Leones y zorros
por Rafael Luis Gumucio Rivas
La fábula de Esopo sobre El león y la zorra ha inspirado a pensadores tan importantes como Nicolás Maquiavelo y Wilfredo Pareto: para el primero, el político debe tener las cualidades del zorro y del león para conquistar y mantenerse en el poder, es decir, debe contar la astucia del zorro y la fuerza del león, que transferido al campo político significa ser capaz de descubrir y desarmar las trampas que le coloca el azar y sus rivales y contar con la valentía y fuerza del león a fin de apropiarse, en definitiva, del poder.
La fábula de Esopo dice:
“Un león fingía que estaba enfermo: con este engaño hacía venir a su cueva a todos los animales, y cuando los tenía allí los mataba”
“Llegó también la zorra; pero, no fiándose, dijo desde afuera al león que sentía mucho su enfermedad. El león, viendo que no entraba, dijo:
¿Por qué no entras? ¿Recelas por ventura de mí, cuando estoy tan débil que, aunque quisiera, no me sería posible hacerte daño? Entra pues, como los demás”.
“Esto es – respondió la zorra – lo que infunde recelo: que veo aquí seguramente las huellas de los que han entrado, pero no las de los que han salido…”
Wilfredo Pareto (1848-1923) admirado por Mussolini, es el creador de la teoría de la “circulación de las élites”, que consiste en formular una visión de la sociedad por medio de la cual una élite es reemplazada por la siguiente al agotarse su capacidad de poder. Para este sociólogo, la historia social y política es “un cementerio” de élites.
En todas las élites hay zorros, es decir, seres astutos, materialistas y amantes del poder que recurren, sin ningún problema, a todo tipo de corrupciones para conservar sus privilegios; por su parte, los leones son audaces, idealistas.
Cuando una élite se mantiene por un largo tiempo en el poder, asfixiando a las nuevas generaciones que aspiran por derecho al poder, se produce – según Pareto – la revolución que, lejos de ser producto de la lucha de clases, es el resultado del conflicto entre las distintas élites.
En las distintas sociedades hay determinadas proporciones de zorros y leones, y cuando la diferencia es muy grande, las élites caen en crisis.
Si aplicamos la teoría de Pareto a la coyuntura política chilena actual, vemos que la élite que dirigió el país desde el plebiscito de 1988 se niega a dejar el poder a futuras generaciones haciendo imposible la “circulación de las élites”, (recordemos que para Pareto las élites son las encargadas de comandar las sociedades), lo cual provoca una crisis que se expresa en el rechazo, por parte de la sociedad civil, a la élite en poder, ya decadente y corrupta. Hasta ahora, esta crisis de las élites se ha expresado en las manifestaciones populares de estudiantes, profesionales, ecologistas y, recientemente con más fuerza, en las masivas marchas por “No + AFPs” y en la abstención electoral, que ha llegado a cerca del 70%, según se constata en las últimas elecciones municipales. Parafraseando a Gramsci, lo antiguo se niega a morir y lo nuevo está aún está por nacer.
Cada uno en su tiempo, los grandes partidos históricos fueron dirigidos por élites de leones, es decir, idealistas audaces y ansiosos por la conquista del poder: así ocurrió, por ejemplo, con la Falange y, posteriormente, con la Democracia Cristiana de la Patria Joven. La generación de los fundadores de la Falange ha sido reemplazada por los “zorros”, es decir, materialistas y que usan su astucia para conservar sus privilegios obstaculizando cualquier atisbo de cambio en la sociedad y, además, emplean toda sus artimañas para mantener su poder y sin ningún temor a servirse hasta de la corrupción si fuese necesario.
Los socialistas, por su parte, tuvieron sus propios leones: en la generación fundadora y, luego, en quienes acompañaron al Presidente Salvador Allende, y hoy han sido reemplazados por los zorros, que sólo persiguen conservar el poder a costa del sacrificio de los ideales que dieron vida al Partido. Los zorros no pueden permitir que surjan nuevos leones, y anuncian que las nuevas generaciones, que pretenden apropiarse del Partido, terminarán convirtiéndose a su vez en zorros.
De igual manera ocurre en todos los partidos políticos actuales: el predominio de las viejas élites de los zorros, cada vez más apegados al poder, impiden el surgimiento de una generación de leones que esté dispuestos a cambiar este anquilosado Chile, donde reina el racismo, el clasismo, la segregación y la desigualdad.
Los zorros ya tienen sus propios candidatos: Ricardo Lagos Escobar y Sebastián Piñera Echeñique, dos opciones igualmente buenas para los empresarios que, en la realidad, son los dueños del país. Poco importa a estos candidatos que la mayoría, como protesta ante el sistema político actual, se abstenga de votar, pues ellos se contentan con el aplauso de una minoría dispuesta a rendirles pleitesía y que aspira a le aseguren que no haya ningún cambio y que los zorros se mantengan en el poder en las distintas instituciones.
A diferencia de la República, en este país pos dictatorial aún no ha surgido una generación de élites de leones, capaz de cambiar la política chilena y aportar nuevos horizontes de esperanza. Estamos muy lejos de generación de los años 30, que dio nacimiento al Partido Socialista y a la Democracia Cristiana (esta última, en ese tiempo la Falange Nacional), como también la de los años 60-70, de la Revolución en Libertad y Revolución con Empanada y Vino Tinto.
El problema de hoy no es sólo el de la necesidad de renovación de las élites – en este plano pienso se equivoca Pareto – sino que el problema de fondo poner fin a la democracia bancaria y refundar la República virtuosa, por medio de la convocaría a una Asamblea Constituyente y un nuevo pacto social con la participación de todos los chilenos.
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