lo contrario de lo que quieren que se haga

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Para no golpear a los niños

Pegar a un pequeño es un acto de violencia que hay que evitar a toda costa. Primero, porque no sirve para educar. Y segundo, porque causa un gran daño psicológico que se puede manifestar en la edad adulta con graves trastornos emocionales

A cargo de Rosa M. Cubela

Tal método como medida correctora nunca ha dejado de ser mal visto. A pesar de que los pediatras y psicólogos desaconsejan este tipo de agresiones, muchos padres siguen recurriendo a ello cuando no controlan la situación.

Pero no hay excusas. Pegar a un niño es un acto de violencia que hay que evitar a toda costa. Primero, porque no sirve para educar. Y segundo, porque causa un gran daño psicológico que se puede manifestar en la edad adulta con graves trastornos emocionales.

Así lo ha demostrado un enorme estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Texas y publicado en la revista Journal of Family Psychology. En el trabajo, un metaestudio, se han revisado otras investigaciones científicas y se han investigado los casos de 160 927 niños que han sufrido malos tratos en la infancia en forma de azotes. A efectos del estudio, el azote queda definido como el golpe con la palma de la mano en los glúteos del niño o en sus extremidades.

Y la conclusión es clara: los que los han recibido tienen muchas más posibilidades de desarrollar algún tipo de conducta disfuncional o de problema emocional. Andrew Grogan-Kaylor, uno de los científicos que han participado en la investigación, explica que los niños azotados tienden a desafiar más a sus padres que los que no lo han sido. También se vuelven más agresivos, desarrollan problemas mentales, comportamientos antisociales y pueden tener problemas cognitivos, como de aprendizaje, memorización o atención.

Según revelan en un comunicado de prensa, los investigadores crearon una lista de 17 problemas que podrían sufrir los menores, entre los que se encuentran los citados por Grogan-Kaylor, y los que fueron golpeados que desarrollaron en mayor o menor medida hasta 13 de ellos.

“La conclusión del estudio es que los golpes aumentan la probabilidad de una amplia variedad de conductas no deseadas”, asegura Grogan-Kaylor. Y la primera de ellas es la desobediencia. “Un golpe consigue lo contrario de lo que los padres quieren que se haga”.

El estudio también concluye que los niños que fueron azotados son más propensos a usar el castigo físico con sus propios hijos, lo que demuestra cómo las actitudes con respecto a tales métodos de disciplina tienden a transmitirse de una generación a otra. Además, el golpe equivale a un abuso físico, ya que las víctimas muestran daños psicológicos y conductas similares.

“Se suele pensar que una zurra y el abuso físico son comportamientos distintos. Sin embargo, nuestra investigación muestra que los golpes equivalen a los mismos resultados negativos que el abuso, solo que en un grado algo menor”, explica Elizabeth Gershoff, otra de las autoras de la investigación. “Esperamos que nuestro estudio pueda ayudar a educar a los padres sobre los daños potenciales de los azotes y les ayude a probar formas positivas y no punitivas de educación”.

Esperamos que los lectores presten mucha atención a todo lo expuesto y practiquen una educación adecuada con sus hijos.

{ Revista Bohemia }

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