animálias


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muito atentos aos que atribuem ao próximo a depreciação excludente de “animal” e aos que se incomodam com a comparação. por eles, o pensar e o respeitar os assustam, temem a voz interior e o olhar coletivo, em contrapartida, a arrogância e a estupidez biológica eles as preparam para cada novo “coice”, “rapinagem”, “bote”, etc. há entre os ditos sensíveis aos – mas… eu não sou animal! – animais igual arreio (in)existencial, quando vale-se do discurso e, na prática, as chulices que (des)encobrem um caráter (?) selado. somente esta ordem não será quebrada. o próximo humanoide animalizado pode ser você.

(Ricardo S.)

Pensamiento conuquero: El animal que somos

por Gino González

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“Pongan atención señores / la vida como se cambia / ahora sí andan los guahibos con zapato y con polaina / (…) hasta se caen del chinchorro / tienen que dormir en cama”

(Rafael Martínez Arteaga, El Cazador Novato. La Masacre de El Vichada.)

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Decirle animal a otro es hasta un insulto. Sin caer en consideraciones biológicas para argumentar que lo somos, preferiría conversar en torno al por qué del rechazo generalizado de esa condición que, a mi criterio, limita la comprensión de nosotros mismos y frena las alternativas revolucionarias del cambio cultural.

En principio, me atrevo a asegurar que no siempre ha sido así. En mi origen campesino, la gente de mi entorno natal y de crianza muy poco se detenía a establecer esas diferencias a no ser para criticar la escasa inteligencia que se supone es lo que nos distingue del resto de los animales, pero por lo demás era hasta absurdo considerar que aquellos tienen patas y nosotros no. Total, al final de las patas tenemos los pies, así como el caballo el casco, el chivo la pezuña y la garra el gavilán. Lo olvidamos, a pesar de que esas semejanzas nos han beneficiado desde cuando fuimos recolectores y nos guiamos por ellos para distinguir qué fruta era comestible, hasta la experimentación en esos cuerpos de medicinas o tratamientos que luego fueron usados en nosotros sin riesgo.

Estamos habituados a pensar lo menos posible y solo describir lo que pasa. El porqué de las cosas amerita activar el pensamiento y cuando hay disfrute en ello, pensar es un arte. Hay otra actitud más allá del pensamiento que consiste, sin arrogancia y con genuino candor, pasmarse ante la maravilla. Más cómodo y menos traumático tal vez, es aferrarse a alguna religión y a sus rituales, pero eso es harina de otro costal.

Miro por el agujero / y contemplo los espectros / en donde están las respuestas / y no llega el pensamiento (*)

Que somos un animal se le olvida es a nosotros, los que cuestionamos el sistema y hacemos política para salir de él. Los poderosos que construyeron esta descomunal estructura ideológica, sí lo tienen bien claro. Saben que somos un animal domesticable. Múltiples han sido los institutos de investigación y millonaria la inversión para el conocimiento y formas de manipulación neurológica. En pañales el reflejo condicionado de Pávlov, el cual experimentó con un perro, por cierto, y los aportes de Watson como padres del conductismo. Hoy los avances en eso son impresionantes y el descaro también. En los videos juegos destinados a la infancia se utilizan métodos de todo tipo ante la mirada complaciente del mundo.

El humano se condiciona y el niño, con un cerebro “cero kilómetros”, más aun. No tiene contrainformación como defensa. Es una esponja de poderosos sensores. Mézale la cuna a un bebé para que le afloje los tornillos en lo sucesivo, pues sólo así podrá dormirse. Con dos o tres veces que lo haga, listo, adquiere el hábito.

El humano se envicia con facilidad y otros animales también. Recuerdo a Montenegro en mi pueblo bebiendo cerveza en los bares con el caballo. Regresaban a casa borrachos, hombre y caballo. Se adquieren con facilidad los hábitos, y el olvido es muy difícil. Tenemos muy poca capacidad para el olvido.

Aquí todo el mundo tiene / suficiente información / y sabe por qué razón / hace lo que no conviene / pero cómo se detiene / o sale del laberinto / que debemos ser distintos / quién no sabe esa verdad / pero pa la voluntad / no hay remedio ni artificio (**)

Consideremos también el mínimo esfuerzo y la reserva energética del cuerpo. El animal come y come sin control mientras haya comida. En condiciones salvajes no es fácil procurarse el alimento, así que, por instinto, mientras haya, hay que comer lo suficiente, pues a lo mejor mañana no hay. Para ese trabajo de sobrevivencia se amerita ejercicio físico, pero si la comida se la llevan todos los días al chinchorro, usted se arrellana allí a morir.

Pero también hay otros comportamientos que no son consecuencia del animal que somos, sino del que no somos: vicios culturales. Entre estos pensar que somos eternos en este mundo, acumular y coleccionar cosas para al final de los días, vivir atormentados por la propiedad.

En síntesis, los pueblos no son libres solo porque se alimentan (***). La grandeza de un pueblo está en su sabiduría y en su dignidad.

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(*) Gino González. Mortificación (canción inédita).

(**) Gino González. Canción: No hace falta más conciencia.

(***) Gino González. Canción: Solo de pan no se vive.

{ La Inventadera }

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