar ese año que resta para intentar ganar las elecciones y desalojar al chavismo por las buenas. Total, todo ese show callejero que están armando no es otra cosa que una larga, aparatosa y no convencional campaña electoral. La fracción del antichavismo llamada “MUD” (así eso ya no exista sigámoslo llamando así) sabe que guarimba no tumba gobierno. Los guarimberos sí lo creen, pero el rol del pendejo es hacerles el trabajo a los que sí saben qué puede y qué no puede ocurrir en Venezuela. Una cosa piensa el burro y otra el que lo arrea.
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Tal como les ocurre a las personalidades desequilibradas, el antichavismo se ha dividido hace rato en dos sub-personalidades nocivas y muriáticas. Ya esto es materia conocida y escudriñada: hay un antichavismo formal, partidista, y hay un antichavismo rastrero que no cree en elecciones y sueña que incendiando gente y camiones va a tumbar a Maduro. El primero engendró y estimuló al segundo y ahora éste actúa o cree poder actuar por su cuenta; el primero no pierde la oportunidad de financiar al segundo y de echarse una foto a su lado cada vez que éste lo deja. Ambos se detestan pero se necesitan y se complementan. Los guarimberos necesitan quien les proporcione sus disfraces, sánduches y explosivos, y los “dirigentes” necesitan a ese poco de carajitos enloquecidos que perpetren las hazañas callejeras que Guevara y sus niñas nunca se atreverán a perpetrar. Si Pizarro no le tuviera tanto asquito a la sangre iría él mismo a degollar y asesinar, pero ni su talante físico/anímico ni su rol asignado se montan en ese potro: a Pizarro lo tienen anotado para ser ministro o superdiputado después de que los muchachos que él y sus muñecos han captado hayan matado suficiente gente (nuestra y de ellos mismos) en las calles.
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Si yo supiera algo de estrategias comunicacionales, operaciones sicológicas y guerras de octava generación estaría buscando la forma de informarles (porque no es mentira) a esos muchachos del coño que hay unos sucios que están cobrando en dólares y negociando con el Gobierno a costa de su sacrificio y su exposición a la muerte. Que su plan es llegar a altos cargos de gobierno o llenarse de plata “cuando este peo se acabe”. Ahorita mismo estaría organizando una penetración de gente nuestra en cada guarimba, no para asesinarlos ni para meterlos presos sino para que volteen a ajusticiar a sus verdaderos enemigos: los dueños de Primero Justicia, Voluntad “Popular” y demás sectas.
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Los desmanes callejeros no tumbarán al Gobierno, y la policía no acabará con los desmanes callejeros. Meter presos a muchos guarimberos pareciera ser una opción, y en efecto la policía se la pasa en eso. Sólo que los guarimberos capturados pasan unos días en la cárcel y salen pronto a seguir jodiendo; no hay condiciones ni razones jurídicas para encerrarlos a todos durante mucho tiempo. Lo dicho: ¿quieren seguir incendiando? Bien: incendien a quienes los tienen haciendo el trabajo sucio.
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Tal como se lo ha propuesto el fascismo, seguirá habiendo muertos en las calles y no hay forma de que la mediática nacional e internacional entienda otra cosa distinta a “el Gobierno venezolano está matando manifestantes pacíficos”. Mientras escribo estas líneas un camión le pasó por encima a un muchacho en una “barricada” en el Zulia, y unas horas antes dos motorizados murieron en la autopista a causa del aceite derramado en la vía por unos criminales. Algunos de esos criminales saben que son criminales y disfrutan de ese rol; otros creen que ellos son es combatientes por la libertad; otros tal vez ni siquiera saben que han matado a alguien y por lo tanto seguirán en lo mismo. ¿Le tengo ganas a un chavista o a alguien que no obedece la orden de incorporarse a la guarimba? Bueno, pues voy y lo mato. Total, para el flojo que no quiere analizar ni entender nada, Nicolás Maduro será el responsable del asesinato de esas personas.
Los venezolanos pasaremos un rato más presenciando estas tragedias sin que eso que llaman “la situación” se resuelva, mejorando o terminando de colapsar. Ni gobierno derrocado ni guerra civil ni paz ni armonía: pura coreografía ridícula, pura gastadera en bombas lacrimógenas y puro discutir en las redes o en la calle para tratar de convencer al otro de que Neomar estaba era repartiendo flores y vino un Guardia y ¡pum pum!, lo asesinó. ¿Por qué? Ah, porque Nicolás lo mandó. ¿Chamo, pero por qué? Ah, porque Nicolás le tiene miedo a la libertad. Así seguiremos hasta que se acabe la plata con que están financiando los disturbios (sí, esa plata se va a acabar). O hasta que alguno de los militares a quienes les andan calentando la oreja y el bolsillo inicie otra fase/plano de la guerra, y entonces haya que replantearlo todo desde otra perspectiva.
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Ambos antichavismos nos están haciendo daño mientras se autodestruyen, cada uno a su manera. El primero quiere acceder al gobierno y al poder a como dé lugar y cuenta con alianzas y recursos para lograrlo; el segundo nunca será gobierno pero actúa en microscópicas parcelas de poder. Cada barricada y cada edificio o sector tomado en los ratos libres de este antichavismo rastrero es un acto de poder; cada linchamiento es un acto de soberanía o al menos de autonomía. Si llegara a producirse un acto mágico de entendimiento entre el Gobierno y los dialogantes de la MUD y todos salieran un día en unas fotos dándose abrazos y declarando el fin de la violencia, pasará lo mismo que pasó cuando Chúo Torrealba accedió a echarse esa foto: el fascismo rastrero execrará a esos dialogantes y los financistas encontrarán la forma de seguir financiando las coñazas e incendios.
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¿Y la Constituyente? Ah, pues sí, los chavistas tenemos que participar en la Constituyente, colaborar con ella o aunque sea no estorbar a los que han de participar. Si lo hacemos conscientes de que eso de “la Constituyente traerá la paz a Venezuela” suena hermoso pero es falso, mucho mejor. Pies en la tierra. (www.misionverdad.com)
{ La Haine }
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