De futuro compartido


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La importancia estratégica de los procesos

A Occidente le es muy difícil entender la psicología asiática. En la lógica imperial es posible utilizar a Vietnam como punta de lanza contra China. Nada más alejado de la realidad.

por María Victoria Valdés Rodda

Para 2037 la República Popular China será la mayor economía del mundo, sobrepasando con creces a los Estados Unidos, sosteniendo una tasa de crecimiento de cinco por ciento. Algunos aprecian que este logro se debe a adecuadas políticas económicas; otros, en cambio, señalan que responde a la peculiar psicología asiática, que le confiere al trabajo un alto valor. Ninguno de los dos elementos es excluyente, pues ellos se complementan dando lugar a que la región Asia-Pacífico siga siendo de las más dinámicas del planeta, que representa ya el 26 por ciento de la economía mundial. Gracias al desarrollo industrial, tecnológico y manufacturero chinos, otros en el área han salido beneficiados. No solo por el empuje que significa tener de socio comercial a un gigante semejante, sino, además, por la política empática de Beijing de “ganar-ganar”.

Entre las naciones que la comunidad internacional ha visto alzarse sobre las cenizas de la mano de la cooperación china, está Vietnam, pero reducirla únicamente a esos vínculos de relativa data reciente es una completa falta a la verdad. El pueblo vietnamita es de esos pocos que pueden lucir en su pedigrí la hazaña de derrotar a todas las potencias que quisieron subyugarlo. Todavía hoy se habla de la epopeya de la derrota yanqui en suelo vietnamita. Allí Washington asesinó a tres millones de lugareños; sin embargo, se vio forzado a huir en 1975, desmoralizado, y con el saldo de más de 60 000 bajas militares a pesar de todo su poderío logístico.

¿Cómo explicar los nexos con Estados Unidos?

Al unificarse el país, la República Socialista de Vietnam ha ido cuesta arriba, con grandes logros de todo tipo a partir de su reforma económica de 1980. Antes, no obstante, debió sufrir el acostumbrado bloqueo económico y comercial yanqui – de 1975 a 1995 – como herramienta de presión. Los Estados Unidos, a la larga, debieron rectificar tan desacertada política y en estos momentos el valor del intercambio comercial bilateral con los vietnamitas sobrepasa los 100 000 millones de dólares. Otro dato interesante es que entre ambos existe un flujo mercantil en armamentos de 40 millones de dólares al año. [1]

Pudiera pensarse que el interés de la administración norteamericana para con los vietnamitas se debe a que estos han demostrado capacidad de resiliencia, buen argumento si fuéramos ingenuos. Anotemos que Hanói mantiene con Beijing disputas territoriales en el Mar de China Meridional, dando pie a tensiones con regularidad. Y esto es interpretado por los estadounidenses como una posibilidad de debilitamiento de China en su área de influencias. Entonces, en jugadas desestabilizadoras, los Estados Unidos se lanzan a Indochina en espera de que esta se decante por completo por el mundo occidental, con la Casa Blanca a la cabeza. Algo que no pasará.

La idiosincrasia asiática, si bien no es homogénea y está compuesta por muchas particularidades, tiene el denominador común de la paciencia y el de sopesar las decisiones y colegiar las estrategias, que en última instancia se ponen al servicio del colectivo, base de las comunidades ancestrales. Al igual que Rusia en el arte de la guerra, los países de Asia ven todos los asuntos como un proceso y no segmentados, como suele hacerlo la mayoría del mundo. El pensamiento tradicional de ese longevo continente se basa en un enfoque holístico, al que están supeditados la integración de un gran número de factores en el desarrollo de una estrategia. También, similar a Moscú, dicho enfoque se materializa mediante el concepto de “correlación de fuerzas”, útil para cada aspecto de la vida.

No hay misterio

China y Vietnam han optado por un modo de vida moderno, pero sus sociedades y sus partidos comunistas no están obnubilados por la cultura occidental, toman de ella lo más beneficioso y lo cual combinan con sus costumbres; en ellos la manera de hacer política viene de lejos, cuya condensación se dio en las revoluciones socialistas de Ho Chi Minh en 1945, primero, y la China de Mao Tse Tung en 1949, después. Al utilizar el marxismo-leninismo, y con una práctica dialéctica, ambos lograron atemperar la teoría a los distintos momentos de su gobernanza.

Asociación estratégica

El planeta ha visto casi con admiración cómo las dos naciones han ido emergiendo para situarse, cada una desde sus perspectivas, en un franco camino de desarrollo. A EE.UU. le sienta muy cómoda la lógica de que si Hanói comercia con ellos – archienemigo que tanto daño les hizo -, y de que si, por si fuera poco, tiene contradicciones con Beijing, le será muy fácil manipular a Hanói contra China, principal contendiente geoestratégico para los yanquis. De manera que apuestan a la carta anglosajona de “dividir y vencer”. Es imprescindible recalcar que las dos plazas analizadas en este comentario asumen un enfoque holístico. De ahí que a los vietnamitas no les genere ningún problema impulsar al mismo tiempo relaciones sanas con Washington e incrementar con China vínculos amigables. Por su parte, el gigante asiático acepta esta situación. En ese sentido, Washington se llevó una sorpresa cuando el 12 de diciembre de 2023 el mandatario Xi Jinping manifestó que “China y Vietnam deberían aunar esfuerzos para superar las dificultades en el barco del socialismo. Las dos partes pueden fortalecer los intercambios sobre la construcción ideológica y las teorías partidistas, y compartir experiencias sobre la gobernación partidista y estatal, como legado a las futuras generaciones”. Para remate, y cólera imperial, según reportes de Xinhua, China y Vietnam acordaron renovar “su comunidad de futuro compartido con importancia estratégica profundizando la asociación de cooperación estratégica integral entre las dos partes”. Alejando así el viejo anhelo de los Estados Unidos de oponerlos mediante el dinero. Intento fallido. [2]

{ Bohemia }

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